El ataque a las Torres, ¿terrorismo o autoataque?
El 11 de septiembre de 2001 la TV transmitió las dramáticas imágenes en vivo desde Nueva York al mundo entero.
Con sus aproximadamente 415 metros de altura, las dos torres del World Trade Center eran derribadas en Manhattan.
¿Fue un atentado de terroristas islámicos como dicen las versiones oficiales o estuvo involucrado el gobierno estadounidense como señalan las teorías conspirativas?
La versión oficial de los hechos es la siguiente: en la mañana del 11 de septiembre, varios grupos terroristas islámicos secuestraron cuatro aviones de pasajeros.
A las 08:46 el primero de ellos embistió contra la Torre Norte del World Trade Center.
A las 09:03 el segundo se estrelló contra la Torre Sur. Poco después las gemelas colapsaron debido a los impactos y a los incendios desatados.
El tercer avión secuestrado realizó un vuelo rasante en Washington para terminar chocando contra el Pentágono a las 09:38.
La cuarta aeronave cayó casi verticalmente a las 10:30 cerca de Shanksville, estado de Pensilvania, después de que los pasajeros intentaran reaccionar frente a los secuestradores. En total, los atentados ocasionaron la muerte a más de 3 mil personas.
Pocos días después, el FBI presentó a la conmocionada opinión pública una lista con los nombres de quienes habían secuestrado los aviones. Casi inmediatamente el presidente estadounidense George W. Bush dijo que el responsable de los atentados era Osama Bin Laden y que habría represalias.
Casi todas las grandes catástrofes despiertan una inmediata ola de rumores y especulaciones. La del 11-S no fue la excepción.
Los más osados afirmaron que el presidente Bush y el FBI eran los verdaderos causantes de la tragedia y que el atentado buscaba crear condiciones que justificaran la intervención militar en el Oriente Medio (para apropiarse del petróleo) y en Afganistán (donde se ocultaba Osama bin Laden).
En su opinión, las autoridades estadounidenses sabían que el ataque de los terroristas, autodefinidos como ‘kamikazes’, desviarían la atención sobre la propia participación.
Para demostrar su hipótesis, los teóricos de la conspiración se basan, entre otras cosas, en un documento estratégico elaborado por expertos militares en septiembre de 2000, que señala que Estados Unidos debe aprovechar el colapso del bloque socialista para alcanzar una posición dominante en el mundo, y dicen que solo era posible imponer rápidamente el proyecto a nivel interno si existía un hecho catastrófico y catalizador, “algo como un nuevo Pearl Harbor”.
A partir de estas (o similares) pruebas, los defensores de la teoría de la conspiración aportan sus “pruebas”.
Por ejemplo, recalcan que antes de los atentados de Al Qaeda, el FBI había recibido datos sobre el ingreso de personas de origen musulmán, sobre sospechosos entrenamientos de pilotos y advertencias provenientes de servicios secretos extranjeros.
Y dicen que no se hizo nada para detener los ataques. Sin embargo, si se tiene en cuenta la enorme cantidad de advertencias de este tipo que recibe el FBI es comprensible que no todas obtengan la atención que merecen.
Otra teoría sostiene que inmediatamente antes del 11 de septiembre hubo una llamativa furgoneta en los garajes de las torres que, “según parece, contenían cargas para demoliciones controladas”.
Las filmaciones de la caída de las torres permiten ver que desde las ventanas de pisos que aún no han sido derribados surgen “nubes explosivas” en dirección horizontal.
¿Es eso la “prueba” de una implosión? Probablemente se trata de polvo que sale despedido de los pisos más bajos a medida que el edificio se derrumba y ejerce presión.
Es probable que todas estas teorías aventuradas escondan otra cosa: la sensación de impotencia. Impotencia por la terrible humillación al país que se creía casi indestructible.
Y como “lo que no está permitido no puede ocurrir” se busca —tal vez inconscientemente— una explicación que devuelva a Estados Unidos un papel activo dentro de los acontecimientos aunque sea el del verdadero villano.
En el caso de los vuelos 77 (Pentágono) y 93 (Shanksville), los escépticos también olfatean un ocultamiento de la verdad.
¿Cómo puede ser que las dos veces haya fallado la defensa antiaérea? Se preguntan. Aparentemente había tiempo suficiente para derribar los aviones: El vuelo 77 fue seguido por el NORAD (Comando Norteamericano de Defensa Aeroespacial) desde las 09:30 horas, es decir, desde el preciso momento en que un segundo avión se estrelló contra la Torre Sur del WTC.
Pero recién a las 09:36 se ordenó a un piloto que fuera detrás del vuelo 77. Mark R. Elsis, firme defensor de la teoría de la conspiración, dice que eso solo se puede explicar de una manera: la orden para nuestra Fuerza Aérea fue “que no hiciese nada”.
En el caso de Shanksville hay registros sismológicos que indican que el avión cayó a tierra a las 10:06 horas. Sin embargo, la hora “oficial” según la Comisión del 11-S es las 10:03. Los escépticos se preguntan ¿qué sucedió en esos tres minutos? ¿Acaso el avión fue interceptado y derribado por un caza de la Fuerza Aérea? Si es así ¿por qué se oculta el hecho?
Ninguna de estas teorías tiene en cuenta que el 11 de septiembre reinaba la más absoluta confusión porque el aparato gubernamental y militar no estaba preparado para recibir un ataque en el propio país.
¿Cuál es tu opinión sobre este ataque?