La sal era tan valiosa en la antigua Roma que a veces se pagaba a los soldados con ella. De hecho, la palabra “salario” proviene del latín sal.
Cuando un militar tenía un pobre desempeño, podían bajarle el sueldo. Aducían que “no valía la sal que gastaba”.
Aun hoy en día, este condimento puede ser un lujo. Probablemente la sal Amethyst Bamboo 9X, que cuesta 398 dólares por libra, sea la más cara del mundo.
Producir este fastuoso saborizante toma mucho tiempo: se tuesta nueve veces dentro de un poste de bambú a temperaturas superiores a los 760 grados Celsius.
Una tienda dice que la exquisitez resultante “huele como algo que los dragones usan para sazonar a sus víctimas antes de comérselas”.
Históricamente, el valor de esta mercancía radica en su capacidad para conservar los alimentos.
En la actualidad, Venecia es famosa por sus canales, pero las importaciones del mineral impulsaron su consolidación como una potencia comercial a finales del siglo XIII.
Sin embargo, también adquirió un enorme valor simbólico. Hay una razón por la que se menciona tantas veces en la Biblia (“sal de la tierra”, “una estatua de sal”, “un pacto de sal”): la propiedad antes mencionada la hace una buena metáfora de la pureza y la convicción.
Si bien la mayoría de las personas conoce el peligro potencial que el sodio representa para la salud, reducir su consumo no siempre es fácil.
Más del 75 por ciento del que ingieren los estadounidenses proviene de alimentos procesados; el pan, las carnes curadas y las sopas enlatadas encabezan la lista.
Incluso aquellos que no tienen un sabor salobre pueden contenerlo. Por ejemplo, la avena instantánea con miel de maple y mascabado tiene 170 miligramos de sodio por cada 30 gramos, cantidad mayor a la de una bolsa pequeña de papas fritas.
Las papas fritas no son, por fuerza, las principales infractoras.
Un estudio hecho en 2012, que examinó los niveles de sodio de platillos del menú de comida rápida de distintos países, halló que la pizza y las hamburguesas presentaban mayor concentración del mineral que las papas fritas, pues sus porciones suelen ser de mayor tamaño.
La carne puede llevar sal de contrabando pese a que la cocines en casa y seas muy cuidadoso. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, a un 60 por ciento de los productos crudos de res y aves se les administra una solución salina al sumergirlos o inyectarlos.
Los términos “marinado”, “condimentado” o “sabor mejorado” en los empaques pueden indicar la presencia del ingrediente. Para evitarlo, busca etiquetas que indiquen: “Contiene hasta 4 por ciento de agua retenida”, sugiere Christy Brissette, nutricionista y directora de 80 Twenty Nutrition.
La sal de mar podría parecer más saludable que la de mesa, pero la mayoría de dichas presentaciones poseen, aproximadamente, la misma proporción de sodio (alrededor del 40 por ciento) que la de mesa.
Si buscas un saborizante libre de sodio, prueba el ajo, la pimienta, el orégano, la salvia, el romero y otras especias.
Aunque no seas hipertenso, disminuir el consumo de sal con el propósito de reducir los niveles de presión arterial resulta una buena idea, tal como señala una revisión de 185 estudios hecha en 2017.
Entre las personas mayores, sobre todo, abusar del condimento también puede provocar jaqueca.
Un ensayo clínico con 975 participantes de 60 a 80 años con hipertensión encontró que reducir la cantidad de sodio en sus dietas se asoció con un menor riesgo de padecer dolor de cabeza.
No obstante, todos necesitamos al menos una pizca de sal. Este mineral facilita el transporte de nutrientes y oxígeno, permite que los nervios transmitan mensajes y ayuda a que los músculos funcionen.
El cuerpo de un adulto promedio contiene alrededor de 250 gramos de sodio, cantidad equivalente a lo que cabe en tres o cuatro saleros.
En la década de 1920, se convirtió en una herramienta primordial en la lucha contra el bocio, trastorno de la tiroides ocasionado por la deficiencia de yodo.
La sal yodada se volvió común en las cocinas estadounidenses, y los casos de esta afección desaparecieron casi por completo. Hoy en día, apenas el 53 por ciento de las presentaciones en el mercado son complementadas así.
Contrario a lo que podrías imaginar, el principal uso que se le da a este ingrediente en Estados Unidos no tiene que ver con la cocina. En 2016, casi el 44 por ciento de este se destinó al deshielo de carreteras, según informa el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Solo el 3 por ciento se usó con el propósito de procesar productos agrícolas o alimenticios.
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