Relájate con estas cuatro sencillas técnicas
Cuando descubras cuál te acomoda mejor, trata de incorporarla a tu rutina, o úsala cada que necesites hacer un alto en el camino.
La forma en la que respiramos está relacionada con nuestro estado de ánimo. Cuando experimentamos estrés, la respiración se vuelve superficial y rápida, mientras que en momentos de tranquilidad es profunda y lenta.
Inhala lenta y profundamente por la nariz, mientras cuentas hasta 10, asegurándote de que el abdomen se expanda pero que el pecho no se levante. Exhala por medio de la nariz, lentamente, a la cuenta de 10. Repite entre 5 y 10 veces.
Contar durante cada ciclo te ayudara a aquietar la mente. También podrías imaginarte inhalando energía y calma y exhalando la preocupación y la tensión.
Aunque está fuertemente arraigada en las culturas orientales, la meditación ahora se practica ampliamente en Occidente.
Usando ropa cómoda, siéntate en un lugar placentero y cierra los ojos. Concéntrate en tu respiración, y siente como fluye, entrando y saliendo por la nariz.
Si surgen pensamientos (“Tengo que hacer las compras”), obsérvalos, luego redirige tu atención hacia la respiración. Sigue haciendo esto durante cinco minutos.
Al principio pasarás 20 segundos consciente de tu respiración y el resto del tiempo estarás redirigiendo los pensamientos, pero esa proporción mejorará con la práctica.
Visualizar una imagen que te llene de paz es una técnica clásica de relajación.
Encuentra un lugar tranquilo en donde no te molesten por 10 minutos. Cierra los ojos y respira profundamente, luego piensa en tu lugar favorito: quizá una playa tropical, un parque cercano o un campo de golf, real o imaginario.
Gradualmente construye la imagen en tu mente, pero no te limites a los aspectos visuales; incluye también sonidos y aromas. Sé consciente del clima; puede haber una brisa fría o tibia, según lo prefieras.
Retírate a este santuario cuando lo necesites para tener paz mental.
Puedes practicar estos ejercicios en cualquier momento.
Recuéstate en un lugar tibio y cómodo. Tensa o aprieta cada músculo firmemente durante los siguientes 5-10 segundos, luego destensa por completo, con plena conciencia del músculo que estés relajando. Comienza con los dedos de los pies, y avanza hacia la cabeza y el rostro.
Después de cada tensión y relajación, imagina que esa parte del cuerpo se ha vuelto tibia y fluida. Con la práctica, este ejercicio se irá volviendo más eficaz, e inducirá a la relajación con mayor rapidez; también puede ser útil para ayudarte a conciliar el sueño.
¿Con cuál de estas técnicas piensas que te acomodarías mejor?