Historias de Vida

60 horas de angustia atrapado en cueva submarina

Xisco Gràcia, vivió la peor pesadilla para un buzo: quedó atrapado en una cueva submarina, donde sólo podía respirar en una cámara aire. Cuando las horas de espera se convirtieron en días, Gràcia se percató de que, tal vez, nadie llegaría a encontrarlo con vida.

El inicio de la pesadilla

El sábado 15 de abril, Xisco Gràcia se adentró en una cueva de la isla española de Mallorca, como parte de una expedición de rutina.

Él y su compañero de buceo Guillem Mascaró querían explorar Sa Piqueta, una cueva con numerosas cavernas a un kilómetro de la entrada del laberinto.

Nadaron bajo el agua durante una hora hasta llegar allí.

Mientras Gràcia buscaba muestras de roca, Mascaró se alejó para recabar información topográfica en una cámara cercana.

Foto: Toni Cirer

Regreso incierto

Pero cuando iniciaron el regreso, cada uno por su cuenta, varias cosas comenzaron a salir mal.

Gràcia coincidió por causalidad con Mascaró en una intersección. Esto hizo que se agitaran los sedimentos, y por ello perdieron visibilidad.

Los buceadores comenzaron a seguir la guía -un angosto cable de nylon que lleva hacia la entrada de la cueva-, pero a medio camino se dieron cuenta de que el hilo se había desprendido.

“Creemos que algunas rocas le pudieron haber caído encima. Perdimos una hora valiosa tratando de encontrarlo con el tacto, pero sin éxito.”, externó Gràcia

Foto: Toni Cirer

Para entonces, el par de buzos corría grave peligro. Habían consumido el aire que llevaban para entrar y salir, así como el de las bombonas de emergencia.

Afortunadamente, Gràcia se acordó de un recinto con un lago donde había aire que le habían mencionado otros buceadores.

Sabían que tenían aire suficiente como para que solo uno de ellos pudiera salir.

Uno sale, el otro se queda

“Decidimos que yo me quedaría y que Guillem iría en busca de ayuda. Él era más delgado que yo y necesitaba menos aire”, explica Gràcia.

Planearon una ruta alternativa, más larga. Mascaró tendría que bucear por un trecho sin hilo guía, corriendo peligro de perderse.

Cuando Mascaró se fue, Gràcia tomó la mayor parte de su equipo y exploró la cámara.

Tenía unos 80 metros de largo y 20 de ancho, con un espacio de 12 metros entre el agua y el techo.

Se dio cuenta de que el agua de la superficie del lago era bebible. También descubrió una roca grande y plana y salió del agua y se tumbó allí a descansar.

Gràcia decidió que era mejor quedarse a oscuras: dos de sus tres linternas habían dejado de funcionar y la tercera tenía poca batería. Sólo la prendía cuando necesitaba ir a orinar o para bajar a buscar agua.

Foto: Toni Cirer

Efecto final: alucinaciones

A pesar de que había logrado mantenerse en calma, empezó a sentir los efectos de respirar niveles elevados de dióxido de carbono.

El aire que respiramos en tierra contiene 0,04% de dióxido de carbono. En la cueva, estos niveles alcanzan el 5%.

“Pero mantuve la esperanza en las primeras siete u ocho horas, porque pensaba que Guillem lograría salir. Pero, a medida que pasaba el tiempo, empecé a perder la esperanza. Pensé ‘Guillem se perdió y murió, y nadie sabe que estoy aquí'”, pensó Gràcia

Su mente empezó a hacerle jugadas.

“Sentía que había luces en el lago y que podía escuchar el sonido de las burbujas de un buzo saliendo del agua. Pero cuando giraba la cabeza, no veía nada. Eran alucinaciones“.

Gràcia perdió la noción del tiempo. Pero después de lo que el pensaba que eran días, escuchó un sonido muy fuerte encima de él. Ahí se dio cuenta de que Mascaró había logrado salir con vida.

“Al principio pensé que podía escuchar a los rescatistas llenando los tanques con aire. Más tarde me di cuenta de que estarían tratando de perforar la roca. Me puse muy contento cuando me di cuenta de que me estaban buscando”.

Pero los sonidos pararon y Gràcia se vio enfrentado con su peor momento.

“Pensé que podía morirme de la manera más temida por los buzos: sin comida ni aire”, dice.

Llegó la esperanza

“Decidí nadar hacia donde había dejado mi equipo para sacar un cuchillo. Quería tenerlo como mi último recurso, en caso de que fuera necesario elegir entre morir rápido o lentamente”.

Poco después, Gràcia creyó escuchar otra vez el sonido de las burbujas.

“Miré y vi la luz de un buceador que se hacía cada vez más brillante. Pensé que era otra alucinación pero luego me di cuenta de que era real y vi un casco salir del agua“.

Era Bernat Clamor, un viejo amigo.

“Salté al agua y lo abracé. Él me preguntó cómo estaba y me dijo que tenía miedo de que yo hubiese muerto”.

Gràcia supo más tarde que Mascaró había logrado levantar la alarma pero los esfuerzos de rescate se habían visto dificultados por la falta de visibilidad.

Finalmente, Clamor y su compañero John Freddy lograron entrar, después de esperar un día hasta que los sedimentos se asentaran.

Foto: Pere Gamundi

Gràcia continúa buceando a pesar de lo sucedido. Un mes después del incidente volvió a Sa Piqueta, e incluso volvió a visitar la cámara en la que estuvo encerrado por tanto tiempo.

FUENTE: BBC 

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