Te sientes cansado sin razón aparente, experimentas “niebla mental” después de comer o sientes hambre poco tiempo después de una comida completa? Solemos culpar al estrés o a la falta de sueño, pero la causa podría estar oculta en nuestro plato: una deficiencia de fibra.
Aunque no recibe tanta atención como las proteínas o las vitaminas, la fibra es un nutriente esencial para casi todos los sistemas del cuerpo. Según expertos, la mayoría de las personas consume menos de la mitad de la cantidad diaria recomendada, lo que puede desencadenar una serie de síntomas que a menudo pasamos por alto.
A continuación, te presentamos las 7 principales señales de deficiencia de fibra que no debes ignorar:
Si después de almorzar te cuesta concentrarte o te sientes confundido, la culpa podría ser de un pico de azúcar. El Dr. Benjamin Barlow, director médico de American Family Care, explica que la fibra ralentiza la absorción de glucosa. Sin ella, los carbohidratos simples provocan subidas y caídas bruscas de azúcar en la sangre, afectando directamente tu claridad mental.
¿Terminas de comer y a la hora ya estás buscando un snack? La fibra aporta volumen a los alimentos y ralentiza la digestión, lo que nos mantiene satisfechos por más tiempo. Una dieta basada en harinas refinadas (pan blanco, pasta) y alimentos procesados se digiere rápidamente, dejando una sensación de vacío y provocando un apetito recurrente.
Según Harvard Health, la fibra es una defensa clave contra la inflamación y es el alimento principal de nuestra microbiota intestinal. Una deficiencia puede debilitar la barrera intestinal, causando una inflamación crónica de bajo grado que se manifiesta de formas inesperadas:
Ese bajón de energía que sientes entre comidas, especialmente después del mediodía, es un clásico síntoma de una dieta baja en fibra. Al no tener fibra para estabilizar la liberación de energía, los niveles de glucosa caen en picado una o dos horas después de comer, dejándote fatigado y con antojo de más carbohidratos simples, perpetuando el ciclo.
Es la señal más conocida y directa. La fibra añade volumen a las heces y facilita su tránsito por el intestino. Si vas al baño con poca frecuencia, tus heces son duras o necesitas hacer un gran esfuerzo, es muy probable que necesites aumentar tu consumo de fibra. La recomendación diaria se sitúa entre 25 y 35 gramos.
Aunque no lo parezca, hay una conexión directa. El Dr. Barlow explica que la falta de fibra ralentiza todo el proceso digestivo. Esto puede alterar el equilibrio de las bacterias en tu intestino y provocar estreñimiento, lo que a su vez permite que se acumulen compuestos y gases que finalmente se manifiestan como mal aliento.
Si tus análisis de sangre muestran un colesterol LDL (el “malo”) elevado, tu dieta podría ser una de las causas. Un metaanálisis publicado en The American Journal of Clinical Nutrition concluyó que aumentar el consumo de fibra soluble (presente en avena, legumbres, manzanas y zanahorias) es una forma efectiva de reducir los niveles de colesterol LDL en la sangre.
Aumentar tu ingesta de fibra es más fácil de lo que crees y puede mejorar tu bienestar en cuestión de días.
El cansancio, la niebla mental o el hambre constante no tienen por qué ser “normales”. A menudo, son las señales de deficiencia de fibra que tu cuerpo te envía. Prestarles atención y hacer pequeños ajustes en tu alimentación, priorizando alimentos integrales, es una de las estrategias más poderosas para mejorar tu energía, tu digestión y tu salud en general.