A veces olvidamos cuánto poder tiene la naturaleza sobre la vida que vivimos hoy en día. A través de la historia, cambios en el clima, como monzones furiosos, temperaturas árticas e incluso niebla han alterado el curso de eventos importantes.
Los resultados de condiciones naturales cambiando el curso de la historia como la conocemos son tan impactantes que incluso parecen falsos.
En 1588, el rey Felipe II de España envió su armada española a invadir Inglaterra. La meta era regresar la nación de una tierra protestante a una católica. Las cosas iban bien hasta que la armada llegó a Calais, donde cada barco soltó su ancla y espero para unir fuerzas con el ejército español.
Pero mientras la flota estaba anclada, los ingleses atacaron, enviando ocho barcos en llamas al puerto repleto. La Madre Naturaleza también atacó. Vientos y olas alas de una tormenta atlántica, más los barcos en llamas, dejaron a la Armada Española sin otra opción que volver a España.
Sin embargo era demasiado tarde para la mayoría de la Armada. Menos de la mitad de la flota de 130 barcos volvieron a casa y 20,000 soldados perecieron. La reina Isabel de Inglaterra atribuyó la fatal tormenta a una intervención divina, inscribiendo medallas conmemorativas con la frase “Dios sopló y fueron dispersados”.
Napoleon Bonaparte podía ser un poco engreído a veces. Así que cuando decidió invadir Rusia en 1812, en contra del consejo de varios de sus oficiales, no fue una gran sorpresa que la invasión fracasara. ¿Su reto más grande? Muchos historiadores dicen que fue el clima.
Los 600,000 hombres de Napoleón y más de 200,000 caballos no fueron rival para los inviernos de Rusia. Muchos caballos murieron y sin ellos, el ejército no era capaz de transportar sus armas y suministros.
Llegó la hambruna y las enfermedades, y cuando la derrota se volvió inevitable, Napoleón abandonó el ejército y volvió a casa en un trineo para prevenir un golpe.
A pesar del rendimiento de Napoleón en el invierno ruso un siglo atrás, Hitler también llevó a sus tropas ahí el 22 de junio de 1941 durante la Segunda Guerra Mundial. Pensó que la campaña, llamada Operación Barbaroja, duraría sólo unos meses, y que el grupo habría entrado y salido antes de octubre.
Presuntuosamente, dejaron la mayoría de su equipo de invierno en casa – y pagaron el precio por ello. ”Estaba aterrorizado y me di cuenta de que no tenían párpados, escribió el periodista italiano Curzio Malaparte al ver las tropas alemanas volver a casa.
“El terrible frío de ese invierno tuvo las consecuencias más extrañas. Miles y miles de soldados habían perdido sus extremidades; miles y miles tenían las orejas, narices, dedos y órganos sexuales arrancados por el frío. Muchos habían perdido su cabello… Muchos habían perdido sus párpados.
Quemados por el frío, los párpados se caen como un trozo de piel muerta. Y si eso no era suficiente, la Operación Barbarroja fue una pérdida alemana.
Cuándo el bombardero americano Bockscar salió de la isla Tinian el 9 de agosto de 1945, su meta inicial no era Nagasaki—sino la ciudad japonesa de Kokura donde estaba localizado un arsenal Japonés mayor. Pero cuando el bombardero se acercó a la ciudad, su blanco fue oscurecido por densas nubes.
El piloto Charles W. Sweeney circuló el área tres veces antes de decidir cambiar al segundo blanco de la misión, Nagasaki. La nube salvó una ciudad y condenó a la otra. A las 10:58 A.M. hora local, Bockscar soltó su bomba nuclear, matando un estimado de 35,000 personas y destruyendo el 44% de la ciudad.
Aunque la batalla de Long Island fue una victoria británica en la Guerra de Independencia, podía haber sido mucho más desastrosa si no hubiera sido por un breve periodo de clima afortunado que favoreció el ejército Continental.
Tras una semana de luchar contra los británicos en Long Island y Brooklyn, el comandante en jefe George Washington decidió que era hora de cruzar el Río Este desde Brooklyn a Manhattan y retirarse.
Empezó el proceso por la noche, pero en la mañana una gran parte de su ejército seguía en el lado erróneo del río. Si los británicos los hubieran visto, seguramente los habrían matado o capturado. Pero en lugar de eso, la madre naturaleza envió una cubierta: una densa niebla descendió sobre la zona y ocultó la huida de las tropas de Washington.
Para cuando la niebla se había levantado y los británicos cargaron, el ejército Continental se había ido. Si Washington hubiera perdido a estos hombres, es altamente posible que la guerra habría salido diferente.
Mientras el resto del país lidiaba con la Gran Depresión en 1929, los granjeros en los llanuras del sur continuaron trabajando la tierra y ganando dinero. Después en 1931, la lluvia se detuvo y esos mismos trabajadores pasaron de ser los más prósperos en la nación a quienes más peligro corrían.
Las tormentas de arena se extendieron a través de los planos, levantando la tierra y arrasando la agricultura de la zona. Las familias empacaron y se mudaron al oeste, alterando el curso de los llanuras del sur para siempre.
Cuando se trata de mantener un imperio, no hay mejor propaganda que decir que los dioses están de tu lado. Eso fue lo que hizo el emperador de Japón en 1274 y 1281 cuando las flotas mongolas de Kublai Khang fallaron en conquistar Japón porque dos de los mayores tifones destruyeron sus barcos.
La historia cuenta que el emperador llamó al “kamikaze”—o vientos divinos—para salvar Japón. El emperador Hirohito volvió a contar la historia de los vientos kamikaze durante la Segunda Guerra Mundial, cuando pidió a sus pilotos de combate que se convirtieran en sus vientos divinos y protegieran a la nación de las fuerzas aliadas.
Tomado de rd.com 7 Times Crazy Weather Changed the Course of History
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