Seguramente te ha ocurrido: entras en una habitación con un propósito en mente… y se te olvida qué querías. Resulta que las puertas son las culpables de esas extrañas lagunas en nuestra memoria.
Los psicólogos de la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos, han descubierto que pasar por una puerta detona una “frontera de eventos” en la mente, la cual separa un conjunto de pensamientos y recuerdos de otro.
Tu cerebro “almacena” los pensamientos que tenía en la habitación anterior y se pone en blanco para recibir la información que recibirá en el espacio nuevo.
Si no puedes concentrarte mientras escuchas el “bip bip” de un camión que se está echando en reversa, se debe a una falla en nuestra evolución.
Los sonidos naturales se generan a partir de una transferencia de energía (como el golpeteo de un tambor) que gradualmente se disipa; nuestra percepción utiliza esa reducción sonora para analizar qué la provocó y de dónde vino.
Pero los “bips bips” no suelen cambiar ni disiparse, así que nuestros cerebros no pueden analizarlos.
Caminamos en círculos cuando recorremos espacios sin marcas que nos ayuden a orientarnos, como el desierto.
Aunque juremos que hemos caminado en línea recta, en realidad hemos andado en círculos, algunos de hasta 200 metros de diámetro.
Investigadores alemanes del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica revelan por qué: con cada paso surge una pequeña desviación en el sistema vestibular (relacionado con el equilibrio) y en el kinestésico (o conciencia corporal).
Estas desviaciones se combinan para que el individuo camine en círculos cada vez más cerrados. Pero no ocurren cuando recalibramos nuestro sentido de la orientación, por ejemplo, cuando recurrimos a un edificio o montaña como guía.
Decimos que no hay que juzgar a nadie por su apariencia, pero la realidad es que nuestros cerebros lo hacen constantemente.
En lo que se conoce como el “efecto Halo”, una cualidad positiva en una persona basta para engañar a nuestro cerebro y hacernos creer que realmente tiene muchas, incluso aunque no la conozcamos.
Por ejemplo, cuando alguien nos parece guapo, automáticamente creemos que es inteligente, amable y divertido.
Es el ejemplo más común del “efecto Halo”, al grado que también se conoce como el “estereotipo del atractivo físico”.
Para muchas personas, encontrarse a una gran altura, especialmente por primera vez, crea una sensación de desprendimiento.
“Se siente como si estuvieras desconectado de la tierra, incluso aunque estés en un edificio o un avión”, dice el doctor James Giordano, profesor de neurología y bioquímica en el Centro Médico de la Universidad de Georgetown.
Aunque algunos pueden experimentar esta sensación en un edificio o en un balcón, es más común percibirla mientras volamos.
Es completamente diferente al miedo a las alturas; de hecho, hace que algunas personas se sientan tranquilas y en paz.
“Algunas personas disfrutan la sensación; a otras las hace sentirse incómodas”, añade.
Si alguna vez te preguntas por qué una mala experiencia puede arruinarte algo para siempre, culpa a tu cerebro.
En particular, una sola experiencia desagradable con la comida puede “manchar” el sabor de ese alimento en tu mente.
Se le conoce como Efecto García. Si has experimentado náusea o mareos poco después de comer algo (haya sido o no la comida lo que te enfermó), seguramente desarrollarás aversión hacia ese alimento.
Esto hará que tu cerebro dude en volver a comerlo, incluso aunque te haya encantado antes. No sorprende que esto ocurra con ciertas variedades de alcohol o incluso con mezcladores que no lo tengan.
Aunque parecen simples, las flechas pueden confundir a nuestros cerebros, distorsionando nuestra percepción de distancia, dirección y longitud.
De hecho, algunas ilusiones ópticas recurren a flechas para confundir a la mente. Una de ellas es la Ilusión Muller-Lyer, que toma tres líneas idénticas y usa flechas para hacerlas parecer de longitudes distintas.
Otra, la Tarea de Flanker, es más interactiva: te muestra una pantalla con varias flechas y te pide elegir a qué dirección apunta la que está en medio (¡es más difícil de lo que parece!).
Las flechas que no están en el centro son “estímulos irrelevantes” que distraen a tu mente.
Los vendedores pueden confundir a tu cerebro y convencerte de que compres un producto que realmente no deseas. De acuerdo con la doctora Deborah Searcy, de la Universidad Atlantic de Florida, las tiendas usan ese truco todo el tiempo.
Te dicen cuánto cuesta un objeto e intentan que lo compres; si dices que está muy caro, bajarán el precio y, como tu mente se “ancló” al precio más alto, será más probable que pienses que es una gran oferta y termines comprándolo.
Pero si el vendedor te hubiera ofrecido el precio bajo desde el principio, es muy posible que jamás lo hubieras comprado. El atractivo de un buen negocio puede engañar a tu mente.
Increíble, ¿no crees? El poder de nuestra mente siempre superará nuestras expectativas.
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