Mi hija tiene 15 años y me recuerda a un gato… porque nunca estoy segura de si estoy tratando con un tierno gatito o con un felino feroz. En estos días, su frase favorita es “¡Mamá, estoy pasando por una crisis!”.
Las primeras veces que escuché la palabra “crisis”, entré en pánico. Pero he aprendido que para mi hija “crisis” es la palabra con la que describe… ¡su vida diaria!
Como mediadora profesional, pensé que tendría las capacidades para ser un ancla firme para una hija perdida en un mar de hormonas, pero el reto resultó ser mayor a lo que esperaba.
El día en que veíamos cómo nuestras hijas terminaban la escuela primaria, una amiga volteó y me dijo: “Prepárate: vienen curvas peligrosas “.
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Si alguna vez existió un momento ideal para cuidarte a ti misma, es ahora. No puedo decirle muchas cosas a mi hija, pero hay más que puedo mostrarle. Nuestros hijos constantemente nos están observando.
En lugar de insistirle que coma bien y duerma lo suficiente, come bien y descansa lo suficiente. “Cuidarte implica tener tus propios intereses y apartar tiempo para ti“, dice Elizabeth George, terapeuta clínica especializada en adolescentes y adultos jóvenes.
“Al hacer esto, no solo le ofreces hábitos saludables a tu hija, sino que te aseguras de que tendrás energía suficiente para ayudarla cuando te necesite”.
Ayudar a que tu adolescente aprenda a controlar su avalancha de emociones es una forma de criar a un hijo emocionalmente inteligente.
Los adolescentes parecen vivir en un estrés permanente. Entre sus cambios hormonales internos y las presiones externas de todo tipo, siempre están a punto de explotar.
Un abrazo en el momento adecuado no sólo ofrecerá una conexión entre madre e hija, sino que también reducirá sus niveles de cortisol y suavizará sus defensas antes de que las convierta en una armadura.
Es tentador reaccionar de inmediato ante los comentarios de tu adolescente. Mi hija no parece escuchar la palabra “no” y trata siempre de convertirla en un “sí”. Mientras la discusión prosigue, siento cómo se eleva mi presión sanguínea.
Cuando me siento a punto de reventar, sé que es momento de dar un paso atrás; con frecuencia, salgo a caminar alrededor de la manzana o voy a otro cuarto para tranquilizarme.
Otras veces sigo con la conversación, pero me esfuerzo por percibir mis pies sobre el piso, respirar profundamente y responder en lugar de reaccionar, eliminando la intención hiriente en mis palabras.
No creí que los mensajes de texto fueran una buena opción para comunicarme con mi hija. ¿Qué le pasó a las conversaciones cara a cara? Pero cuando mi hija tiene problemas y quiere que la apoye, me envía un mensaje a mi celular aunque esté en el cuarto de junto.
La realidad es que los mensajes de texto son parte del lenguaje de nuestros hijos. Pueden expresar más vulnerabilidad si no tienen que vernos a los ojos (por eso, suelen ser más sinceros cuando vamos en el auto).
“Los mensajes de texto ofrecen un canal de comunicación que los padres no tenían antes. Nos permiten preguntarles rápidamente cómo están, y le dan a nuestros hijos la oportunidad de compartirnos su vida mientras está ocurriendo”, dice George.
“Frente a sus amigos, tu hija podría sentirse apenada de responder una llamada tuya, pero sí puede enviarte un texto y mantenerse en contacto.” De hecho, hay veces en que enviar textos es más apropiado que llamar.
Algunas familias prefieren comunicarse mediante Snapchat: han descubierto que enviar caritas graciosas tiene mayores probabilidades de recibir respuesta que enviar un texto.
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Algunas veces me siento un poco avergonzada por el “servicio de desayuno” que le doy a mi hija. Como me despierto muy temprano, le preparo un desayuno muy completo.
Pero es que nos gusta platicar por la mañana, y es prácticamente la única ocasión durante el día en la cual me habla directa y francamente. Aprecio este instante de conexión y por eso le brindo toda mi atención.
“Los adolescentes no te dirán que necesitan estructura y estabilidad, pero lo hacen. Tener esos momentos frecuentes en los que saben que pueden comunicarse con sus padres les da cierta estabilidad durante una época caótica de crecimiento y cambio”, dice George.
Una amiga con grandes habilidades maternales me sugirió lo siguiente: “Lo mejor que puedes hacer cuando tu hija entre a la secundaria es conocer a los padres de sus amigas“. Estoy en un grupo de chat con las madres de las mejores amigas de mi hija.
Cuando salen, nos mantenemos al tanto de sus planes e intervenimos cuando es necesario. Este pequeño truco nos permite saber qué están haciendo y dónde están, y evita que suframos algún ataque de ansiedad por separado.
Hace poco, mi hija empezó a llamar a las madres de sus amigas “Mamá Elizabeth” y “Mamá Camila”. Sus amigas me llaman “Mamá Jen”. Suena extraño, pero en realidad es hermoso. Nuestras hijas ansían contar con la guía de mujeres adultas.
Convertirse en una “mamá postiza” para la hija de alguien más no solo es ofrecerle apoyo, sino que también fortalece la conexión que tienes con tu propia hija.
“Interesarte por las amigas de tu hija te muestra que te interesa su vida“, dice George. “Dejar que sus amigas se queden a cenar o llevarlas a algún lugar te permite conocer el mundo de tu hija, y abre la puerta para que te comparta más acerca de su vida”.
Dile a tu hija que si te necesita, ahí estarás… sin hacer preguntas. “Es importante establecer reglas y expectativas, pero también permitir que se comentan algunos errores”, dice George.
“Los adolescentes tienen que enfrentar nuevas situaciones y lidiar con la presión de sus compañeros. Si tu hija se mete en problemas o se siente asustada, querrás que sepa que puede llamarte o enviarte un mensaje pidiéndote ayuda sin que la castigues de por vida“.
Demuestra que tu ayuda va en serio al ofrecerle herramientas que pueda usar en caso de emergencia, como una tarjeta de débito con una pequeña cantidad de dinero que pueda llevar cuando salga, o una cuenta de Uber para aquellas ocasiones en que no se sienta cómoda y no puedas ir por ella.
¿Has pasado por estas circunstancias con tus hijos adolescentes? ¿Cómo haces para aligerar la tensión en los problemas típicos de la adolescencia?
Por Jennifer Levine, tomado de Readers Digest 9 Ways to Deal With Your Moody Teen Without Losing Your Marbles
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