A lucir bigotes
Aunque nunca han pasado totalmente de moda, los mostachos están volviendo por sus fueros. Los hay de todos tamaños, formas y estilos. Luego de leer esto, quizá te unas a la oleada de furor...
Aunque nunca han pasado totalmente de moda, los mostachos están volviendo por sus fueros.
Los hay de todos tamaños, formas y estilos. Luego de leer esto, quizá te unas a la oleada de furor capilar.
Ya sea que te encante usar bigote o que odies que te crezca, es probable que tu gusto o aversión por él haya surgido por asociaciones con la cultura pop. En 1944, en un artículo del suplemento dominical del New York Times, la periodista Edith Efron escribió esto sobre el bigote: “Hoy día adopta muchas formas. Es gracioso en Chaplin, psicopático en Hitler, varonil en [Clark] Gable y excéntrico en Lou Lehr. Asombra, fascina, divierte y repele”. Sin embargo, en esa época el bigote se había vuelto problemático. Aún no terminaba la Segunda Guerra Mundial, y los hombres estadounidenses evitaban cualquier asociación potencial con Hitler. Los que volvían a casa de la guerra, deseosos de terminar una carrera y convertirse en profesionales exitosos de clase media, empezaron a lucir un rostro bien afeitado. Aunque el bigote de Zapata se hizo popular por un tiempo luego de que Marlon Brando encarnó al caudillo de la Revolución Mexicana en el filme ¡Viva Zapata!, de 1952, la gente veía a los bigotudos con recelo.
No obstante, cuando llegaron los años 60, con su espíritu rebelde, la psicodelia y un gusto enorme por el pelo en la cabeza y la cara, usar bigote se volvió un hábito de rigor, a condición de que no pareciera militar. Tan triunfal fue su regreso, que la empresa Kent Brushes, fundada en 1777, relanzó un cepillo para bigote que había mantenido almacenado largo tiempo. Actores famosos como Robert Goulet perpetuaron el bigote como símbolo de masculinidad seductora, que posteriormente emularían Burt Reynolds y otros personajes afines. El movimiento hippie impulsó un florecimiento aún mayor del pelo natural, incluidos los imitados bigotes de Jimi Hendrix y David Crosby.
El bigote gay apareció en los años 70 junto con los Village People. Esta década también presenció la proliferación de películas pornográficas con actores bigotudos. Algunos expertos en temas capilares creen que la evolución del mostacho hacia una significación gay, bisexual o swinger explica su casi total desaparición en los años siguientes. ¿Se debió esto a una homofobia por influencia cultural, o al hecho de que los hombres no querían que se malinterpretara su orientación sexual? Tal vez fue por ambas razones. En Estados Unidos, al llegar los años 90, cualquier varón que usara bigote sobresalía en un paisaje lleno de rostros afeitados, pese a la popular campaña de anuncios “Got Milk?”, donde aparecían celebridades con el bigote embarrado de leche.
No fue hasta el surgimiento de la campaña Movember —que alienta a dejarse crecer el bigote para recaudar fondos destinados a instituciones de salud masculina—, en 2003, cuando los hombres empezaron a redescubrir el lado divertido del pelo facial. En el nuevo milenio, a menudo como una expresión de ironía, los jóvenes de las universidades comenzaron a lucir bigotes con una amplia variedad de estilos, desde finos como lápices hasta abultados como los de morsa.
La industria del afeitado preferiría ver a todos los hombres sin un vello en el rostro, desde luego, pero como prueba de la persistencia de esta moda, muchos fabricantes de productos de arreglo personal han lanzado utensilios que te permiten dar forma, recortar o elegir el largo (hasta un milímetro) de tu estilo favorito.
Si los vaivenes de la historia sirven de antecedente, esta nueva oleada de mostachos no durará largo tiempo. Pero el bigote regresará invariablemente. Ninguna otra manifestación de masculinidad es tan ambigua, juguetona e incomprendida.
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