Abejas sin aguijón, un tesoro de la Sierra Norte de Puebla
Las abejas Pisilnekmej pertenecen a la especie Scaptotrigona mexicana y son parte de la familia de abejas nativas del continente americano, cuya particularidad es que carecen de aguijón.
En la cadena montañosa de la Sierra Norte poblana, a 1,300 metros de altura, vive una raza especial de abejas. Las Pisilnekmej —abeja pequeña en náhuatl—, pertenecen a la especie Scaptotrigona mexicana y son parte de la familia de abejas nativas del continente americano, cuya particularidad es que carecen de aguijón.
Protegidas por la comunidad indígena, estas abejas se crían en las tradicionales ‘mancuernas’, unas colmenas formadas por dos ollas de barro selladas con una mezcla de ceniza húmeda. Las familias utilizan la miel recolectada como alimento o medicina. Especiada y picante, la miel que producen las Pisilnekmej es compleja, áspera, con notas cítricas.
La crianza de esta abeja se ha mantenido durante generaciones en comunidades indígenas de la Sierra Nororiental de Puebla como una actividad de traspatio. Su manejo consiste básicamente en establecer un sitio para colocar las ollas en que contienen los panales y cosechar la miel.
El resto son cuidados tradicionales: si hace frío se les cubre con una cobija, si hay algún fallecimiento en el hogar se les coloca una cruz de cal y ramas de sauco para protegerles del ‘’mal aire’ y, en general, se busca mantener la armonía en el hogar, porque de lo contrario se pueden ir las abejas de casa.
La crianza de la abeja Pitsilnekmej representa un conjunto de saberes y creencias sumamente importantes en la cosmovisión del pueblo Maseual, explican Tania Guadalupe García Guerra, coordinadora del Baluarte, y Rubén Chico Cruz, técnico y experto en meliponicultura, quienes fueron entrevistados por Slow Food.
En 2012 se inició el Baluarte de Slow Food de miel de abejas nativas de sierra Norte de Puebla en colaboración con la cooperativa Tosepan Titataniske (Unidos Venceremos en náhuatl). Los productores entregan la miel y otros productos de la mancuerna a la cooperativa, por los que reciben una remuneración adecuada. Luego la cooperativa vende miel, polen y propóleos y con ellos produce cosméticos.
La denominación de Baluarte ha sido muy benéfica, pues en 2006 el litro de miel se vendía a 50 pesos, mientras que en 2018 este precio se multiplicó por nueve y alcanzó un precio de acopio de 450 pesos/litro.
En la actualidad la Unión de Cooperativas Tosepan, que coordina el Baluarte de la abeja nativa de la Sierra Norte de Puebla, es la organización más importante a nivel mundial en la crianza de abejas sin aguijón.
Esta Unión de Cooperativas tiene como objetivos principales la formación de nuevos productores jóvenes e indígenas, la promoción de esta miel de propiedades únicas, así como su territorio en los canales de turismo comunitario a través del trabajo de los apicultores.
Además, Slow Food está dando voz a los productores del Baluarte que protestan para defender el territorio del acaparamiento de tierras que diversas empresas mineras y de producción de energía están llevando a cabo. En virtud de la importancia del trabajo realizado hasta ahora por los apicultores, Cuetzalan fue declarada en 2011 ‘santuario de las abejas nativas Pisilnekmej’.
En este sentido, la denominación del Baluarte fue un impulso sumamente importante para contribuir a valorizar mejor esta miel. Hasta antes de la denominación, la miel de Scaptotrigona mexicana estaba desvalorizada, pues sus características organoléticas no se ajustan a los estándares de la miel de Apis mellifera, bajo una percepción dominante de mercado. La denominación del Baluarte permitió reconocer y apreciar a esta miel por sus características intrínsecas.
La Scaptotrigona mexicana es una especie nativa de esta región, por lo que ha cohevolucionado con el ecosistema local, y a partir del manejo, ha mantenido una alta interacción con los agroecosistemas tradicionales como la milpa o el koujtakiloyan, el sistema agroforestal altamente diversificado para el cultivo de café.
En general, la actividad de la meliponicultura ayuda a preservar la riqueza de flora nativa. Por ejemplo, mediante la polinización se mejora la producción de cultivos comerciales como pimienta gorda, café, zapote y plátano criollo.
Además, la meliponicultura es una actividad que fomenta la producción orgánica, ya que para su supervivencia se requiere de un entorno libre de agentes químicos. Podemos decir que cada vez más personas se interesan de esta actividad, por lo que el número de productores de miel en la región va aumentando, lo que hace que cada vez más gente se concientice que para practicar esta actividad deberá dejar de usar herbicidas y agentes químicos para la producción.
Fuente: Slow Food, una organización global que trabaja en la prevención de la desaparición de culturas y tradiciones alimentarias locales para contrarrestar el auge de los ritmos de vida acelerados y combatir el desinterés general sobre los alimentos que se consumen, su procedencia y la forma en que las decisiones alimentarias afectan al mundo.