Accidente en el mar: no existía esperanza de unir su brazo a su cuerpo
No voy a sobrevivir, pensó Carter, con el dolor corriendo entre la adrenalina. No existe manera de que logre sobrevivir...
Esta es la segunda parte del artículo publicado la semana anterior. Aquí puedes leer la primera parte.
No voy a sobrevivir, pensó Carter, con el dolor corriendo entre la adrenalina. No existe manera de que logre sobrevivir.
Earl también temía que su amigo no pudiera superar tales heridas. “Dios está con nosotros”, dijo para tranquilizar a Viss, una y otra vez, sosteniendo su mano mientras el Talley Girl se dirigía a la orilla. “Dios está con nosotros”.
Viss, un cristiano devoto, sintió que su miedo y pánico se desvanecían. Los sustituyó una rendición total, una especie de aceptación dichosa. Morir se sentía como sumergirse en otro reino hermoso y pacífico.
El peor día de la vida de Carter no estuvo exento de cosas por las cuales estar agradecido. Andy y Christine estaban cerca del lugar; el bote de motor regresó de inmediato; los socorristas entraron al mar para esperar la llegada del Talley Girl.
En el St. Mary’s Medical Center, el equipo de cuidados intensivos de 12 personas recibió a Viss en la bahía de emergencias apenas 20 minutos después del accidente.
El doctor Robert Borrego, cirujano de cuidados intensivos y director médico de trauma en el St. Mary’s, estaba a la mitad de su turno. Hijo de un pescador cubano, Borrego llegó a Estados Unidos a los 9 años.
El cuerpo humano solo es capaz de pelear tantas batallas al mismo tiempo antes de colapsar.
Treinta años en el St. Mary’s y una temporada en un hospital de campo en Irak lo habían preparado para lidiar con traumatismos. Muchos soldados con los que trabajó eran víctimas de lesiones graves provocadas por artefactos explosivos.
El médico hizo una evaluación rápida de la situación. Las heridas abiertas de esa magnitud ocurridas en el océano son el doble de peligrosas, pues el sangrado de la persona no disminuye por la coagulación y es muy probable que se infecten.
Carter había perdido al menos el 40 por ciento de su volumen de sangre y estaba en la antesala de una disfunción multiorgánica. Otro buzo había recuperado su brazo, pero no existía esperanza de poder unirlo a su cuerpo nuevamente.
Borrego analizó la muñeca y la mano izquierda dañadas. La rodilla derecha estaba dislocada, la rótula casi cortada por completo y el fémur fracturado. La parte inferior de la pierna y el tobillo izquierdo se hallaban destrozados y el pie izquierdo comenzaba a adquirir un tono azul.
Era un milagro que Carter estuviera vivo, pero cada minuto contaba. Una opción era amputar ambas piernas, lo que reduciría el riesgo de infección. No obstante, como Viss era joven y sano, el especialista decidió salvarlas.
Tres cirujanos y dos médicos residentes pusieron manos a la obra. Primero fue la amputación del brazo mutilado. Luego restablecieron las piernas y les colocaron un fijador, una especie de exoesqueleto que mantiene la alineación adecuada a medida que los huesos inician su lento proceso de reparación.
También se trataron las fracturas en la mano y muñeca izquierdas y se repararon los daños en los tejidos blandos. Tres horas y media después, suministrado con solución salina y 8 unidades de glóbulos rojos, plasma y plaquetas, Carter fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos (UCI).
Entre las próximas 48 a 72 horas la situación sería crítica. El cuerpo humano solo es capaz de pelear tantas batallas al mismo tiempo antes de colapsar. Todo lo que se podía hacer era esperar, confiar y ver si salía adelante.
Conoce lo qué pasará con Carter en la tercera parte de esta historia el próximo jueves 21 de julio. Mientras tanto, lee acerca de algunos dramas médicos, desde raros accidentes a complicaciones en partos.