Bajo la superficie del océano aguarda un mundo diferente: tranquilo, resplandeciente de vida. Carter Viss amaba ese mundo. Por esa razón decidió mudarse del estado sin litoral de Colorado para estudiar biología marina en la Palm Beach Atlantic University de Florida.
Gracias a ello consiguió un trabajo en el Loggerhead Marinelife Center, en la costa del mismo estado. Y también debido a eso pasaba tanto tiempo libre practicando esnórquel en los arrecifes, a unos 200 metros del centro vacacional Breakers de Palm Beach.
Ese jueves por la mañana, el 28 de noviembre de 2019, se celebraba el Día de Acción de Gracias; turistas y habitantes del lugar visitaban las playas. El mar estaba tranquilo, el cielo era azul y la visibilidad bajo el agua, espectacular.
Viss, de 25 años, y su colega de 32, Andy Earl, pasaron un par de horas entre tiburones, anguilas, tortugas, pulpos y peces ángel. Al final, cerca del mediodía, se dirigieron a la costa.
Para un buzo bajo el agua, los motores fuera de borda tienen un sonido inconfundible. Pero Carter estaba a nivel de la superficie y no oyó el bote hasta que se hallaba casi encima de él. Cuando lo vio, supo que solo tenía un instante.
Se movió con desesperación hacia un lado, sacando la cabeza y la parte superior del torso, para apartarse del camino de la embarcación antes de que lo embistiera. Agitó los brazos y se revolcó.
El agua de mar a su alrededor se tornó carmesí. Una extremidad cercenada se hundía hasta el fondo: era un brazo humano, con la mano cubierta por un guante negro de buzo. Esto no puede estar pasando, pensó Viss. Todo aquello era demasiado insólito.
Al tragar sangre y agua salada, el hombre tuvo la certeza de que se ahogaría si no nadaba. Pero su brazo derecho había desaparecido y sus dos piernas estaban destrozadas, colgando debajo de él sin reaccionar. La mano restante estaba dañada. Gritando por su vida, se fue deslizando hacia abajo.
Andy Earl escuchó el terror mortal de su amigo. Aquello también llegó a los oídos de Christine Raininger, una canadiense que estaba cerca, sentada en una tabla de remo, quien le gritó al bote que redujera la velocidad. Ambos llegaron hasta Carter casi al mismo tiempo.
Mientras Andy mantenía la cara de su compañero fuera del agua, la mujer apretó la parte superior de su brazo para detener el flujo de sangre; luego hizo un torniquete con el cordón de su tabla.
Mientras tanto, la lancha de motor de 11 metros de eslora, de nombre Talley Girl, daba marcha atrás con urgencia. La propulsaban 3 motores fuera de borda de 400 caballos de fuerza con hélices de 5 palas.
A bordo se encontraban el ejecutivo retirado de Goldman Sachs, Daniel Stanton; su hijo de 30 años, Daniel Jr.; su yerno, y dos nietos. Daniel Jr. iba al timón. Horrorizado, en estado de shock, ayudó a Earl y a Raininger a subir a Viss a la popa del barco.
Conoce la segunda parte de esta historia el próximo jueves 14 de julio. Mientras tanto, conoce cómo salvar tu vida en 10 emergencias difíciles.
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