Un día, cuando mi nieta Abril tenía siete años, íbamos caminando a la salida de la escuela…
Un día, cuando mi nieta Abril tenía siete años, íbamos caminando a la salida de la escuela, entre un montón de chiquillos. De repente, Abril tropezó y cayó al piso. Me miró, se levantó y seguimos caminando. Llegamos a casa, Abril dio un paso dentro y soltó un llanto estruendoso.
—¿Por qué lloras ahora, si te caíste hace cinco minutos? —le pregunté.
—¿Qué querías —contestó la niña—, que mañana toda la escuela dijera que soy una niña llorona?
Mercedes Dueñas, Estados Unidos
Publicado en Selecciones, Febrero 2010
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