¡Adiós golpes! Técnicas de neurociencia para una disciplina infantil
¿Los berrinches de tus hijos te hacen dudar sobre la efectividad de tus métodos de disciplina? Prueba estás técnicas de neurociencia.
Los padres suelen enfrentarse a rabietas, berrinches y desobediencia por parte de los hijos pequeños, y es en estas ocasiones cuando surgen las dudas sobre la efectividad de los métodos de disciplina.
Está claro que los gritos y golpes no son la solución. Los malos tratos afectan gravemente la percepción que el menor tiene de sí mismo, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Entonces, ¿cómo disciplinar?
La neurociencia es el conjunto de disciplinas científicas que estudian el sistema nervioso, con la finalidad de comprender los mecanismos que regulan el control de las reacciones nerviosas y el comportamiento del cerebro.
En los últimos años, los avances en la neurociencia nos han permitido comprender cómo funciona el cerebro, y el importante papel que tienen la curiosidad y la emoción en la adquisición de nuevos conocimientos. Las emociones, el aprendizaje y la memoria están estrechamente relacionados.
Es por eso que Tina Payne Bryson, autora de varios libros, co-autora junto con Dan Siegel del libro “Disciplina sin lágrimas” y ponente en el World Parenting Forum, recomienda disciplinar a los niños con respeto, así como límites claros y coherentes.
La finalidad, agrega, es fomentar un desarrollo que favorezca buenas actitudes para que se relacionen y mejoren su capacidad para tomar decisiones acertadas, tengan en cuenta a los demás y adopten actitudes que los preparen para el éxito y la felicidad. ¿Cómo puedes saber si estás educando a tu hijo de forma correcta, o si le das todo lo que necesita?
“Disciplina efectiva significa que no solo estamos interrumpiendo una mala conducta o favoreciendo otra buena, sino también enseñando habilidades y alimentando, en el cerebro de los niños, las conexiones que les ayudarán a tomar mejores decisiones y a desenvolverse bien”, indica la especialista.
Tras una larga investigación desde un punto de vista neurocientífico, Payne Bryson ha llegado a la conclusión de que educar con golpes es contraproducente cuando se trata de crear relaciones respetuosas con los hijos e hijas, enseñarles las lecciones que queremos que aprendan y estimular su desarrollo óptimo.
Cuando los pequeños reciben golpes de sus padres, su cerebro interpreta el dolor como amenaza, así que se enfrentan a una paradoja biológica insoluble: por un lado quieren acudir a sus cuidadores por instinto en busca de protección, y por otro lado perciben que los cuidadores son el origen del dolor y del miedo. De esta forma, para el cerebro del pequeño, la situación resulta confusa.
Así que cuando el padre o madre es el origen del dolor o del miedo, puede suceder que el cerebro del hijo o hija termine funcionando de forma desorganizada, pues se crea una paradoja sin solución.
Los castigos duros y severos pueden dar lugar a cambios importantes en el cerebro, como la muerte de conexiones e incluso de las células cerebrales. De acuerdo a Unicef, otras consecuencias de las agresiones físicas son:
Unicef informa que en México casi 4 de cada 10 madres, y 2 de cada 10 padres reportan pegarle o haberles pegado a sus hijas o hijos cuando sintieron enojo o desesperación, lo cual termina, como hemos visto, afectando la salud mental y emocional del menor.
La neuroplasticidad es la manera en la que el cerebro cambia físicamente de acuerdo con las experiencias que vamos acumulando. De acuerdo con los científicos, el cerebro es plástico o moldeable, es decir, cambia en función de lo que nos sucede.
La conferencista del World Parenting Forum asegura que el papel de los padres tiene enormes repercusiones en la neuroplasticidad de sus hijos e hijas.
Esto se debe a que las experiencias repetidas cambian realmente la arquitectura física del cerebro, ya sea que estás experiencias sean buenas o malas. Entonces se debe hacer la pregunta: ¿Qué tipo de experiencias queremos que tengan nuestros hijos?
Todo lo que los menores ven, oyen, sienten, tocan o incluso huelen, causa un impacto en su cerebro, por lo que influye en su manera de contemplar e interaccionar con el mundo, incluyendo a su familia, vecinos, desconocidos, amigos, compañeros de clase e incluso a ellos mismos.
Las experiencias provocan cambios en la arquitectura cerebral; las conexiones neuronales de los niños están formándose y evolucionan. Tampoco olvides educar sin tintes machistas.
“Los niños cuyos padres les hablan de sus sentimientos también desarrollan una inteligencia emocional más sólida, por lo que tienen más facilidad para percibir y comprender sus propios sentimientos y los de los demás. Las neuronas que se activan juntas permanecen conectadas, cambiando el cerebro cambiable”, explica Tina en su libro “Disciplina sin lágrimas”.
Como padres, lo ideal es que la disciplina les sirva a nuestros hijos e hijas para fortalecer sus conexiones neuronales entre las partes cerebrales superior e inferior, conexiones que dan lugar a percepción personal, responsabilidad, toma de decisiones flexibles, empatía y moralidad.
El modo en que interactuamos con ellos cuando están alterados, afecta considerablemente el desarrollo de su cerebro, y por lo tanto el tipo de personas que son ahora y que serán en el futuro. La forma de comunicarse con los niños tiene un impacto en sus destrezas internas. Es por eso que el trabajo de los padres consiste en:
Cuando fijamos límites con cariño, ayudamos a establecer conexiones neurales que potencian las relaciones, el autocontrol, la empatía, la percepción personal, la moralidad, entre otros aspectos, de esta manera los niños y niñas pueden sentirse bien con lo que son como individuos, mientras aprenden a modificar su conducta.
Tina Payne Bryson expondrá más técnicas y consejos de neurociencia y disciplina para padres en el World Parenting Forum, en el que también participarán otros expertos internacionales. El foro tiene como finalidad brindar herramientas a los padres de hoy para crear familias más felices, sanas e integradas.