Óscar Hernández, de 54 años, fue reportero de radio, televisión y prensa durante mucho tiempo en la Ciudad de México y en el estado de Sonora, y se dedicó también a la comunicación social. Como su trabajo lo obligaba a correr de un lado a otro para cubrir sucesos importantes, comía en la calle y a menudo tenía molestias estomacales.
“Comía en fondas porque pensaba que allí podía encontrar comida sana y natural”, recuerda. Pero, de hecho, la mayoría de los alimentos que vendían en esos lugares estaban cocinados con ingredientes que le causaban daño.
En ese entonces era joven y comía de todo, a pesar de que, desde los ocho años de edad, su organismo no toleraba algunos alimentos. Sufría diarreas constantes, acompañadas de dolor e inflamación de vientre, y tenía que tomar medicinas de todos colores y sabores.
Cuando Óscar llegaba allí, los médicos lo hidrataban de inmediato con suero y electrolitos: potasio, calcio y sodio. En otras ocasiones sólo le recetaban fármacos de uso común, como Lomotil y Kaopectate, para aliviar los síntomas.
Algunos de los doctores llegaron a pensar que se trataba de cólera. Cierta vez, durante un vuelo que Óscar hizo para cubrir el asesinato de un ex candidato a la presidencia de México, le ofrecieron un desayuno de huevo con queso, café y pan. Ese día la jornada sería intensa y no volvería a comer nada hasta la noche, así que recordó una recomendación de tiempos de guerra: “Come, duerme y ve al baño cuando puedas. Nunca se sabe cuándo volverás a hacerlo”.
A los 10 minutos de ingerir los alimentos, el estómago se le revolvió e inflamó, y sintió urgencia de ir al baño. Fue imposible: el pequeño avión no tenía ese servicio. Sudando y con la cara enrojecida, Óscar aguantó casi una hora más de viaje.
Al llegar a su destino, de inmediato buscó un baño en la terminal aérea, pero todos los retretes estaban ocupados. No tuvo más remedio que usar el baño de mujeres… apenas a tiempo; de lo contrario, el desenlace habría sido vergonzoso.
Pero la verdadera crisis de Óscar se produjo meses después de casarse, a los 23 años. Una tarde comió una sopa de ajo que le provocó vómito y una diarrea terrible; ocho horas después, estaba en un hospital de la Ciudad de México en estado de choque.
Para estabilizarlo, los médicos le suministraron 16 litros de suero. En el momento más crítico, el peso del reportero, de 1.75 metros de estatura, disminuyó de golpe: de 70 a 59 kilos.
Finalmente, hace unos cinco años, tras investigar en libros y consultar con su gastroenterólogo, Óscar descubrió que ese trastorno tenía un nuevo nombre: enfermedad celiaca, un síndrome de malabsorción que se caracteriza por la intolerancia al gluten.
Un análisis sanguíneo y una biopsia de intestino delgado confirmaron el diagnóstico. El tratamiento fue eliminar de su dieta los alimentos que contienen gluten, como el trigo, la cebada y el centeno. Óscar ahora sabe qué hacer. Sin embargo, tantos años de padecer el trastorno le provocaron daños dentales, deficiencia visual y otras complicaciones.
En América Latina, las enfermedades gastrointestinales son uno de los principales motivos de consulta médica. Algunas de ellas son más graves que otras; pueden causar síntomas muy molestos, o ser insidiosas y difíciles de diagnosticar y curar.
¿Cómo saber si un dolor estomacal se debe a una infección, al estrés, una alergia, indigestión o una afección rara?
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
La salud neurológica es una preocupación creciente en todo el mundo, con un notable aumento…
El sueño es un proceso biológico fundamental para la salud física y mental. Cuando este…
Aunque puede ser difícil de describir, este síntoma suele ser la señal de que algo…
Un microbioma intestinal saludable podría ayudar a las personas con EII, pero ¿deberían los probióticos…
Aprende consejos prácticos y encuentra 15 ideas fáciles para mantenerte en el camino hacia una…
Esta web usa cookies.