Historias de Vida

Aisholpan, desafiando una tradición milenaria

A sus 13 años, decidió que la cetrería no era sólo para hombres y luchó contra una cultura machista para convertirse en la primera cazadora de águilas.

Por más de dos milenios los nómadas mongoles han utilizado águilas reales para cazar; eso es la cetrería: un arte que se transmite de generación en generación, pero sólo de padre a hijo.

Dicha asociación entre ave y berkutchi (que en kasajo quiere decir “cazador de águilas”) es entrañable y respetuosa a la vez. La costumbre dicta que después de siete años de servicio leal los animales deben ser liberados para que continúen su ciclo de la vida en la naturaleza.

Aisholpan es una niña que nació en el macizo de Altái. Pertenece a una reconocida familia de campeones cetreros, por lo que desde muy temprana edad ha estado en contacto con esta actividad. Además siempre ha tenido una estrecha relación con su padre y las tareas que éste desempeña. La sangre le llamó a seguir con el legado de su ascendencia.

Sólo ella podía romper con más dos mil años de tradición. “Aisholpan estaba fascinada desde pequeña con el trabajo de su padre; ella salió a él, no a mí”, cuenta su madre. Por eso desarrolló un vínculo de maestro y alumna con su padre, Nurgaiv.

Viviendo el sueño

Aisholpan siempre supo lo que quería ser, pero se encontró con un gran obstáculo para alcanzar su sueño: una cultura milenaria de tradiciones que limitan el desarrollo de las mujeres. “La mujer es débil”, dice uno de los ancianos jefes. En cambio, el padre de Aisholpan asegura que “las chicas pueden hacer todo lo que los niños hacen si lo intentan”.

Aisholpan logró combinar su vida de mujer con la del cazador y su papel de estudiante con el oficio que tenía que desempeñar en su tribu. Sorprendió a todos mostrando sus habilidades no sólo en la escuela, sino en trabajos que se creía eran sólo para hombres.

Su papá le enseñó primero a cubrir la vista y la cabeza del ave, luego a arrastrar al señuelo que el águila tiene que cazar. Paso a paso le develó los misterios de su arte y ella comenzó a hacer magia. Aprendió a hacer volar al animal desde la montaña y su padre la alentó a mejorar cada día. Nurgaiv no estaba equivocado, su hija podía convertirse en berkutchi si así lo deseaba.

Tras practicar con el ave de su padre, estaba lista para ganarse su propia águila. Ésta debía ser lo suficientemente madura para sobrevivir lejos del nido, pero no tanto como para alzar vuelo. Tras días de camino a caballo para llegar a la montaña Aisholpan logró capturar un ejemplar y, con eso, la oportunidad de ser berkutchi.

Gracias a las habilidades que Nurgaiv le había enseñado a su hija, ella pudo crear un estrecho vínculo con el animal en poco tiempo. A medida que su relación se hizo más profunda, el águila aprendió a escuchar su llamado, una expresión particular: “Hooka”.

Tras semanas de intenso entrenamiento Aisholpan estaba lista para medirse con experimentados cazadores con águila. Ella sería no sólo la primera mujer en más de dos mil años en participar en este evento, sino la más joven en hacerlo.

El Festival del Águila

El Festival del Águila es lo más esperado en el área de la capital de Olgii. A medida que el evento se acerca, la emoción aumenta en toda la región. Esta es la mejor oportunidad que los berkutchi tienen para honrar su tradición, representar a su tribu y desfilar ante una multitud entusiasmada. Pero esta edición del festival es especial por una razón: es la primera vez que participa una mujer.

El festival comienza calificando los trajes de los cazadores, sus caballos y su equipo. Cuando llega el turno de Aisholpan, la gente ríe y murmura, no pueden creer que se haya admitido a una chica en un concurso en el que sólo participan hombres.

En la siguiente etapa se califica el llamado, también se evalúa el vuelo (velocidad) y la elegancia del aterrizaje del ave que desciende desde las rocas para atrapar una carnada. Aisholpan y su ave lo hacen de manera perfecta.

Después se hace una pausa para comer y tomar el té. Debido a la tensión en el ambiente y el rechazo, Aisholpan se mantiene discreta mientras que su padre habla con los hombres en edad madura de que ella es una digna participante.

El último punto de la evaluación es el llamado desde lejos. En éste se aprecia el adiestramiento del ave: la velocidad y la habilidad son lo más importante. “Las mujeres deben quedarse en casa”, dice uno de los participantes al padre de Aisholpan, pero ese comentario se lo lleva el viento.

La joven cetrera vuelve a sorprender al público tras conseguir otra calificación perfecta y con un tiempo récord: fue la única en hacerlo en 5 segundos, “mis manos aún están temblando”, confiesa.

Gracias a la última calificación, ella se dio cuenta de que era aspirante a subirse al podio. Los que al principio se burlaron de ella, ahora la veían como una seria contendiente: Aisholpan se había distinguido de entre el resto pese a las críticas de los ancianos jefes de las tribus que no creían que una mujer pudiera lograrlo.

Maestra cazadora

Entrenar a su nuevo rapaz no fue tan duro como enfrentarse a los exigentes jueces que no tenían la más mínima condescendencia con ella en el otoño del 2016; sin embargo, Aisholpan superó cada una de las pruebas de manera sobresaliente.

Se mostró exacta en cada uno de sus movimientos, sorprendió a los 70 cazadores con águila que peleaban por el título de campeón. No sólo fue la primera mujer en participar en esta competencia en más de dos mil años, sino la más joven en coronarse, aunque algunos participantes se niegan a reconocer su cetro.

La historia no termina ahí, después tuvo que enfrentar la verdadera prueba de un cazador con águila: adentrarse en las montañas en el crudo invierno asiático para demostrarse a ella misma que es una auténtica maestra cazadora.

En el tercer intento el águila de Aisholpan logra por primera vez cazar una presa viva. La joven mujer, orgullosa del ave, se veía por fin como una auténtica cazadora. Su padre nunca dudó de ella, con paciencia y amor le mostró a su hija que ella podía lograr cualquier cosa si así lo desea, aún si se tiene que romper con dos mil años de tradición.

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Staff

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