Aleja a la soledad: las personas son más saludables cuando se sienten conectadas

La soledad es el flagelo oculto de la vida moderna, pero una nueva iniciativa muestra cómo puede vencerse el aislamiento social, lo que brinda grandes beneficios para la salud.

“Uf, es difícil”, suspira Jeanette, frunciendo los labios. Se refiere a enfrentar una vida solitaria. Hace un par de años, el que fue su compañero por 15 años la dejó. Poco después, una amiga discapacitada a la que cuidó durante dos décadas falleció repentinamente. Por primera vez en su vida está sola, y lo encuentra complicado.

“Es demoledor”, dice tras una pausa. “No quieres salir de tu casa, porque te avergüenza la forma en que te sientes. Pero tampoco quieres estar ahí, porque estás solo y sabes que nadie va a cruzar la puerta. Es horrible”.

Helen comparte el sentimiento. “Estar solo conduce a la depresión, así que terminas por no convivir ni hablar con nadie”, dice.

A Helen le dieron una licencia laboral por tres meses dado que hacerle frente a su situación le resultaba arduo: tanto ella como su esposo experimentaron una crisis de salud, su hija padecía una afección crónica y cometió un error mientras atendía la caja registradora en el trabajo. “Mi marido supo que algo andaba mal antes que yo. También el gerente, mi superior inmediato. Me dijo: ‘Algo está mal’; yo respondí: ‘No es cierto; estoy de maravilla’. ¿Puedes creerlo?”.

Entonces se dio cuenta de que es posible sentirse sola en el hogar. “Con mi esposo en el trabajo, mi hijo en la universidad y mi hija en la cama, pasaba mucho tiempo viendo tele. Lo cual no ayuda”.

La soledad no es buena para nadie”, asevera Chris, quien vive sin compañía alguna y ha tenido problemas con el consumo de alcohol y drogas. “Es una especie de círculo vicioso. Aunque las puertas están abiertas de par en par, eres incapaz de atravesarlas, no puedes pedir ayuda a nadie y tiendes a sufrir en el aislamiento. Y cuanto más impotente te sientes por no poder hacer nada al respecto, peor te sienta la situación”.

La soledad es la epidemia oculta del siglo XXI y es un tema que preocupa cada vez más a las autoridades de los niveles más altos.

“El severo desamparo no es exclusivo de los ancianos. He recibido cartas de madres jóvenes y adolescentes con muchos amigos en las redes sociales que, aun así, se sienten muy solos y aislados en este mundo tan ajetreado y agitado”, revela Tracey Crouch, quien este año fue nombrada como la primera Ministra para combatir la Soledad, en el Reino Unido.

Conoce el tema de primera mano, pues vivió en carne propia la sensación de aislamiento tras el nacimiento de su primer hijo.

Una encuesta reciente hecha por Eurostat a petición de la Comisión Europea mostró que, en promedio, 6 por ciento de la población de la Unión Europea no tiene a quién pedir ayuda en caso de necesitarla. La cifra rebasa el 10 por ciento en los Países Bajos, Luxemburgo e Italia.

En Estados Unidos, un sondeo hecho entre mayores de 45 años evidenció que más de un tercio de ellos se sentía solo. En Japón incluso existe un término que describe el fenómeno de morir sin nadie al lado y, por lo tanto, desapercibido: kodokushi.

Innumerables estudios han demostrado que la soledad es nociva para la salud y han vinculado al aislamiento social con múltiples complicaciones, desde hipertensión y un sistema inmunitario debilitado hasta un mayor riesgo de ser víctima de la depresión, infartos y accidentes cerebrovasculares.

Una investigación estadounidense sugiere que quienes carecen de interacción humana adecuada son dos veces más propensos a una muerte prematura, por lo que resulta tan peligroso como fumar 15 cigarrillos al día.

“Existen pruebas sólidas de que el aislamiento social y la soledad aumentan significativamente el riesgo de la mortalidad prematura”, señala la profesora Julianne Holt-Lunstad, experta en la relación entre sociabilización y muerte.

Lo que nos lleva de vuelta a Jeanette, Helen y Chris, habitantes de Frome, una ciudad comercial en Somerset, en el suroeste del Reino Unido, y el laboratorio de una iniciativa de salud que está teniendo un efecto notable en el combate al aislamiento y a sus impactos sanitarios.

El proyecto Compassionate Frome ha establecido un directorio coordinado en línea de agencias y grupos comunitarios, respaldado por una red de voluntarios, con objeto de ayudar a los residentes a encontrar el apoyo y las actividades que desean.

Y parece estar rompiendo el conocido ciclo de enfermedad que conduce al aislamiento, que a su vez exacerba la enfermedad: los números de hospitalizaciones de emergencia en la zona se han desplomado desde 2013, año en que se implementó el programa.

“Lo único que queríamos era facilitar nuestro trabajo y mejorar la atención que brindamos a los pacientes”, afirma la médica Helen Kingston en el asiento de uno de los consultorios de la moderna y reluciente clínica de Frome, inaugurada en 2013 tras una inversión de 10.5 millones de libras esterlinas.

Kingston lleva casi 25 años ejerciendo la medicina en esta ciudad; sin embargo, fueron las oportunidades que ofrecía este enorme cuartel general que alberga no solo médicos, sino también enfermeras distritales, inspectores sanitarios y otros profesionales de la salud, lo que le mostró nuevos horizontes.

“Creamos un sistema gracias al cual, cada vez que un paciente sale del hospital, nos comunicamos con él; aprovechamos cada ocasión que se presenta para conversar con alguien sobre lo que mejoraría su día a día”, ilustra.

La principal preocupación de los médicos debe ser la gente, preguntarse qué es lo importante para la persona que tienen enfrente y tratarla con empatía; no limitarse a considerarla como un montón de enfermedades”, agrega. “Se trata de conversar con el paciente y no sacar el talonario de recetas a la primera oportunidad”.

Hoy, Jeanette, Helen y Chris están sentados detrás de unos escritorios en una de las tantas salas de juntas, luminosas y ventiladas, de la clínica. Son parte de un grupo de bienestar integrado por 12 miembros que se reúnen cada semana; es coordinado por Mind, organización sin fines de lucro que atiende a quienes padecen depresión y ansiedad.

Los participantes reciben consejos prácticos para el cuidado de su salud física y mental, pero, más que nada, las sesiones son un buen pretexto para salir de casa, conocer a otros individuos y charlar sobre sus problemas.

Como dice Ruth, una voluntaria de Mind que asiste a las sesiones: “En muchos casos, vienen por el té y el pastel; para poder entrar y hablar con la gente. Hay personas que me dicen: ‘Estas tres horas son lo mejor de mi semana’”.

Y, como señala Jeanette, es una oportunidad no solo de obtener apoyo, sino también de brindarlo. “Cuando llegué al grupo, no podía estar más de 10 minutos sin llorar a mares; todo me abrumaba”, recuerda.

“Aunque ahora, más de un año después, cuando se integran nuevos compañeros, puedo ser empática con lo que sienten y decirles: ‘Mira, hay luz al final del túnel. Tal vez en este momento sientas que estás tan hundido en el pozo que el agua ya te cubrió por completo, pero créeme, las cosas pueden mejorar’”.

Mind es uno de los grupos registrados en alguna de las casi 50 categorías del sitio web generado por Health Connections Mendip, el grupo regional de servicios de salud que hace que el programa funcione. Estas no solo abarcan problemas de salud, sino problemas de bienestar como vivienda, transporte, trabajo y estudio.

La oferta de actividades va desde canto coral y control de peso hasta una amplia gama de grupos de apoyo. Aproximadamente 650 voluntarios regionales capacitados hacen de “conectores comunitarios”, difundiendo información sobre las opciones disponibles. Por su parte, los “conectores de salud” certificados ofrecen asesoría individual, para canalizar a los sujetos a clases o grupos apropiados, y les ayudan a establecer metas relacionadas con la salud.

Establecer metas es el objetivo de los grupos llamados “On Track” de Health Connections, donde las personas con problemas de salud en común pueden reunirse a fin de apoyarse mutuamente. “Nos juntamos cada dos martes durante una hora y media y hablamos de prácticamente cualquier cosa”, cuenta Kathy, quien, en febrero, sufrió los embates de la artritis reumatoide seropositiva y en apenas dos semanas pasó de tener un empleo de muy alto perfil y correr coches de carreras los fines de semana a estar confinada a la cama.

Su tratamiento ya le permite caminar con un par de muletas, y su grupo On Track supone una tercera. “Son un encanto. Puedo escuchar lo que cuentan y saber que hay otros que sufren las mismas dificultades”, dice Kathy.

Patsy, otra integrante del grupo, es un ejemplo de la variedad de ayuda disponible. Hace cinco años sufrió un grave accidente cerebrovascular y aneurismas que la dejaron paralizada por un tiempo.

Tras enterarse de Health Connections, comenzó a asistir a diversas actividades, desde una clase de ejercicios físicos para mayores hasta un Club de la Apoplejía, donde hace un entrenamiento de circuito y, claro, el grupo On Track. “Tengo suerte”, dice. “He hecho muy buenos amigos en los clubes. Ahora la vida vale la pena”.

Shane, otra integrante del grupo, padece varias afecciones crónicas, entre ellas fibromialgia, osteoartritis, asma y enfermedad degenerativa de la columna vertebral.

No obstante, esto no le impide fungir de conectora comunitaria y ayudar en el Café para Charlar de la ciudad, otra iniciativa de Health Connections. “Te hace salir de casa, así que no te la pasas encerrado, viendo las paredes”, ríe.

Los Cafés para Charlar, que se llevan a cabo semanalmente en cafeterías de cinco pueblos del distrito, permiten que la gente se conozca y que también conozca los diferentes servicios a su alcance.

“Alguien me dijo: ‘Es como ir a la iglesia: sabes que siempre que vayas habrá alguien con quien hablar’”, comparte Jenny Hartnoll, la alegre directora de servicios de Health Connections Mendip, quien hizo el sitio de Internet y desempeña un papel destacado en el programa.

Tanto Hartnoll como Kingston enfatizan que no solo se trata de combatir la soledad. “Es un proyecto que busca ayudar a las personas a vivir sus vidas al máximo”, asevera Kingston.

“En parte se trata de evitar el desamparo, pero también nos interesa propiciar una mayor integración de gente que si bien no es solitaria, está poco vinculada a la comunidad.

”Forjar conexiones y recibir y brindar apoyo a otros nos beneficia a todos, pues es un proceso bidireccional. Cuando todos reciben ayuda para mejorar, entonces el efecto dominó se hace patente”.

Uno de ellos ha sido la reducción del 17 por ciento de las hospitalizaciones de emergencia en Frome en tres años; en el resto de Somerset, dichos incidentes aumentaron 29 por ciento durante el mismo lapso.

“A mí me parece bastante lógico”, afirma Kingston. “Creo que, si tienes un propósito en la vida y te sientes parte de una comunidad, es mucho más fácil cuidarte. Si te sientes excluido y crees que tu vida no vale nada, pensarás que no tienes nada que ofrecer y que pueda hacerte sentir bien, ni querrás involucrarte; entonces es mucho más probable que no te cuides y termines por enfermarte”.

Los beneficios del proyecto Frome son evidentes. En un mundo de creciente soledad, está propiciando comunidades que fomentan el cuidado y la empatía por los demás. Tal vez sea hora de que otras ciudades —y países— sigan su ejemplo.

Juan Carlos Ramirez

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