Amigos, dentistas y colegas que tuvieron que ver directamente con personajes históricos.
El dentista de George Washington
John Greenwood (1760-1819)
Al pronunciar su discurso de toma de posesión el 30 de abril de 1789, George Washington sonrió a la multitud… con un solo diente propio.
Mucho se ha escrito sobre la inte-ligencia, talla moral y ética laboral del primer presidente de Estados Unidos, pero en cuanto a su dentadura, un historiador la llamó “su mayor debilidad física”. A los 26 años de edad Washington había sobrevivido a la viruela, el paludismo, la pleuresía y la disentería. Las sangrías y la toma de cloruro mercurioso eran tratamientos comunes, y este último favorecía la caries dental. Washington consultó a un dentista tras otro, pero no le tomó aprecio al oficio hasta que conoció a John Greenwood.
Isaac Greenwood, padre de John, fue el primer dentista nacido en Estados Unidos, y otros tres hijos suyos siguieron sus pasos. John, en cambio, a los 15 años se enroló como flautín en las fuerzas que iniciaron la Guerra de Independencia. Cuando ésta terminó, se afincó en Nueva York y abrió un taller que fabricaba equipo náutico y matemático. Sin embargo, no pudo sustraerse a la herencia paterna: impresionado por su habilidad técnica, un amigo médico le pidió que le sacara una muela a un pacien-te suyo. Fue así como John se inició en el oficio: sin preparación formal (de hecho, la primera escuela estadounidense de odontología no se abriría hasta 50 años después). Esa primera extracción fue un éxito, y ya en 1786 Greenwood publicaba anuncios de su consultorio dental.
Su destreza e ingenio para construir instrumentos no tardaron en colocarlo a la cabeza de los fabricantes de dentaduras postizas, y cuando Washington sonrió el día de su toma de posesión, fue gracias a su ayuda. Desde 1789 hasta la muerte de Washington en 1799, Greenwood hizo cuatro dentaduras para el presidente con plomo, oro, colmillo de hipopótamo y dientes naturales (de caballo, vaca e incluso humanos). Contra lo que suele creerse, Washington nunca se puso dentaduras de madera.
Cuando al mandatario se le cayó el último diente propio, se lo dio a su dentista, quien lo conservó en un estuche especial.
John Libré
El arma secreta de John Wayne
Yakima Canutt (1895-1986)
El astro del cine nació en Iowa, hijo de un farmacéutico; su nombre real era Marion “Duke” Morrison. Los apuros económicos llevaron a la familia a California; tras abandonar sus estudios universitarios al perder una beca para jugar futbol americano, Duke trabajó transportando utilería en los sets cinematográficos. No sabía mucho de cine, y menos de vaqueros. Sus únicas ventajas eran ser bien parecido, trabajador… y amigo de Yakima Canutt.
Canutt era hijo de un ranchero del este de Washington. Domó por primera vez un caballo salvaje cuando tenía 11 años, y después se unió a un rodeo en California; quería enseñar artes ecuestres a los hollywoodenses. Eje-cutando escenas de acción y peligro como doble, enseñó a los primeros estudios las actitudes de un vaquero auténtico: caminar con aire arrogante, intimidar con la mirada a un rival armado y hablar en tono impasible.
Cuando Canutt conoció a Duke, en 1932, éste ya se desenvolvía frente a las cámaras con papeles menores en westerns de bajo presupuesto. Canutt le enseñó a montar como vaquero y a caer como una estrella del rodeo. Ambos eran pendencieros, y juntos representaron las peleas más rudas y realistas que los aficionados al cine habían visto hasta entonces.
Duke estudió el andar, el acento y los ademanes de Canutt, y los incorporó al icónico héroe del western, John Wayne, que apareció en más de 170 películas. El actor le mostró al mundo la promesa del Lejano Oeste y la libertad de un jinete solitario. Se había apropiado para siempre del porte de Yakima.
Joseph Ringenberg
La inspiración de Coco Chanel
Arthur “Boy” Ccapel (1881-1919)
Siempre lo apodaron “Boy” (“chico”), pero ya era un hombre cuando conoció a Gabrielle “Coco” Chanel. Hijo de un empresario del comercio marítimo, Capel estaba en vías de volverse un magnate antes de cumplir 30 años. Se codeaba con las altas esferas de la sociedad parisiense, incluido Étienne Balsan, un rico heredero de la industria textil.
A los 23 años Chanel era la amante conviviente, o coquette, de Balsan (de ahí el sobrenombre de Coco), pero cuando conoció a Capel, lo convirtió en su fuente de inspiración. Adoptó en parte su sentido de la elegancia en el vestir y tomó prestados sus camisas, chaquetas y pantalones de polo. Cuando empezó a diseñar sombreros para dama, Capel le ayudó a abrir su primera boutique en París.
Se cuenta que Boy le propuso matrimonio y ella lo rechazó, empeñada en adquirir independencia financiera. Aunque él terminó casándose con una adinerada aristócrata inglesa en 1918, no dejó de frecuentar a Chanel. En vísperas de la Navidad del siguiente año, mientras se dirigía a verla en su Rolls-Royce, un neu-mático se reventó; el chofer resultó malherido y Capel murió.
Chanel puso sábanas negras en su cama, empezó a vestir de negro y declaró que pondría de luto a todo el mundo. Así nació el elegante vestido negro para toda ocasión.
El frasco rectangular biselado del primer perfume de Chanel se inspiró en los envases de los artículos de aseo personal de Capel, o quizá en su licorera, que ella admiraba. Es posible que cada vez que mirara el exquisito diseño del recipiente, tal vez mientras se perfumaba las muñecas bajo los puños de su vestido negro, recordara a Boy.
Lauren Viera
Francis Crick y la colega olvidada de James D. Watson
Rosalind Franklin (1920-1958)
Hija de una rica familia británica, Rosalind Franklin era una científica brillante y entusiasta que trabajó en un laboratorio del gobierno y luego se mudó a París, donde aprendió a estudiar la estructura de los cristales con ayuda de los rayos X.
En 1951 llevó su pericia al King’s College de Londres, donde obtuvo radiografías de ADN de excepcional claridad exponiendo la molécula a los rayos X durante 100 horas. Descubrió que el ADN puede adoptar dos formas: A y B. Su radiografía de la forma B contribuyó a que Watson y Crick demostraran que el ADN tiene una estructura de doble hélice, lo que les valió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962.
Sin embargo, Franklin no les mostró esa radiografía; su colega Maurice Wilkins, con quien tenía constantes roces, lo hizo sin su conocimiento. Al parecer, sus dificultades con Wilkins se debían en parte a un malentendido sobre sus funciones. Por su gran pericia en cristalografía de rayos X, ella creía que la habían contratado como investigadora independiente, y él pensaba que la habían contratado como asistente suya.
En 1953 Franklin entró a trabajar al Birkbeck College de la Universidad de Londres y emprendió una nueva línea de investigación en el campo de los virus. Uno de sus colaboradores, Aaron Klug, obtuvo un Nobel en 1982 y la elogió en su discurso de aceptación. En 1956 le diagnosticaron cáncer a la científica, quizá causado por su exposición a los rayos X. Trabajó con diligencia hasta poco antes de su muerte, a los 37 años. Nunca sabremos cuánto más habría podido lograr.
Kristi Thom
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
La salud neurológica es una preocupación creciente en todo el mundo, con un notable aumento…
El sueño es un proceso biológico fundamental para la salud física y mental. Cuando este…
Aunque puede ser difícil de describir, este síntoma suele ser la señal de que algo…
Un microbioma intestinal saludable podría ayudar a las personas con EII, pero ¿deberían los probióticos…
Aprende consejos prácticos y encuentra 15 ideas fáciles para mantenerte en el camino hacia una…
Esta web usa cookies.