Que tus zapatos no te hagan sufrir: ¿Cuál es el calzado ideal?

Los pies son los cimientos estructurales del cuerpo, pues, además de cargar nuestro peso, sostienen nuestro bienestar. Todas las molestias de estos, aun las más sencillas, merecen atención y tiempo para sanar. De lo contrario, podrían afectar tu movilidad, llevarte al sedentarismo (con los riesgos que conlleva) y causar caídas o lesiones.

No obstante, estudios indican que al menos la mitad de nosotros lastimamos esas “raíces” con calzado inadecuado. Si este es muy ajustado o angosto, algo común entre las mujeres, puede ocasionar callos y juanetes, protuberancias óseas en la base del dedo gordo que suelen inflamarse y producir dolor.

Los tacones, clásicos del guardarropa femenino, provocan callos, ampollas y uñas enterradas. Si te gusta cómo se ven, guárdalos para ocasiones especiales; elige modelos de tacón ancho o corrido y evita los tacones de aguja.

Cuando el calzado aprieta en la parte delantera, los dedos se enroscan. Esto puede causar dedo en martillo, deformidad que flexiona permanentemente uno o más de estos apéndices. Es doloroso y dificulta moverse.

Con el verano llega otro inconveniente para los pies: el uso excesivo de sandalias con poco soporte. Sí, te protegen de la arena caliente en la playa y de las verrugas e infecciones fúngicas en la piscina, pero no están diseñadas para usarse todo el día. Al no aportar estabilidad adicional al talón, elevan el riesgo de sufrir esguinces de tobillo.

Tampoco tienen estructuras de apoyo para el arco, lo cual podría causar fascitis plantar, es decir, inflamación de la franja de tejido que se extiende del talón a los dedos del pie.

Los diabéticos deben ser cuidadosos al elegir calzado: los problemas de circulación en las extremidades, típicos de la enfermedad, retardan y dificultan el proceso de cicatrización. También pueden presentar lesiones nerviosas que disminuyen la sensibilidad, impiden la detección oportuna de heridas y producen, así, complicaciones graves.

¿Cuál es el calzado ideal?

Zapatos cómodos, que no presionen los costados ni las articulaciones, y que no sean resbalosos en la zona del talón. “Deben ser anchos, con suficiente espacio al frente para los dedos, y de un material que facilite la transpiración, como piel o lona. Además, el tacón no debe rebasar los 2.5 centímetros”, explica Emma McConnachie, del Colegio de Podología en Londres.

“Los zapatos que tienen cordones y cubren hasta la mitad del empeine son la mejor opción en cuanto a soporte”. Si no sabes cuál es el mejor calzado para ti, consulta al podólogo. Es un buen primer paso.

Juan Carlos Ramirez

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