Gretel Schmittz-Moormann, de Dresden, Alemania, llevaba décadas usando gafas; no obstante, a los 53 años dejaron de funcionarle. Por más que el oftalmólogo intentó ajustar la graduación, la paciente simplemente no pudo volver a leer, su retina estaba dañada.
¿El problema? Degeneración macular senil (DMS), un trastorno que ocasiona que el campo visual central se nuble, lo que impide a los afectados percibir cualquier cosa ubicada justo frente a sus ojos. Quienes la padecen solo conservan la visión periférica y, por desgracia, no existe tratamiento contra esta enfermedad.
“Imagina que volteas en cualquier dirección y lo único que logras percibir es una mancha oscura. Bueno, así veo yo”, explica, a sus 79 años, Schmitz-Moormann, vocera de Pro Retina Deutschland, una asociación de apoyo para personas que sufren degeneración retiniana.
“Me tomó meses, si no es que años, aceptar la idea de que tendría que lidiar con este padecimiento ocular por el resto de mis días”.
La DMS es uno de los tres principales trastornos de la retina, membrana ubicada en la parte posterior del ojo; recibe las imágenes proyectadas por el cristalino y las envía al nervio óptico. De ahí, el cerebro procesa los detalles y así logramos ver. Las lesiones retinianas pueden provocar episodios de pérdida parcial o total de la vista, a veces de manera permanente.
El desprendimiento de retina es una emergencia médica común después de los 40 años, atribuible al proceso de envejecimiento.
Millones de adultos mayores presentan trastornos de la retina, ocasionados por el envejecimiento u otras enfermedades. No obstante, muchos de ellos descuidan su salud ocular.
“Como parece normal ir perdiendo la vista con los años, no suelen hacerse exámenes para detectar trastornos oculares”, explica David Garway-Heath, profesor de oftalmología en la University College de Londres.
Lo anterior puede resultar desastroso: los problemas retinianos empeoran de modo silencioso y deterioran la vista pese a que existen medios para evitarlo. “Estos padecimientos casi no producen molestias”, comenta Sehnaz Karadeniz, profesora de oftalmología en el Hospital Florence Nightingale de Estambul. “Es fundamental realizarse exámenes con regularidad para proteger la vista”.
Es la principal causa de ceguera en adultos. Tan solo en Europa afecta a 18 millones de personas. Diversos cambios dentro del ojo lesionan el centro de la retina y alteran el sentido de la vista. Al principio, las líneas rectas lucen distorsionadas. Después, las manchas negras cubren lo que ves.
“El centro de la retina es lo importante para la calidad de vida”, explica Hansjürgen Agostini, especialista en retina del Centro Oftalmológico de la Universidad de Friburgo, en Alemania. “Nos permite reconocer rostros y leer”.
Hay dos variantes de la DMS: húmeda y seca. Casi 80 por ciento de los pacientes presentan esta última, atribuible al adelgazamiento de la retina que ocurre con el paso de los años. Actualmente no hay ningún tratamiento, pero se están haciendo investigaciones. “Uno de los primeros estudios mostró que existe un grupo genético específico, conformado por casi la mitad de la población, que podría utilizar inyecciones mensuales para retardar el avance de la enfermedad. Pero será necesario confirmar los hallazgos mediante análisis posteriores”, apunta Agostini.
“Como parece normal ir perdiendo la vista con los años, no suelen hacerse exámenes para detectar trastornos oculares”
Apenas 20 por ciento de los pacientes padecen la variante húmeda, que provoca pérdida visual grave. Como parte del trastorno, aparecen vasos sanguíneos anormales tras la retina, que producen derrames y cicatrices y lesionan dicha membrana. Es posible detener las hemorragias con inyecciones intraoculares que deben administrarse constantemente. A veces, el tratamiento dura años.
“Las inyecciones son molestas porque se aplican en el ojo, pero es posible intervenir a los pacientes para evitar el dolor”, explica Julie-Anne Little, consejera del Foro Europeo contra la Ceguera y profesora de optometría y ciencias de la vista en la Universidad Ulster, en Irlanda del Norte. “Son varios los estudios que han confirmado su utilidad”.
Los pacientes con DMS no quedan del todo ciegos y aprenden a orientarse solo con el campo visual periférico. Schmitz-Moormann conserva su independencia gracias a unas gafas filtrantes, un bastón para caminar y una lupa para leer libros de letra grande.
En Europa, un tercio de los pacientes diabéticos padecen retinopatía: la causa principal de ceguera prevenible entre tal segmento. El exceso de glucosa en la sangre daña los vasos sanguíneos del cuerpo, incluidos los que irrigan la retina; los existentes pueden inflamarse y sufrir hemorragias, o se pueden desarrollar nuevos vasos frágiles en esta membrana.
Tanto los derrames de sangre como el suministro insuficiente de esta pueden distorsionar u obstruir la vista. No obstante, la gente suele notar el problema hasta que su visión está dañada.
“Los pacientes con retinopatía van perdiendo la vista poco a poco; por ello, no se dan cuenta del problema a menos que repercuta en su vida diaria”, explica Karadeniz, también presidenta de la filial europea de la Federación Internacional de Diabetes. “En la mayoría de los casos, el diagnóstico y tratamiento oportunos permiten prevenir la discapacidad visual grave”.
“Me tomó meses, si no es que años, aceptar la idea de que tendría que lidiar con este padecimiento ocular por el resto de mis días”
La retinopatía diabética proliferativa suele tratarse con cirugía láser, lo que controla las hemorragias. Casi la mitad de quienes la padecen desarrollan una complicación llamada edema macular. Para tratarla se administran inyecciones intraoculares periódicas que inhiben los efectos de la proteína VEGF (factor de crecimiento endotelial vascular, por sus siglas en inglés), que suele estimular el crecimiento y derrame de líquido de vasos sanguíneos anormales.
“Si el tratamiento se interrumpe, los vasos sanguíneos vuelven a aparecer en 4 o 6 semanas”, afirma Agostini.
A Hüsnü Ender Erel, de Estambul, se le diagnosticó retinopatía diabética a los 70 años, tras décadas de ser diabético. Desde entonces, recibe inyecciones intraoculares periódicas y mantiene su glucemia bajo control gracias a un estricto régimen alimenticio. Su vista no ha sido dañada.
“A veces exagero”, comenta Erel. “Es fundamental controlar la diabetes”.
Esta es una emergencia médica común después de los 40 años, atribuible al proceso de envejecimiento.
El interior del ojo tiene una masa gelatinosa llamada humor vítreo. Con la edad, se puede encoger y jalar la retina al retraerse. A veces, esta se separa de la región posterior del ojo por la fuerza del tirón, lo que la inutiliza.
Los oftalmólogos pueden detectar el fenómeno fácilmente. Si la retina se vuelve a fijar a tiempo, la persona podría conservar la vista.
“Actuar rápido limita el daño”, dice Little. “Es una cirugía difícil y compleja, pero da excelentes resultados”.
En 2014, Tom Greenberg, residente de Michigan de 66 años, ni siquiera sospechaba que su retina estaba desprendida. “Empecé a ver una mancha oscura en las orillas de mi campo visual; cambiaba de posición conforme movía los ojos”, recuerda.
Esperó una semana para acudir a consulta. Y pese a que el cirujano fijó la retina en su sitio, Tom percibe imágenes distorsionadas. En 2017, Greenberg experimentó síntomas idénticos en el otro ojo. No esperó ni un minuto. Lo operaron el mismo día y ahora ve tan bien como antes de la cirugía.
Es imposible prevenir el desprendimiento de retina con cambios en el estilo de vida; sin embargo, uno puede conservar la vista si actúa pronto.
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