Todos necesitamos determinadas cosas materiales para vivir, pero aprender a separar aquellos cosas que realmente necesitamos de los que deseamos y comprender que ser feliz está en las experiencias cotidianas es esencial para nuestro equilibrio físico y mental.
El ser humano no busca realmente tener cosas en sí, sino las experiencias o los efectos que tienen esas cosas, así que tal vez uno se puede ahorrar mucho desencanto simplemente al dejar de llenar el vacío con cosas.
El entorno en el que vivimos no es sólo reflejo de nuestra personalidad, sino que también tiene una gran influencia en nuestro bienestar psicológico y puede afectar directamente a nuestro comportamiento y estado de ánimo.
Según un estudio de la Universidad de Bath, el espacio al que llamamos hogar tiene grandes repercusiones en nuestra forma de percibir e interactuar con el mundo.
De la misma manera en la que los espacios abiertos, despejados y con luz natural reducen el estrés y nos transmiten calma, los entornos cerrados, oscuros y abarrotados pueden predisponernos a sufrir ansiedad y malestar emocional.
Pero no sólo el entorno afecta a nuestro bienestar psicológico. Nuestras posesiones también juegan un rol fundamental en la construcción de nuestra identidad, a veces sin darnos cuenta. La ropa que vestimos y otros objetos personales, como los libros o las plantas que tenemos en casa, reflejan nuestra personalidad y desvelan nuestros gustos y preferencias.
También repercuten en nuestro bienestar, transmitiendo sensaciones de confort y felicidad plena que muchas veces ofrecen alivio ante el malestar generado por un ritmo de vida frenético. En ese momento, cuando las posesiones pasan a ser una extensión de nosotros mismos y los bienes materiales no sólo llenan los espacios, sino que también cubren nuestras necesidades emocionales, nos enfrentamos al conflicto entre felicidad y materialismo.
La felicidad material se refiere a la creencia de que la posesión de bienes materiales y la adquisición de riqueza material son la fuente principal de felicidad y bienestar. Si bien la adquisición de bienes materiales puede proporcionar una sensación temporal de placer y satisfacción, es cierto que esta felicidad es efímera y, en última instancia, insatisfactoria.
La realidad es que la alegría y el bienestar proveniente del consumo de bienes materiales son tan sólo un espejismo. Una vez que incorporamos esos objetos a nuestra vida y pierden el efecto de novedad, la felicidad va desapareciendo y volvemos al punto de partida, en el que necesitamos hacer una nueva compra para volver a experimentar esa sensación.
Lo que nos aporta esa felicidad, entonces, no es tanto el bien material, sino la experiencia de adquirir ese artículo. Con el objetivo de frenar este círculo vicioso, es recomendable preguntarte: ¿esto me hace feliz, o me han dicho que me hará feliz?
Por eso es una buena practica analizar nuestros hábitos de vida, deshacernos de todo aquello que no
necesitamos, desprendernos de la mentalidad consumista y aprender a valorar más las relaciones humanas y los pequeños detalles.
Es innegable que todos necesitamos determinados objetos materiales para vivir, y que no tener acceso a estos bienes puede tener un impacto negativo en nuestro bienestar físico y psicológico: una casa donde resguardarnos, ropa para vestirnos, comida para alimentarnos y otros productos añadidos que pueden ayudarnos a tener una vida cómoda. Sin embargo, es importante aprender a separar aquellos cosas que necesitamos de los que deseamos y realmente no necesitamos.
En la sociedad actual, es común creer que la felicidad está estrechamente relacionada con tener más cosas. Nos dicen que necesitamos el último modelo de teléfono móvil, el coche más lujoso, la ropa de marca y la casa más grande para sentirnos felices y satisfechos con nuestras vidas. Lo cierto es, que no necesitamos todas estas cosas para ser felices.
Además, tener menos cosas nos permite valorar más lo que tenemos. Cuando tenemos demasiadas cosas, a menudo no apreciamos cada objeto individualmente. En lugar de disfrutar de lo que tenemos, nos enfocamos en lo que falta. Sin embargo, al tener menos cosas, cada objeto se vuelve más valioso y podemos disfrutarlo plenamente.
Vivir con menos posesiones tiene múltiples beneficios. Además de contribuir a centrarnos en las cosas realmente importantes, aligerando nuestro día a día, también nos ayuda a desprendernos de la mentalidad materialista y la presión social que nos lleva a comprar algo que no refleja nuestra identidad.
Cuando llegas a esta conclusión, no sólo sales del círculo vicioso del consumismo, sino que vuelves a tener el control de ti mismo en una sociedad guiada por la imagen.
Confundir necesidad con deseo es un sentimiento bastante común, y en ocasiones nos sentimos infelices por no poder adquirir ciertos objetos que, a nuestro entender, necesitamos. Aprender a diferenciar las cosas que necesitamos de las que deseamos puede ayudarnos a poner el foco en lo verdaderamente importante.
Es fundamental recordar que tus posesiones no reflejan el valor que tienes, ni tampoco definen quién eres; simplemente tienen una utilidad en tu vida. Son un medio, no un fin.
Disfruta de los pequeños detalles de la vida
Aunque solemos relacionar la felicidad con grandes logros, aspiraciones o sueños, los momentos más alegres ocurren cuando menos lo esperas. Una comida en familia, noche de chill and netflix, una tarde con tus amigos… A menudo, la felicidad está más vinculada a experiencias más simples y cotidianas con nuestros seres queridos que a bienes materiales.
En lugar de enfocarte en todo lo que te hace falta o crees que te hace falta, toma consciencia de lo que tienes, valóralo y agradece el mero hecho de tenerlo en tu vida. De esta forma, serás más consciente de lo afortunado que eres y te ayudará a sentir una felicidad más plena.
En tiempos de crisis, a veces nos vemos obligados a prescindir de ciertas actividades que nos aportaban placer y felicidad, como ir a clases de yoga o salir a cenar a un restaurante. Sin embargo, existen alternativas que pueden ofrecernos la misma plenitud de forma diferente. La clave está en reestructurar tus hábitos para abrazar esas nuevas costumbres que te permitirán seguir disfrutando de la vida y ser feliz.
Y recuerda, la felicidad no depende de las cosas materiales. Aprender a ser feliz con menos es posible, solo requiere un cambio de perspectiva y un enfoque en las cosas importantes en la vida.
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