Este valle poblano busca que se le reconozca como un sitio privilegiado por sus servicios ecoturísticos, historia y tradiciones.
Tal vez por el heroico pasado de Zacapoaxtla, y por el impresionante atractivo turístico del Pueblo Mágico de Cuetzalan, Apulco —un precioso valle enclavado en la Sierra Norte de Puebla— no ha sido apreciado como debería.
La actual Sierra Norte de Puebla fue el antiguo Totonacapan, donde durante siglos han convivido nahuas, otomíes, totonacas y tepehuas. Esa coexistencia enriqueció las tradiciones y cultura de la zona, así que existen infinidad de costumbres, historias y comidas esperando ser descubiertas.
Hay días tibios y soleados, pero el clima del Valle de Apulco es de montaña y bosque nublado. Por su ubicación en la Sierra Madre Oriental recibe la humedad del Golfo de México, así que su temperatura anual media es de unos 19 grados Celsius, clima ideal para largas charlas al calor de una chimenea, para la práctica del turismo de aventura, la contemplación de una cascada desde tu cabaña o la degustación del todopoderoso Yolixpa, un licor herbal.
Entre ese espeso bosque y montañas con niebla se ubica el hostal Hacienda Apulco, una superficie de cien hectáreas que se convierte en un remanso ideal para el descanso y el esparcimiento familiar.
En cuanto sientas bajo tus pies la suavidad del ocoxal harás comunión con la naturaleza. Esas hojas o agujas que se desprenden de varias clases de pinos están diseminadas en la recepción del hostal, lo que le confiere al ambiente un delicado olor a bosque, preludio del disfrute que el ecoturismo ofrece.
Ya sea que elijas una moderna habitación con tapanco para que los niños duerman en las alturas o una rústica cabaña cerca de un lago repleto de ranas, las comodidades estarán presentes, así que vístete con ropa adecuada para un clima húmedo, frío y un suelo escarpado.
Una vez listo, dirígete hacia el mirador del parque Apulco. Mantén tus sentidos alertas porque cuando menos lo imaginas aparecen colores, olores y sabores extraordinarios.
Zacapoaxtla —municipio al que pertenece Apulco— se caracteriza por sus ríos jóvenes e impetuosos con una gran cantidad de caídas de agua, como la que verás desde el mirador: ‘La olla’, una cascada de unos 40 metros de altura. Le llaman así porque los acantilados que la rodean asemejan ese objeto.
Si el sonido del agua te relaja, existe una cabaña con un mirador desde el que podrás admirar esa cascada —que en la noche se ilumina — mientras sientes en tu cuerpo la tibieza que ofrece una chimenea de rocas volcánicas.
Si te gusta el romance, disfruta del ‘sendero del amor’, un verde paraje alejado de las miradas curiosas y en donde es muy probable que tengas el privilegio de observar la Tatempanchocani o la flor que llora al filo del abismo.
Cuenta la leyenda que el pistilo de esta orquídea endémica representa a una doncella que, llena de dolor, se cubre la cabeza tras atestiguar la muerte de su amado, un valiente guerrero. La Tatempanchocani florece de mayo a junio.
Hay otra cascada, ‘La Gloria’. Su caída de 35 metros forma una gran poza de tonalidades verdes. Seguro querrás sumergirte en esas aguas, pero está prohibido nadar por la presencia de remolinos.
El Valle de Apulco se ubica a 1,300 metros sobre el nivel del mar, así que el bosque de niebla te deleitará con flora espectacular como helechos arborescentes y árboles con hojas similares a las del maple. Si te gusta el senderismo, es el momento para que lo practiques.
A medida que caiga la noche aguza tus sentidos, pues los sonidos propios de la naturaleza destacan a medida que el ruido de las actividades diurnas decrece. El croar de las ranas, el canto de los grillos, los sonidos de búhos y tecolotes son la constante.
Con la noche llega la hora de la fogata, un área tranquila y apartada en donde podrás asar bombones mientras un músico, guitarra en mano, entona canciones del dominio público. Y para hacer más especial la velada, es muy probable que las luciérnagas sean tus acompañantes.
Por la mañana el espectáculo natural continúa. Con el sol llega el canto de las aves, algo así como un despertador natural. Descansado y relajado, elige entre un paseo por la zona, un chapuzón en la alberca, un temazcal o una visita al lugar en donde desde hace generaciones se fabrican artesanalmente productos exquisitos.
El hostal Hacienda Apulco era una fábrica de aguardiente. Las primeras familias que se asentaron en la zona por ahí de 1900 se dedicaron a la elaboración de licores.
Si quieres platicar con personas que aman y perpetuan sus tradiciones, así como degustar bebidas ancestrales mientras pasa bajo tus pies el río Apulco, visita la finca Santa María Tres Arroyos.
Joaquín Varela Robles es el encargado de la magia de los sabores y los colores de esa finca. Desde hace cinco generaciones su familia elabora licores con frutas de la región como maracuyá, ciruelas y moras, así como el Yolixpa, una bebida elaborada por chamanes desde la época prehispánica.
Yolixpa es un licor típico serrano elaborado a base de hierbas. Los chamanes lo elaboraban para tratar diabetes, enfermedades digestivas y respiratorias. El licor creado en Apulco contiene desde una hasta 14 hierbas, mientras que en otras zonas le añaden más de veinte. Las hierbas imprescindibles son toronjil, zacate limón, maltanzin, la única hierba criolla de la región, y alguna fruta como la lima.
Además de ese licor relajante, Cecilia Robles de Varela, madre de Joaquín prepara de manera artesanal aderezos y mermeladas de zarzamora, maracuyá, tecojote, higo. Si quieres probarlas quédate a comer en la finca, desde donde verás pasar el río Apulco y probablemente tengas la suerte de platicar con Francisco Varela, esposo de Cecilia y padre de Joaquín, quien conoce diversas leyendas de la región, como la del puente, cuando un campesino logra engañar al diablo.
Apulco está en una región cafetalera, así que aprovecha tu estancia para degustar café de gran calidad y conocer parte del proceso mediante un tour. Los productores de ‘café Huitzi’ —una pequeña cooperativa que aglutina a 1,500 productores indígenas— están rescatando la caficultura local, un ramo abandonado. Y los esfuerzos han dado resultados, pues antes Puebla ocupaba el quinto lugar en producción nacional y ahora tiene el tercero.
Estos productores te contarán que es más difícil catar café que vino, pues son 110 olores diferentes, y que la semilla adquiere las particularidades del suelo donde fue sembrado. O que dentro de los mercados globales lo primero que se mueve es el petróleo y lo segundo es el café.
Tal vez la charla te abra el apetito, así que prueba los tlayoyos, un platillo típico de la región. Son preparados con masa, a la cual le ponen dentro alverjón o chícharo seco, hoja de aguacate, chile serranos y manteca.
Esas gorditas cocidas al comal son deliciosas acompañadas con salsa, cebolla y queso. Tampoco dejes de probar la trucha, muy común en la zona gracias al río Apulco. Ve a la Fonda Margarita y pide una a tu gusto, aunque la tradicional es la empapelada y aromatizada con epazote.
La ubicación de Apulco es muy estratégica, así que aprovecha tu estancia para visitar Zacapoaxtla y conocer de primera mano el tema histórico de la batalla del 5 de mayo o la parroquia de San Pedro Apóstol —que ostenta el título de lateranense, designación que solo tienen tres iglesias en el mundo— o moverte hacia el pueblo mágico de Cuetzalan.
La decisión que tomes será la adecuada, pues cualquiera de estos puntos turísticos poblanos deja a todos con un buen sabor de boca.
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