En algunos casos se buscaba despistar al enemigo, de que están en un lugar cuando en realidad están en otro. Los motivos podrían ser evitar un asesinato, desviar la atención, o simplemente escaparse del tedio de las funciones oficiales.
¿Murió el presidente iraquí Saddam Hussein de cáncer en 1999, siete años antes de su supuesta ejecución? Este rumor circuló por Irak, alimentado por la sospecha de que tenía el hábito de usar dobles. Se decía que su hijo menor Qusay manejaba el país, mientras que un doble representaba el rol de Saddam.
Parece ser que Saddam Hussein usó, de hecho, dobles durante su vida. El corresponsal de asuntos exteriores de la BBC, John Simpson, pudo verificarlo con la ayuda de un científico forense alemán, el Dr. Dieter Buhmann, quien sometió películas y fotografías de Saddam a mediciones detalladas y precisas.
Resulta que muchas fotos de propaganda de Saddam no eran suyas en absoluto. Cuando, en 2003, el controvertido político austríaco de derecha Jörg Haider creyó que le habían otorgado una entrevista con Saddam, en vísperas de la guerra de Irak, en realidad estuvo, al parecer, en presencia de un doble. Esta sugerencia deleitó a los detractores de Haider.
John Simpson, que había conocido al verdadero Saddam, gradualmente se volvió experto en descubrir a los dobles y notar los pequeños detalles que lo diferenciaban de la persona auténtica:
“La apariencia general de la cara es, en cierto modo, sutilmente diferente. Los ojos duros, de color obsidiana, son menos penetrantes. Las líneas del rostro, un poco más indulgentes”. Un uniforme militar, el bigote característico y un par de anteojos de sol fue todo lo que se necesitó para salvar estas deficiencias.
Ser la viva imagen de una figura pública es, probablemente, más bien una maldición que un hecho afortunado.
El líder soviético Iósif Stalin estaba tan satisfecho con la actuación de un actor llamado Mikheil Gelovani, un compatriota georgiano que lo representó en filmes de propaganda de las décadas de 1930 y 1940, que pidió los derechos exclusivos.
A ningún otro actor se le permitía representar el papel de Stalin, y ese era el único rol que Gelovani estaba autorizado a desempeñar. Su carrera actoral había sido secuestrada. La vanidad también influyó: el actor era más corpulento y más apuesto que Stalin, y a este le encantaba usarlo para promover el culto a su propia personalidad. Gelovani no fue obligado a vivir su vida como Stalin, pero otros sí lo fueron.
Felix Dadaev, un ex actor de circo, afirmó que fue uno de los cuatro dobles empleados como señuelos en las apariciones públicas de Stalin. Su papel era servir de “atrapa balas” cuando había riesgo de un asesinato.
Gustav Weler se parecía mucho a Hitler, infortunio que le costó la vida en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Había llamado la atención de los líderes nazis cuando fue arrestado en la década de 1930, aparentemente por usar su parecido con el Führer para burlarse de él. Se pensó que podría venir bien tener un doble a disposición, pero Hitler no quiso saber nada de él.
De todos modos, Martin Bormann, el secretario de Hitler, le encontró un uso: hizo que le pegaran un tiro en la cabeza y lo dejaran en el jardín de la Cancillería del Reich en abril de 1945, cuando el ejército rojo se acercaba a Berlín.
El cadáver de Weler engañó efectivamente a los soldados soviéticos, que lo encontraron y le sacaron fotografías; estaban encantados. Solo más tarde fueron identificados los verdaderos restos de Hitler.
“La identidad equivocada era intencional.”
Es posible que una identidad equivocada causara la muerte del actor británico Leslie Howard en 1943, cuando el avión civil en el que regresaba al Reino Unido desde Portugal (país neutral) fue derribado por la aviación alemana.
En la aeronave también viajaba Alfred Chenhalls, contador de las estrellas, que se parecía a Winston Churchill. En cuanto a Howard, casualmente se asemejaba al guardaespaldas de Churchill. Mientras Howard y Chenhalls estaban en Portugal, Churchill se encontraba en África, en reuniones con el general estadounidense Dwight Eisenhower.
El primer ministro podría muy bien haber retornado a su país vía Lisboa. ¿Creyeron los agentes alemanes destacados en Lisboa que Chenhalls era Churchill? ¿O tal vez los alemanes pensaron que aun cuando esta fuera solo una posibilidad, se trataba de una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar?
El propio Churchill sugirió más tarde, con pena, que sus planes de viaje podrían muy bien haber contribuido a la muerte de Howard. Todavía se sigue discutiendo si los servicios de inteligencia británicos estuvieron involucrados en estos hechos.
En uno de los más famosos usos de un doble para un líder militar, la identidad equivocada fue intencional. Semanas antes de la invasión aliada del Día D en el norte de Francia, en junio de 1944, un oficial británico descubrió una sorprendente fotografía en un periódico de Leicester.
Mostraba al actor australiano Meyrick Edward Clifton James representando el rol del mariscal de campo Marshall Bernard Montgomery en un espectáculo destinado a levantar la moral de las tropas. Clifton James tenía un asombroso parecido con el Montgomery real.
El actor David Niven, la estrella de un cine que en ese entonces trabajaba en la Unidad Cinematográfica del Ejército, fue enviado para reclutar a Clifton James, y la muy secreta Operación Copperhead se puso en marcha.
Clifton James debía personificar a Monty -de quien los alemanes sabían que comandaba las Fuerzas Aliadas de tierra- durante una gira por el Mediterráneo. Se esperaba que los alemanes creyeran que los aliados iniciarían la invasión de Francia por el sur y que la operación no era inminente.
Clifton James fue llevado a Londres, donde acompañó a Monty un tiempo, a fin de perfeccionar su imitación de la voz, las expresiones faciales y el comportamiento del mariscal de campo.
Tuvo un admirable éxito, aunque le costó abstenerse del consumo de tabaco y alcohol como lo hacía Monty. Se cuidó cada detalle, incluso se mandó hacer prótesis de un dedo de la mano para reemplazar el que Clifton James había perdido en la Primera Guerra Mundial.
El 25 de mayo, el avión privado de Churchill despegó con rumbo a Gibraltar, llevando a bordo al falso Monty.
El gobernador general de Gibraltar, debidamente informado, organizó cuidadosamente una fiesta de recepción en su residencia. Un espía español, de quien los británicos sabían que trabajaba para los alemanes, también había sido invitado, con otro pretexto. Este retransmitió diligentemente a Berlín lo que había presenciado. Bletchley Park, el centro británico de descodificación en tiempos de guerra, captó su mensaje. Luego Clifton James voló a Argelia para una muy publicitada reunión con el general Henry Maitland Wilson, comandante aliado para el Mediterráneo y el Oriente Medio. Por último, voló en secreto a El Cairo, mientras se llevaba a cabo la invasión de Normandía, y volvió al Reino Unido a las cinco semanas.
Es discutible si este elaborado engaño sirvió para algo, pero la aventura requirió considerable coraje y profesionalismo: Clifton James podría tranquilamente haber sido blanco de un ataque. Sin embargo, nunca recibió ningún reconocimiento oficial, algo que le provocó cierto resentimiento.
Más tarde, evocó este episodio en unas memorias publicadas en 1954 con el título I Was Monty’s Double (Yo fui el doble de Monty). Después, el libro se llevó a la pantalla y Clifton James hizo los papeles tanto de sí mismo como, por supuesto, de Monty.
El mariscal de campo Montgomery tuvo, en realidad, dos dobles. El segundo fue Keith Demer ‘Tex’ Banwell, que recorrió el norte de África bajo esa apariencia, pero era mucho más alto que Monty, así que no se le permitía bajar del auto a la vista del público.
La fotografía y las comunicaciones modernas tornan el uso de dobles más peligroso que en otros tiempos. En nuestro mundo saturado de imágenes, hay un alto riesgo de que cualquier artimaña sea descubierta. Pero los dobles no son algo del pasado.
Hasta una borrosa instantánea -el tipo de imagen que se difunde por internet- puede aún ser un efectivo medio de desinformación.
El éxito de un doble se sustenta en la creencia pública de que la gente es lo que afirma ser o quienes fuentes confiables dice que es, y esto deja mucho espacio para el engaño.
Cuando Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, fue asesinado en Pakistán en 2011, enseguida surgieron rumores de que el hombre fallecido era otra persona. Se tomaron muestras de ADN y medidas faciales para establecer si el hombre al que habían matado era, en efecto, bin Laden y no alguien parecido.
¿Qué otros casos de dobles famosos en la historia conoces? ¿Consideras un abuso de los líderes del mundo y artistas ocupar este recurso?
Tomado de la publicación Grandes Secretos de la Historia. Selecciones Reader’s Digest
CRC:lep
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