Así es la vida: Como trabajadora social estoy acostumbrada…
Como trabajadora social, estoy acostumbrada a enfrentar todo tipo de situaciones. Aun así, en cierta ocasión estaba subiendo las escaleras para entrar a la corte...
Como trabajadora social, estoy acostumbrada a enfrentar todo tipo de situaciones. Aun así, en cierta ocasión estaba subiendo las escaleras para entrar a la corte, iba algo atrasada a una cita con un cliente. Sentí escalofríos cuando un hombre de aspecto desaliñado que estaba sentado en un escalón me devolvió la mirada. Usaba enormes argollas de oro en las orejas, las cejas, la nariz y los labios. Y su cuerpo estaba cubierto con grotescos tatuajes. Traté de evitarlo al pasar cerca, pero me fue imposible.
—¡Oiga! —gritó, señalando mis tacones altos—. ¿No le lastiman los pies esos zapatos?
Pauline Southerden, Reino Unido
Días después de haberme atiborrado en la cena de Pascua, decidí lavar mi culpa yendo al gimnasio que estaba frente a mi oficina, cruzando la calle. Lo primero que noté en el mostrador mientras hacía los trámites de inscripción fue la presencia de un tazón con caramelos.
—Esto no es justo —le comenté en tono de broma a la empleada.
—Pero nos asegura trabajo —respondió ella sonriendo, mientras le daba una palmadita al tazón.
Eileen Cox, Reino Unido
Debo admitir que, tras leer el boletín de la iglesia a la que asisto, esperaba yo con más ansias que nunca el día del servicio religioso. El encabezado decía: “Este domingo, por ser Pascua, le pediremos a la señora Brown que se acerque y ponga un huevo en el altar”.
Carys McCauley, Reino Unido
Cierta vez, un cliente llamado Willie Smith llamó por teléfono a la tintorería en la que trabajo para preguntar si su traje estaba listo.
—Tenemos registrado a un William Smith —le dije.
—No, yo me llamo Willie Smith —insistió el hombre.
Enseguida busqué en el registro y descubrí que la hermana de William Smith había recogido su traje. La telefoneé y luego volví a comunicarme con Willie.
—No va a creer esto —repuse—, pero William Smith murió y lo enterraron con su traje puesto.
—¿En serio? —exclamó, incrédulo—. Pues no va a creer usted esto, pero estuve presente en ese funeral y recuerdo haber pensado “Qué traje tan bonito lleva puesto William”.
Sue Flowerdew, Reino Unido
Me presenté en el mostrador de atención a clientes de un gran almacén para devolver unos pantalones de mezclilla que me habían quedado muy ajustados.
—Dígame, ¿hubo algún problema con los pantalones? —quiso saber el empleado.
—Así es —respondí, acongojada—, hirieron mis sentimientos.
A.P., Canadá
Un día le pregunté a una amiga mía sobre los pros y contras de usar el lector de libros electrónicos Kindle en vez de instalar la aplicación Kindle en otro dispositivo. —Definitivamente, la tableta es mucho mejor —dijo ella—, ¡porque es un libro de verdad!
Janet Wohlgemut, Estados Unidos