Cuatro padres de familia nos recuerdan por qué hay un día en el año para festejarlos.
Hay quienes simplemente no saben nada de jardinería. Una tarde, cuando mi hijo Bill se enteró de que un amigo suyo iría a una tienda para el hogar que tiene un vivero muy bien surtido, le dijo:
—¿Podrías traerme unos bulbos de tulipán? Los necesito para mi mamá.
—Claro —respondió su amigo—, ¿de cuántos vatios los quieres?
Maxine Cooper, Canadá
Aprendí una lección de mercadotecnia muy valiosa de parte de un hombre que compró un remolque, un bote viejo y un motor usado que estaba yo ofreciendo.
—Gracias —dijo, mientras cargaba los objetos en su camioneta—. Estoy pensando en revenderlos.
Buena suerte, pensé, pues me había tomado meses deshacerme de esas cosas. No obstante, unas semanas más tarde, al toparme con el mismo hombre en la calle, me contó que había logrado vender todo.
—¡Vaya! ¿Cómo lo hizo? —pregunté, incrédula.
—Tan solo puse un anuncio que decía: “Vendo remolque resistente para bote; incluye bote gratis”. Cuando el sujeto interesado fue a recogerlos a mi casa, le pregunté si ya tenía un motor para el bote.
Como su respuesta fue negativa, le mencioné que al parecer había uno en mi cochera. Salí con el objeto en las manos y él lo compró enseguida.
Frances Hunt, Reino Unido
Cualquier persona que tiene hijos pequeños sabe que tratar de controlarlos es como intentar domar a un león. Sin embargo, quedé impresionada con un truco de crianza que usó mi esposo, Bill.
Cierta vez, nuestro hijo de dos años salió corriendo de la camioneta en un estacionamiento muy concurrido. Sin dudarlo un instante, Bill gritó a todo pulmón:
—¡Alto! ¡Coloca las manos sobre la camioneta!
El pequeño se detuvo en seco y obedeció de inmediato.
—¿Dónde aprendiste eso? —le pregunté a mi esposo, sorprendida.
—Lo vi en un programa.
—¿Cuál? ¿Superniñera? ¿Niñera al rescate?
—No, COPS, uno de policías —contestó él.
Mie Yetton, Reino Unido
Perro que ladra…
En el consultorio del veterinario, un perro chihuahua se mantuvo en silencio hasta que entró un enorme Rottweiler. Entonces, el animalito de no más de 3 kilos se transformó en un valentón que empezó a ladrar y a babear, buscando pelea.
—¡Ay, por favor! —exclamó su dueña—. La única forma en la que podrías hacerle daño a ese grandulón sería quedándote atorado en su garganta.
Linda Martin, Estados Unidos
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
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