Así es la vida: Sobre advertencia…
Al acercarse el fin de semana en el que se celebraría el Supertazón, el supervisor del contratista de obras para el que trabajo puso un intimidante letrero...
Sobre advertencia…
Al acercarse el fin de semana en el que se celebraría el Supertazón, el supervisor del contratista de obras para el que trabajo puso un intimidante letrero en el que recordaba al turno de día que estaba estrictamente prohibido apostar en el partido: “Los empleados diurnos que sean sorprendidos participando en apuestas del Supertazón serán castigados”. No obstante, un jugador empedernido que cubría el turno de la noche añadió al aviso: “7 a 1 dicen que no lo harán”.
Leslie Matteson, Estados Unidos
Recuerdo que en la ceremonia civil de mi matrimonio, debido a la excesiva solemnidad, me distraje pensando en un examen que debía presentar en la universidad sobre el tema de obligaciones y contratos.
El juez me preguntó:
—¿Es su voluntad contraer nupcias con su pareja?
Yo no solo me limité a asentir con la cabeza, sino que exclamé:
—Es mi obligación.
Todos los presentes se rieron.
Armando Núñez, México
Mi abuela, que es una orgullosa canadiense, suele tejer todo el invierno sentada frente a la televisión. Aunque hace unos años obsequió varios símbolos de cariño a familiares y amigos suyos, la cantidad de piezas confeccionadas rebasaron su generosidad y decidió empezar a venderlas. Me preguntó cuánto debía cobrar por cada una, y yo inquirí sobre el tiempo que tardó en hacerlas. Ella dijo: “Bueno, las bufandas me toman más o menos un juego y medio de hockey, y los gorros poco más de dos partidos”.
Nathalie Gougeon, Canadá
Un día estaba conversando con mis hijos. En determinado momento, traté de despertar su admiración con estas palabras:
—Como siempre digo: no le pido a Dios que me dé, sino que me ponga donde hay, para que yo solo me sirva.
Entonces, con un gesto solemne, mi hija mayor exclamó:
—Dios mío, yo no te pido nada para mí… solo te pido un yerno para mi papá.
Rodrigo Barón, México
Pasé más de dos horas en el salón de belleza rizando, cortando y peinando mi cabello. Exhausta, cuando por fin terminaron, fui a pagarle a la recepcionista.
—¡Buenas tardes! —dijo ella alegremente—. ¿Cuál de nuestras estilistas la va a atender hoy?
Reddit.com
Hace muchos años trabajé en un proyecto de investigación y mi hermano era asesor foráneo, por lo que ambos salíamos constantemente de la casa y le dejábamos encargado a un muchacho, no muy listo, que recogiera nuestra correspondencia y nos avisara si se trataba de algo urgente. Cierta tarde recibí una llamada telefónica del chico:
—Lo siento mucho, señor, pero llegó un telegrama que dice que su papá está muy grave, en las últimas —anunció.
Le respondí que más tarde me comunicaría con él, y estaba a punto de darle a mi hermano la triste noticia cuando volví a recibir una llamada suya:
—Discúlpeme, señor, el telegrama no era para usted, me equivoqué —admitió—. Respiré aliviado, hasta que terminó la frase—: Era para su hermano, déjeme llamarlo.
Julio César Gaviño, México