Una vez le pregunté a mi esposo cuándo había sido la última vez que vació el lavavajillas.
—¡Pero si yo nunca meto nada en él! —exclamó, sorprendido.
Desafortunadamente, es verdad.
Eileen Cox, Reino Unido
Hace tiempo, una ambulancia trasladó a mi esposa a nuestra casa luego de haber pasado unos días en el hospital debido a una cirugía. Justo cuando llegó, se dio cuenta de que había olvidado sus muletas allá. Enseguida tomé un autobús hacia el hospital para recogerlas y, cuando iba de salida, vi que se acercaba otro autobús por la calle.
Con las muletas bajo el brazo corrí desesperadamente hacia el vehículo y, por suerte, lo alcancé. Sin embargo, no pude evitar reír cuando el conductor, viendo las muletas, me preguntó: “Acaba usted de visitar el Santuario de la Virgen de Lourdes, ¿verdad?”.
Jim Kerr, Reino Unido
Estaba ayudando a mi abuelo a organizar una fiesta para su cumpleaños número 90. De pronto me di cuenta de que su lista de invitados incluía a muchos parientes y vecinos, pero a muy pocos amigos suyos. Deseosa de planear una fiesta inolvidable, le pregunté por qué no invitaba a algunos de sus viejos amigos de la época escolar, pero él negó con la cabeza inmediatamente y dijo que si lo hacía podrían arrestarlo.
Sorprendida, le pregunté la razón.
Él respondió: “Hasta donde yo sé, ¡el saqueo de tumbas se considera un delito!”.
Carys Scott, Reino Unido
Cuando era una joven tímida de 22 años, cierta vez acudí a una cena acompañada por mi esposo, su jefe y algunos de sus compañeros de trabajo. Todos nos sentamos en una enorme mesa para celebrar un reciente éxito de negocios. El evento estaba amenizado por un cantante estilo Dean Martin, que usaba esmoquin y llevaba una rosa roja en el bolsillo. Durante una de sus interpretaciones, se dirigió a donde yo estaba y se puso de rodillas con la rosa entre los dientes. Yo no tenía idea de qué hacer… ¡jamás me habían dado una rosa así! Entonces, la mujer que estaba sentada a mi lado me dio un codazo, así que me incliné y tomé la flor con los dientes.
No sé qué fue peor: la mirada de total desconcierto del cantante o las carcajadas de todos los comensales de la mesa… excepto mi esposo.
Sue Shaw, Reino Unido
En una ocasión, mi papá fue al supermercado a comprar unas pechugas de pollo sin hueso para preparar un platillo. No obstante, le decepcionó encontrar únicamente algunas piezas pequeñas de pollo preempacadas en la sección de carnes, así que se quejó con la responsable del área.
—No se preocupe —le dijo ella—. Voy a empacar más pollo y a tenerlo listo antes de que usted acabe de hacer sus compras.
Unos minutos más tarde, mi papá oyó estas palabras por el altavoz: “¿Podría por favor pasar conmigo a la parte posterior de la tienda el caballero que desea unas pechugas grandes?”.
Jana Aitch, Canadá
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