Lo que me ha enseñado la publicidad sobre lavar ropa
Cuando éramos niños, mi hermano Ricardo y yo solíamos asistir a cursos de verano en la escuela durante las vacaciones. Cierta vez, en uno de ellos, Ricardo estaba particularmente distraído, conversando con otros compañeros en voz alta. Después de un rato, la maestra, cansada de lidiar con tanto ruido, exclamó:
—¡Ricardo, no estás poniendo atención! A ver, dime: ¿dónde surgió el movimiento hippie?
Tomado completamente por sorpresa, mi hermano sólo atinó a contestar:
—Pues en Jilipinas, maestra.
Laura Ysi, México
Al vivir en una ciudad turística es común ver que los empleados que normalmente trabajan en un almacén, lo hagan en otro o en varios durante las temporadas de mayor afluencia de visitantes.
Por lo tanto, sería absurdo pensar que es imposible reconocer a alguien sólo porque está trabajando en otro lugar… a menos que se trate de una madre sumamente ajetreada y atiborrada de cafeína, como yo.
—¡Qué gusto verla por aquí! ¿Cómo ha estado? —fue el cordial saludo de un empleado que, evidentemente, me había atendido varias veces en distintos almacenes. Yo me quedé con la mente en blanco, pero estaba segura de que lo conocía, así que repuse:
—¡Hola! Lo siento, es que la ropa que trae puesta me desconcertó.
El resto del personal y los clientes oyeron mi desafortunado comentario, ¡y creo que jamás había hecho yo compras con tanta prisa!
Tracey Webb, Reino Unido
Cierta vez mi hija y yo nos dirigíamos en auto a un complejo de cines cercano a nuestra casa, y tratábamos de decidir qué película ver. Al pasar frente a la enorme cartelera, intenté repasar mentalmente cada uno de los títulos. Como mi hija iba conduciendo, sólo pudo echar un vistazo rápido.
—¿Sabes quién actúa en Sillones reclinables de cuero? —dijo.
Desconcertada, guardé silencio, hasta que ella agregó:
—No he oído mencionar esa película. ¿Será una comedia?
Entre risas le expliqué que no había alcanzado a leer toda la cartelera, la cual anunciaba que ahora había “Sillones reclinables de cuero en todas las salas”.
Melanie Lodge, Reino Unido
Un día, mi novio y yo fuimos a visitar a una amiga mía. Cuando llegamos a su casa, su hijo, de casi año y medio de edad, gateaba por todas partes. De pronto tuvo un “accidente” en su pañal; mi amiga lo alzó en brazos y exclamó:
—¿No es adorable? Joe acaba de hacerle un pequeño regalo a su papá.
Mi novio, que estaba sentado a mi lado, masculló:
—Debe ser muy fácil comprarle un regalo por el Día del Padre a este tipo.
Ginette Hughes, Canadá
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