¿Qué pasa en tu cama con el paso del tiempo?
Ambos tienen 20 años y son capaces de dormir donde sea, en un enredijo de brazos y piernas desnudos.
Luego llegan las disputas territoriales (“¡Éste es MI LADO de la cama!”) y las negociaciones difíciles.
En el cuarto siempre hace demasiado calor para él y demasiado frío para ti, pero estar juntos los relaja.
Tú roncas, y él también. Hay quejas, negativas, risas, y te das cuenta de que eso es la vida real: la “intimidad” en toda su gloria romántica.
Sustituyes el edredón psicodélico por sábanas de algodón. La cama se agranda hasta alcanzar el tamaño queen.
Los sábados por la mañana los niños se meten bajo tus sábanas, y sientes el calor de una cabaña de excursionistas durante una nevada.
Los niños ven caricaturas y comen bollitos de chocolate. Les dices que no dejen caer las migas.
La cama es testigo de nuestros retozos nocturnos, a menudo aplazados hasta que los niños se duermen, y conoce nuestras riñas, cuando miramos en sentidos opuestos y evitamos el más mínimo contacto.
La cama puede ser un campo de batalla, pero también es el lugar más agradable para la reconciliación.
Cuando él trabaja fuera de la ciudad, te permites ver Esposas desesperadas, comiendo galletas.
Y de pronto sientes un vacío: extrañas sus ronquidos, su camiseta despintada, y entonces lo admites: la cama es mucho más cómoda cuando los dos están en ella.
¿Se te hace conocida esta historia?