Buena deducción
Mi sobrina, entonces de cinco años, y yo fuimos a ver una camada de gatos recién nacidos. Cuando volvimos a su casa, llena de emoción le contó a su mamá que había visto dos gatitas y dos gatitos. Sorprendida, mi hermana le preguntó cómo lo sabía, a lo que la pequeña respondió:
—Es que mi tía los levantó y los miró por debajo… Creo que ahí es donde tienen la etiqueta.
Luisa Mendoza, México
Un día mi hermana estaba preparando hot cakes para sus hijos, Jason y Robbie. Al ver que los chicos empezaban a discutir sobre quién se comería el primer hot cake, ella creyó oportuno darles una lección sobre moral.
—Si Jesús estuviera aquí sentado, diría: “Dale el primer hot cake a mi hermano. Yo puedo esperar”.
Entonces Robbie se volvió hacia su hermano menor y le dijo:
—Jason, a ti te toca ser Jesús.
Jake Cooper, Reino Unido
Cierta vez, cuando mi hija menor estaba en su cuarto, la oí gritar:
—¡Ay, me lastimé el dedo del pie!
—¿Cuál dedo? —le pregunté.
—¡El que se fue al mercado! —dijo la pequeña entre sollozos.
Steve Hughes, Reino Unido
Durante una visita escolar a una estación de policía, los niños vieron fotos de personas que se buscaban por diversos delitos. Al terminar, el agente que estaba dando las explicaciones les preguntó a los chicos si tenían alguna duda. Lleno de curiosidad, uno de ellos preguntó:
—Si están buscando a todas estas personas, ¿por qué no las retuvieron cuando les tomaron las fotos?
Hope Lewis, Reino Unido
Al ver a mi esposo comiendo un pan multicereal, mi nieto, de cinco años, muy serio le preguntó:
—Oye, abuelito, ¿sabías que si tomas una de las semillas del pan y la plantas en el jardín pueden crecer más panes?
Julie Mepstead, Canadá
Cuando mi hijo Adrian tenía unos cuatro años recibía terapia del habla porque confundía algunas consonantes o no las podía pronunciar. Un día lo llevé al pediatra porque se sentía mal. Apenas estuvimos sentados frente al médico en el consultorio, el niño dijo en voz alta:
—Señoz sin delo.
Yo le entendí de inmediato, pero preferí no hacerle caso a propósito. Entonces, con una voz aún más alta, el pequeño exclamó:
—Mamá, ¡señoz sin delo!
Seguí hablando con el doctor, con la esperanza de que el niño se callara si no le prestaba atención, pero no fue así.
Finalmente, el médico, intrigado, me preguntó:
—¿Qué está diciendo el niño?
Adrian gritó:
—Mamá, ¡señoz calvo!
Sentí que la cara se me ponía roja de vergüenza, pero afortunadamente el doctor Browne decidió ver el lado gracioso del asunto.
Wendy Higlet, Reino Unido
Un día estaba jugando a las adivinanzas con mi nieto de cuatro años. La pista era “Algo que tu mamá usa para limpiar”. Yo esperaba que el pequeño dijera “la escoba”, pero su respuesta fue:
—¡La señora de la limpieza!
Mary Mehring, Estados Unidos
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
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