Gajes del oficio: Detesto trabajar por mi cuenta
Los bibliotecarios suelen ser personas tímidas, pero los usuarios de las bibliotecas definitivamente no lo son. He aquí algunas...
Buena observación
Lugar: sala de redacción de una estación de radio.
Persona que llama: “Sólo quería avisarles que estánfuera del aire”.
Locutor: “Sí, lo sabemos. Nuestros técnicos ya están tratando de arreglar la falla”.
Persona que llama: “Sería bueno que explicaran eso al aire”.
Fuente: Radio Newsroom
Detesto trabajar por mi cuenta. Cada vez que quiero quejarme de mi jefa con mis amigas, ella siempre está presente.
Adara Sajitos, Canadá
Ser salvavidas es un empleo de verano extraño para un muchacho. El noventa y nueve por ciento del tiempo lo pasa sentado, sin hacer nada, y en el tiempo restante salva la vida de alguien.
@weismanjake
Cierta vez estaba dando una clase de matemáticas a mis alumnos de siete años. Escribí “10.8” en el pizarrón, y luego borré el punto decimal para mostrar el efecto de multiplicar ese número por 10. Después, le pregunté a un niño si sabía dónde estaba el punto decimal.
—Claro —respondió sin titubear—. Está en el borrador.
Daniela Roberts, Reino Unido
En una ocasión, cuando un compañero mío del trabajo contestó su teléfono celular, una confundida mujer le preguntó:
—¿Quién habla?
—Soy Steve —contestó él—. ¿Con quién tengo yo el gusto?
Tras una pausa, la mujer dijo:
—¿Acaba usted de decir el “gusto”?
—Así es.
—Perdón, me equivoqué de número —respondió ella, y colgó.
Tomado de gcfl.net
Los bibliotecarios suelen ser personas tímidas, pero los usuarios de las bibliotecas definitivamente no lo son. He aquí algunas asombrosas peticiones de estos últimos:
“Un usuario me ofreció 100 dólares para que fuera a robar un cactus del jardín de otra persona”.
“Una usuaria me pidió que le prestara un libro para enseñarle alemán a su perro”.
“Una vez, una usuaria me pidió el número telefónico de mi casa para poder llamar y hacerme consultas de la biblioteca fuera de mis horas de trabajo”.
Roz Warren, tomado de womensvoicesforchange.org
Una mujer llamó a la oficina de atención a clientes de la aerolínea donde trabajo para preguntar si podía llevar a su perro en el avión.
—Claro —respondí—, siempre y cuando usted lleve la jaula.
Además, le expliqué que ésta debía ser lo bastante grande para que el perro pudiera levantarse, sentarse, girar y rodar estando echado.
Tras hacer una pausa, la mujer, en tono de agobio, exclamó:
—¡Jamás podría enseñarle a hacer todo eso a mi perro en una noche!
Tomado de gcfl.net
Doy clases de economía en la universidad. Cierta vez, justo antes del examen final, un alumno poco brillante se acercó y me dijo:
—¿Qué calificación debo sacar en el examen para aprobar el curso?
Le expliqué la dolorosa verdad:
—El examen vale 100 puntos. Si sacas menos de 70, no vas a aprobar el curso, ¿entiendes?
—¿Y cuántos puntos necesitaría para aprobar con el mínimo? —quiso saber el estudiante.
Aimee Prawitz, Estados Unidos