Creía que era resfriado, pero goteaba líquido cefalorraquídeo
Una tomografía reveló que la paciente presentaba una pequeña grieta en el hueso del cráneo, y que le goteaba líquido cefalorraquídeo por la nariz.
Al principio pensó que era un resfriado o quizá una alergia estacional, pero parecía afectar sólo al orificio nasal izquierdo de su nariz y no cesaba. Peor aún, cada vez que ella se agachaba o hacía algún esfuerzo físico, la secreción aumentaba significativamente.
Cuatro días después fue a visitar al médico, quien le dijo que sus síntomas no eran típicos de una sinusitis: no tenía dolor de cabeza, tos ni presión en los senos nasales, y la secreción era clara, no amarilla o verde.
Aun así, le recetó un antibiótico y un corticosteroide nasal, por si acaso. Dos semanas más tarde, Jia seguía moqueando. No tenía antecedentes de alergia ni síntomas de alguna, así que el médico le ordenó una tomografía cerebral.
Los radiólogos no destacaron nada extraordinario, pero al médico de Jia le preocupaba que pudiera padecer pérdida de líquido cefalorraquídeo (LCR). La remitió al doctor Satish Govindaraj, quien confirmó sus sospechas.
La tomografía reveló que Jia presentaba una pequeña grieta en el hueso del cráneo, y que le goteaba LCR por la nariz.
Jia tuvo suerte de que su médico notara los síntomas, afirma Govindaraj, quien tomó su caso al confirmarse la fuga.
Cuando las secreciones nasales son provocadas por alergias o resfriados, generalmente aparecen en ambas fosas nasales y en un momento dado disminuyen su frecuencia (o incluso desaparecen). Por el contrario, “como el LCR se produce continuamente”, afirma el experto, “suele tratarse de un goteo incesante”.
La pérdida de LCR de Jia fue espontánea y sin razón aparente. El cuadro es raro, y ya que la mayoría de los casos se presentan entre mujeres de edad media obesas o con sobrepeso (el peso alrededor del abdomen ejerce presión en las venas y ésta se transmite al cerebro), ella no encajaba en el perfil.
Sin embargo, la tomografía indicaba que el revestimiento de su cerebro se había herniado en uno de los senos paranasales. Esto produjo una pequeña rasgadura, provocando la fuga del LCR desde el cerebro, mediante la nariz.
Una muestra del líquido reveló la presencia de transferrina beta 2, proteína que sólo está en los ojos, hígado y LCR. “Si sale de la nariz, sin duda viene del cerebro”, afirma Govindaraj.
Si no se sometía a una cirugía para sellar la fuga, Jia corría el riesgo de contraer meningitis, o de un absceso cerebral: la infección podría pasar fácilmente de la nariz al vulnerable tejido de la zona sinusal.
Tras una segunda tomografía para guiar el procedimiento, Govindaraj practicó una cirugía endoscópica a través de las cavidades nasales.
Eliminó la zona cerebral expuesta, cerró la grieta del cráneo con hueso y tejido de la nariz, reforzó el injerto e insertó una esponja para mantener presión en la zona. “Como la paciente tenía una fuga importante, tuvimos que sellar la fisura rápidamente.”
Cinco días después, Jia volvió con el doctor Govindaraj para que le retiraran la esponja. Aunque se reparó la fuga, seguía habiendo la posibilidad de que se abriera una nueva.
Govindaraj le recetó acetazolamida, un diurético que reduce la presión del LCR, y le recomendó visitar a un neurooftalmólogo para vigilar los signos de presión intracraneal elevada en los ojos.
Los médicos aún no saben por qué se experimenta presión de LCR sin razón. En el caso de Jia, el estrés acumulado en el cráneo produjo, con el tiempo, la fisura, que pudo haber estado allí meses o años antes de que se fugara.
“Sigo viendo a la paciente una vez al año, para asegurarme de que esté bien,” señala Govindaraj. “Pero ha vuelto a su rutina sin restricciones y lleva una vida normal”.