Por qué “Coco” es la película que necesitamos
En el pueblo de Santa Cecilia se respetan las tradiciones. Una es la celebración anual del Día de los Muertos.
Otra indica que todos en la familia Rivera son zapateros… o al menos, hasta que Miguel decide que su verdadera vocación es la música, la única profesión que está definitivamente prohibida en su familia. Pero, ¿cómo puede rechazar aquello para lo que realmente nació? ¿Y más cuando su ídolo y antepasado es el legendario cantante Ernesto de la Cruz?
Originalmente Lee Unkrich, uno de los directores, quería narrar la historia de un chico latino que visita nuestro país durante esta celebración; la moraleja era aprender a “soltar” a los que nos han dejado. Pero entre más investigaba, más descubría que el corazón de la trama necesitaba ser otro: aquí los muertos no nos dejan, siempre que los conservemos en nuestro corazón y los recordemos al menos cada 2 de noviembre.
Esa investigación, junto con las aportaciones del codirector Adrian Molina, dotó a la cinta de un espíritu innegablemente mexicano: las abuelitas armadas con temibles chanclas, la comida a todas horas, las profesiones que pasan de generación en generación, los colores del cempasúchil y de los alebrijes, la intensidad de la luz a ciertas horas, arquitectura inconfundible, la siempre presente música…
Una vez que Miguel y su xoloitzcuintle Dante son transportados a la Tierra de los Muertos, además, se suma un reto: si antes del amanecer no renuncia a la música y recibe la bendición de sus antepasados, se convertirá en un esqueleto y no podrá regresar con su familia ni con Mamá Coco, su adorada bisabuelita.
Ya no sorprende que una cinta de Pixar sea conmovedora. Lo que hace a “Coco” tan especial es que cumple su promesa: es una sincera carta de amor a México, un recordatorio de lo mucho que valemos y de lo que podemos ser, en un momento en que nuestro espíritu lo necesita tanto.
¿Ya la viste, qué te pareció?