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¿Cómo actúan las vacunas?

Otra forma de adquirir una resistencia activa a ciertas enfermedades es a través de una inmunización artificial: una vacuna.

Al organismo se le inyectan gérmenes de esa enfermedad que han sido tratados en el laboratorio para hacerlos inofensivos, o casi inofensivos, pero que bastan para estimular la producción de anticuerpos específicos que le harán adquirir inmunidad.

En ciertos casos, los microorganismos patógenos han sido destruidos por medio de calor, aldehído fórmico o luz ultravioleta antes de preparar la vacuna; así se hacen la de la tos ferina y la de la fiebre tifoidea, por ejemplo.

Sin embargo, muchas tienen que elaborarse con gérmenes vivos para que resulten eficaces; se recurre entonces a debilitar o atenuar los microorganismos con sustancias químicas por otros medios para que resulten inocuos.

De este tipo es la vacuna oral Sabin contra la polio. Un tercer grupo de vacunas, que incluye las de la viruela y la tuberculosis, se hacen con antígenos activos de enfermedades similares pero mucho más leves.

¿En qué casos se emplean antitoxinas y gammaglobulina?

Algunas infecciones bacterianas, sobre todo el tétanos, el botulismo y la gangrena gaseosa, vierten en la corriente sanguínea sustancias venenosas que causan una severa intoxicación. Para combatir sus efectos se usan antitoxinas y gammaglobulina.

Las antitoxinas se obtienen inyectando una pequeña cantidad de bacterias en animales de laboratorio que, para defenderse, forman anticuerpos.

De la sangre de esos animales se extraen los anticuerpos, que son purificados antes de inyectárselos a las personas intoxicadas. Esto les confiere una inmunidad inmediata pero de corta duración, generalmente no más de seis semanas.

Si el peligro de la enfermedad persiste, es necesario aplicarles inyecciones de refuerzo de la misma antitoxina.

A diferencia de las antitoxinas, la gammaglobulina procede de la sangre de un ser humano que por haber padecido antes una enfermedad ha formado anticuerpos específicos.

A veces se inyecta gammaglobulina a las personas expuestas a una enfermedad grave contra la que no han sido vacunadas. Se administra sobre todo a las que han estado en contacto con los virus A y B de la hepatitis, pero también ha resultado eficaz para prevenir las paperas y el sarampión.

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