Al caer la tarde, una fila de sacerdotes asciende al monte sagrado de la Estrella, Uixachtlán, situado a 11 km de Tenochtitlán, capital del antiguo imperio azteca. Al coronar la cima, entierran un manojo de 52 cañas; según sus creencias, en ese momento el tiempo muere.
Después, los sacerdotes suben a un templo piramidal, a cuyos pies se agolpa una gran muchedumbre. Van a celebrar el ritual que asegurará la fortuna del imperio azteca durante otro ciclo de 52 años. Cuando la estrella Alción llega a su cenit, el sumo sacerdote arranca el corazón de la víctima del sacrificio, atada sobre el altar, y enciende un fuego en la cavidad de su pecho.
Sacerdotes expertos en astronomía
Los sacerdotes aztecas eran grandes conocedores de la astronomía y las matemáticas, gracias a lo cual crearon dos calendarios para medir el tiempo. El tonalamatl, de 260 días, regía las celebraciones religiosas. Constaba de 20 días con distintos nombres que se combinaban con los números 1 a 13.
Al mismo tiempo, usaban el calendario solar de 365 días para las labores agrícolas. El año solar constaba de 18 meses de 20 días. El primer día de cada mes era el 0, ya que los días se contaban cuando ya habían pasado. Los cinco últimos días del año, que no pertenecían a ningún mes, eran los días ?vacíos?, un período en que las fuerzas del mal acampaban por sus respetos y la población ayunaba y hacía penitencia.
Cada 52 años solares y 73 años religiosos, ambos calendarios coincidían y recomenzaban el mismo día. Ese momento se consideraba el principio de un nuevo ciclo. Al final de cada año, el sumo sacerdote guardaba una caña pelada y, al cabo de 52 años, las 52 cañas sagradas se enterraban en la ceremonia del “final del tiempo”.
Para los aztecas, el día del nacimiento de una persona determinaba su futuro. Los días eran favorables o desfavorables dependiendo del dios que estuviera asociado con cada uno de ellos.
El más largo de los años
Los sacerdotes aztecas también crearon un calendario venusiano después de medir la duración de la rotación de Venus alrededor del sol: 584 días. Un ciclo de 2,920 días (ocho años solares o cinco ciclos venusianos) conectaba el año solar con el venusiano. El año sagrado, el venusiano y el solar coincidían cada 104 años solares, con lo cual se creaba un cuarto ciclo de 37,960 días.
El sistema empleado por los aztecas para realizar las mediciones astronómicas era muy sencillo. Desde lo alto de sus templos piramidales, los sacerdotes observaban el cielo y medían con un par de palos cruzados la distancia de los astros con respecto al horizonte.
El lugar donde los cuerpos celestes se alzaban y se ponían se medía tomando como referencia algún rasgo prominente del paisaje, ya fuera un monte o una pirámide, y colocando unos palos cruzados para medir la altura sobre el horizonte.
El primer día del nuevo ciclo temporal azteca se encendían antorchas con la llama sagrada prendida en el pecho de la víctima del sacrificio, y varios equipos de corredores llevaban las antorchas por todo el imperio, anunciando la buena nueva del comienzo del nuevo ?siglo?. Ese día volvían a encenderse las hogueras de los templos, que arderían ininterrumpidamente durante los siguientes 52 años.
¿Creencias compartidas?
La mayoría de las culturas precolombinas de América Central adoraban al dios Sol. El dios Sol, fuente de la energía vital, precisaba de sacrificios para conservar su fuerza. Si el Sol perdía su energía sobrevendría el fin del mundo. En la cultura azteca, los corazones humanos eran el mejor sacrificio que podía ofrecerse al dios Sol.