Pero para que lo sea, los padres necesitan seguir estas sencillas reglas.
Cuando los padres toman el tiempo para escuchar a sus hijos y aprender a escuchar y valorar sus emociones, los ayudan a volverse más resilientes.
“Los niños están más abiertos a escucharnos cuando los escuchamos a ellos”, dice Kenneth Barish, profesor de psicología en el Colegio Médico Weill Cornell. Sugiere apartar 10 minutos al final de cada día exclusivamente para hablar con ellos.
“Pregúntales qué les preocupa, si han tenido algún problema con sus amigos, y aclara cualquier malentendido o enojo que sientan”. Escuchar brinda una dimensión correcta a cualquier dificultad, y las emociones no se acumulan cuando aclaramos el enojo y los malos entendidos, explica Barish.
Cuando un niño se siente preocupado o tiene miedo, es importante no tranquilizarlos demasiado rápido ni mentirles: a veces está bien preocuparse.
“Culturalmente estamos impidiendo que nuestros hijos se sientan mal”, dice Lyons. Por ejemplo, cuando nuestros hijos sienten temor de reprobar un examen, la primera reacción de los padres es decirles que no lo harán.
“En lugar de reaccionar tan rápido, tenemos que permitir que se sientan mal para que puedan aprender a enfrentar la situación”, afirma Lynn Lyons, psicoterapeuta. “Necesitamos amarlos y apoyarlos en lugar de tratar de quitarles la preocupación y decirles ‘que no volverá a ocurrir’, pues en el fondo sabemos que les estamos mintiendo”.
A veces los padres resuelven todos los problemas de sus hijos, incluyendo sus tareas y proyectos escolares. “Involucrar a tus hijos es una alternativa más recomendable“, dice Barish.
Cuando tu hijo tenga un problema, pregúntale qué puede hacer para resolverlo. “Los padres no suelen ofrecer esta alternativa porque se distraen con qué pueden hacer ellos para resolver el problema.
Involucrarlos cambia el canal, motiva al niño a solucionar el problema y fortalece sus habilidades para resolución de conflictos.”
Las investigaciones han demostrado que hay dos tipos de mentalidades: fija y de crecimiento. Con una mentalidad fija (“soy inteligente” o “no soy inteligente”), cualquier fracaso te hace pensar lo peor; en cambio, con una mentalidad de crecimiento, cualquier fracaso representa una oportunidad, explica Barish.
Con una mentalidad fija, un niño que no obtenga una buena calificación en matemáticas creerá que no podrá aprenderlas. Una mentalidad fija provoca ansiedad y presión, mientras que una mentalidad de crecimiento conduce a una pasión por el aprendizaje.
“La mentalidad de crecimiento es una herramienta poderosa”, dice Barish.
Con ella, se ve a la inteligencia y al talento como músculos que mejoran y se fortalecen con cada uso. Cuando un niño falla, no siente desánimo, sino que dice: “si me esfuerzo más, mejoraré”.
Queremos que nuestros hijos sean emocionalmente inteligentes, así que es importante que desde pequeños sean capaces de expresarse y hablar sobre lo que están sintiendo, dice Lyons.
Aumentar el vocabulario emocional de un niño le ofrece más palabras para expresarse. “Para crear resiliencia emocional en los chicos, queremos que tengan opciones para decir cómo se sienten“, dice Lyons.
“Entre más palabras tengan de dónde elegir (feliz, enojado, contento, molesto), más capaces serán de identificar sus emociones, cómo se sienten y de expresarse.
Los halagos son como el oxígeno: no podemos vivir sin ellos, dice Barish. Y no debemos recelar de ellos si alabamos el esfuerzo y no a la inteligencia. Algunos estudios han demostrado que halagar demasiado a los niños puede tener efectos negativos, e incluso hacer que se vuelvan narcisistas.
“No le reconozcas a tu hijo haber obtenido un 10, reconócele lo mucho que trabajó”, dice Barish. También sugiere que los padres sean específicos en sus halagos.
En el deporte, por ejemplo, puedes alabar a tu hijo por el esfuerzo que hizo por patear la pelota, explica. “Quizá no metiste gol, pero te esforzaste en patearla”.
Desde juguetes hasta actividades sin fin, darle demasiado de cualquier cosa a tu hijo puede tener efectos dañinos. Se ha demostrado que cuando los niños que han sido muy mimados se convierten en adultos, pueden resultar afectadas sus habilidades básicas, su autoestima, su confianza, sus valores y sus emociones.
Algunos investigadores creen que mimar demasiado es una forma de abuso infantil porque podría evitar que un niño aprenda habilidades esenciales para la vida.
“Los niños deben aprender el principio del esfuerzo”, dice Barish. “He visto niños que no están esforzándose en la escuela pero aun así reciben muchos premios.
” La alternativa a consentirlos de más, explica Barish, es enseñarles que no siempre obtendrán todo lo que quieren. “Cuando quieran algo, necesitan ganárselo”.
Desde barrer la entrada a la casa de un vecino hasta donar alimentos a los necesitados, enseñar a los niños a preocuparse por los demás y a ayudarlos es una parte importante de crecer.
Las investigaciones demuestran que los niños se benefician cuando ayudan a sus semejantes. “Los niños de 10 años pueden tomarse el tiempo para leerle cuentos a los pequeños de preescolar”, dice Barish.
Les enseña que tienen algo que ofrecer y les brinda un sentido realista de autoestima. Afirma que el servicio comunitario también es importante.
“Deben hacerlo porque no solo podrán incluirlo en sus curriculums cuando sean mayores, sino porque ayudar a los demás beneficia la autoestima y la madurez emocional”.
Si bien los padres pueden creer que las críticas son útiles, también pueden hacer que los niños se enojen, se vuelvan desafiantes e inicie un círculo vicioso, explica Barish. “Se vuelven groseros e irrespetuosos y los criticamos por ambas razones”.
Cuando no se sienten enojados o desanimados, los niños quieren obtener el reconocimiento de sus padres. La mejor forma de remediar el círculo de enojo y resentimiento es escucharlos con paciencia y respeto.
“Veo a muchos padres que tratan de eliminar todos los peligros de las vidas de sus hijos, y eso es natural”, explica Lyons, pero los estudios indican que los hijos de padres ansiosos tienen más riesgo de desarrollar ansiedad.
“Si quieres crear fortaleza emocional, a veces necesitas ir en contra de tus instintos paternales”, dice Lyons. La mejor forma es permitir que tus hijos experimenten situaciones que los hagan sentir incómodos, y entonces enseñarles cómo manejar lo que están sintiendo.
Por ejemplo, si tu hijo pierde el balón durante el juego y su equipo pierde, no hay nada que puedas hacer para solucionarlo, dice Lyons. “Tienes que enseñarles que lo que están sintiendo pasará con el tiempo.
También necesitan comprender que siempre habrá un ganador y un perdedor cuando estén jugando y que deben ser capaces de aceptarlo”.
Extraído de: rd.com, 11 Ways to Make Your Kids More Emotionally Resilient
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