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Los auxiliares auditivos más recientes suplen la pérdida del oído con tecnología digital. Bjarne Larsen, de Fredericia, Dinamarca, empezó a perder el oído a los 42 años de edad. Primero dejó de oír el...
Los auxiliares auditivos más recientes suplen la pérdida del oído con tecnología digital.
Bjarne Larsen, de Fredericia, Dinamarca, empezó a perder el oído a los 42 años de edad. Primero dejó de oír el pitido de su cámara digital y el ruido de las cigarras; luego tampoco entendía lo que le decían personas sentadas frente a él en habitaciones ruidosas. No se hizo una prueba de audición (audiometría) sino hasta que tenía 50 años, cuando sus compañeros de trabajo se lo sugirieron. Resultó que necesitaba auxiliares auditivos, y desde entonces los usa.
“La primera vez que me los puse, salí a la calle y me quedé admirado de los muchos sonidos del tráfico y el canto de los pájaros”, recuerda Larsen, hoy día de 59 años. “Ahora estoy más a gusto en las reuniones porque ya no se me dificulta seguir la conversación. Cuando uno no entiende las palabras a causa de la mala audición, puede parecer un poco tonto ante los demás, o sentir que es blanco de burlas”.
La audición suele empezar a de-clinar hacia los 50 años como consecuencia natural del envejecimiento (enfermedades como la hipertensión arterial y la diabetes, así como la exposición prolongada al ruido, pueden acentuar la pérdida). Examinemos unas cifras a guisa de ejemplo: según la Federación Europea de Personas Sordas (EFHOH, por sus siglas en inglés), institución no lucrativa que representa a los europeos aquejados de sordera, en ese continente una de cada cuatro personas mayores de 65 años y una de cada tres mayores de 75 tiene pérdida auditiva.
Realizarse una audiometría y usar auxiliares auditivos puede ser útil, pero muchas personas no quieren hacerlo por el estigma asociado con la sordera. “Quien tiene que empezar a usar auxiliares auditivos tiende a pensar que los demás lo considerarán corto de entendimiento y viejo”, dice Kim Ruberg, secretario general de la institución no lucrativa Hear-It, con sede en Bruselas. “Qué disparate. Es algo natural; nada tiene que ver con la inteligencia”.
Los expertos aconsejan hacerse una audiometría cada tres años a partir de los 50 de edad, y usar auxiliares auditivos cuando se tenga una pérdida de 25 decibeles en el oído que menos oye. Como no hay pautas oficiales, los médicos no prescriben la audiometría de manera regular, y los pacientes quizá no la pidan.
“No es forzoso que los pacientes adultos se sometan a la prueba”, dice Ad Snik, investigador de audición e implantes en el Centro Médico de la Universidad Radboud, en Holanda. “Ellos pueden decidir solos”.
Sordera y calidad de vida
Una razón de peso para hacerse la audiometría es que las investigaciones han asociado la pérdida de la audición con depresión, demencia senil y trastornos cognitivos. Un estudio de 2013 publicado en JAMA Internal Medicine revela que los adultos mayores aquejados de pérdida del oído corren 24 por ciento más riesgo de sufrir deterioro cognitivo que quienes oyen normalmente.
El aislamiento social derivado de la pérdida auditiva tiende a provocar depresión: la persona afectada tiene dificultad para entender a sus amigos en restaurantes ruidosos o en fiestas muy concurridas. “Quienes padecen merma auditiva evitan estos lugares y es posible que pierdan amigos”, dice Snik. “Y lo que se pierde en la vejez no es fácil de recuperar”.
El deterioro cognitivo es más frecuente en los adultos mayores que tienen pérdida auditiva, pero no es probable que la produzca. “La disminución de las facultades mentales quizá afecte la capacidad de los circuitos cerebrales para procesar los sonidos”, explica Gary Housley, presidente del departamento de fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sydney.
Es común renunciar a los auxiliares auditivos
Un pequeño porcentaje de quienes necesitan auxiliares auditivos se los manda hacer. En los países donde esos aparatos son gratuitos para sus ciudadanos, como Dinamarca y Noruega, una de cada cinco personas aquejadas de pérdida auditiva los tiene. Y en las naciones donde los pacientes pagan la mayor parte del precio, menos de uno de cada 10 los tiene, según la EFHOH.
Los estudios indican que muchas personas que tienen auxiliares audi-tivos no los usan. Algunas no están conformes con la calidad del sonido de los aparatos; a otras se les olvida comprar pilas nuevas. A algunas personas que sufren aislamiento social no les preocupa eso porque nadie les habla, y muchas otras guardan silencio por vanidad o por temor.
Los auxiliares auditivos llegan a la era digital
Estos aparatos han cambiado mucho en los últimos 15 años. “Ahora son digitales y están compuestos por microcircuitos integrados y provistos de micrófonos más avanzados, programas de direccionalidad y reducción de ruido, y transmisión inalámbrica de audio”, dice Rikke Schnack-Petersen, presidenta de la Asociación Danesa de Audiología Médica.
Muchos de los auxiliares auditivos actuales pueden funcionar en conexión con dispositivos externos para mejorar la experiencia del usuario. “Algunos se conectan vía Bluetooth u otro medio inalámbrico con el teléfono celular o altavoces en entornos especiales, como auditorios”, señala Priya Singh, directora de educación en el Instituto del Oído del Colegio Universitario de Londres.
Algunos están hechos para oír mejor la voz humana, la música o a la persona que se tiene enfrente; otros ajustan automáticamente el volumen según el ruido de fondo. “Esto ha aumentado enormemente el uso de los auxiliares auditivos y la satisfacción de los usuarios”, dice Ruberg.
Se han popularizado los modelos externos, que se colocan detrás de la oreja. Un tubo delgado inserto en el conducto auditivo deja circular el aire, a diferencia de los modelos internos, que impiden la ventilación. “Si la persona tiene una pérdida auditiva considerable, puede utilizar auxiliares externos de tamaño y capacidad de procesamiento mayores”, añade Ruberg.
Bjarne Larsen usa auxiliares externos con un dispositivo de streaming que le permite descargar y oír texto hablado o música de su celular vía Bluetooth. Sus siguientes auxiliares serán aún más avanzados. “Espero poder conectarlos al televisor, el estéreo y el streamer sin tener que llevar un cable al cuello”, dice. “Estos aparatos me hacen tan feliz, que casi me aterra la idea ¡de que se acaben las pilas cuando no estoy en casa!”
El implante coclear se impone al silencio
Cerca de cinco por ciento de quienes padecen pérdida auditiva necesitan un implante coclear, el cual rodea la parte dañada del oído en-viando directamente al nervio auditivo impulsos eléctricos que el cerebro interpreta como sonidos. “El implante es sólo para quienes tienen una sordera total o casi total”, advierte Ad Snik.
La calidad del sonido es diferente y el receptor necesita tiempo para adaptarse. “Los usuarios se quejan de una pérdida del timbre o el tono”, dice Housley. “El sonido les resulta apagado, pero algo de audición es mejor que nada”.
Los receptores de implante coclear que tienen ya una edad avanzada presentan una mejora enorme en sus habilidades cognitivas al cabo de un año, y son menos propensos a deprimirse, revela un estudio realizado en Francia en 2015.
Richard Darbéra, un parisiense de 66 años, usa un implante coclear en el oído sordo y un auxiliar en el otro, que tiene una pérdida auditiva parcial. “Oigo mejor con el implante que con el auxiliar… aunque mucho peor que cuando tenía treinta y tantos años”, dice Darbéra, presidente de Bucodes SurdiFrance, la federación francesa de personas aquejadas de pérdida auditiva. Sin embargo, añade, “ser capaz de sostener una conversación usando un oído que dejó de funcionar por completo hace unos 20 años es un verdadero milagro”.