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Esto ocurre porque se aprovechan dos principios científicos: primero, al evaporarse, los líquidos absorben el calor de su ambiente, pues necesitan energía para realizar el cambio de estado físico; y segundo, los líquidos se evaporan a menor temperatura cuando se someten a presiones bajas.
Todo liquido que se evapore fácilmente a bajas temperaturas es un potencial refrigerante. Es posible evaporarlo y licuarlo alternadamente, haciéndolo circular a través de tubos en los que varíe la presión. En la mayoría de los refrigeradores domésticos, el refrigerante es uno de los compuestos conocidos como clorofluorocarbonos o freones.
Un motor eléctrico succiona el gas frío de los tubos, lo comprime para que se caliente y lo manda al tubo serpentín de la parte trasera del refrigerador.
El aire que circunda al serpentín absorbe el calor del ambiente y hace que el gas vuelva a condensarse, todavía a muy alta presión.
Después, un tubo de calibre muy angosto, llamado capilar, devuelve el líquido de alta presión a los tubos ensanchados del interior, el líquido se evapora de nuevo y el ciclo se repite.
La refrigeración se perfeccionó en el siglo XIX ante la necesidad de enviar a los principales mercados de Europa y el este de Estados Unidos la carne de las vastas tierras de pastoreo de Australia, Nueva Zelandia, América del Sur y el oeste de la Unión Americana.
Uno de los primeros en aplicar el principio de la refrigeración fue el impresor James Harrison, un escocés que emigró a Australia. Al estar limpiando con éter sus tipos de imprenta, notó el enfriamiento causado en el metal.
El éter es un líquido con bajo punto de ebullición, y se evapora fácilmente. En 1851 Harrison puso en práctica su descubrimiento. Por unos tubos bombeó éter para enfriar el edificio de una cervecería de Bendigo, Victoria, Australia.
La idea de Harrison permitió, ya en 1880, la primera travesía australiana con frigorífico. Esa vez, en un viaje de dos meses, el barco SS Strathleven transportó carne a Londres.
El primer refrigerador doméstico lo fabricó en 1879 el ingeniero alemán Karl von Linde, quien modificó un modelo industrial que él había diseñado seis años antes. El refrigerante era amoniaco, que circulaba impulsado por una bomba de vapor.
Los primeros refrigeradores eléctricos se debieron a los suecos Balzer von Platen y Carl Munters, quienes en 1923 crearon su modelo con motor eléctrico para accionar el compresor.
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Al enfriar la comida en el refrigerador se frenan las dos causas principales del deterioro: la proliferación de hongos y bacterias, y la descomposición química.
En un refrigerador doméstico, la temperatura se mantiene entre 1 y 5°C, suficiente para conservar durante una semana la mayoría de los alimentos. Se frena el desarrollo de los microorganismos que causan el deterioro, pero éstos no mueren.
La descomposición química también se reduce, pero no se detiene; así que los alimentos se echan a perder si se guardan demasiado tiempo. La temperatura habitual de un congelador doméstico es de 18°C, lo que conserva la comida entre un mes y un año, según el tipo y la calidad de ésta.
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