Lejos de ser solo compañeros de juego, los perros contribuyen al desarrollo infantil, enseñan a los niños sobre responsabilidad y los estimulan a practicar actividad física y jugar al aire libre. Todas buenas noticias, aunque existe un aspecto negativo: la posibilidad de que el perro muerda.
En la mayoría de los casos, la responsabilidad reside tanto en los padres como en los dueños de los perros, quienes deben supervisar de manera activa las interacciones entre sus mascotas y los niños pequeños.
Aquí algunas recomendaciones para minimizar los riesgos.
Los niños deben comprender la diferencia entre un animal y un juguete. Los perros no son juguetes y nunca deben jugar con ellos de manera brusca. Es preciso enseñar a los niños reglas básicas, como no alzar perros pequeños, no tirarles de las orejas ni del pelaje y nunca darles palmadas en la cara.
También deben saber que existen ciertos momentos en los que no está permitido tocar al perro, como cuando está durmiendo, comiendo o masticando un hueso. Despertar a un perro dormido puede causar sobresalto y asustar al animal, y los perros pueden ser muy protectores de su comida y de sus juguetes.
Los niños deben mantenerse lejos si el perro levanta los labios, gruñe, se aleja, si mira fijamente o si repentinamente el pelaje del lomo se vuelve rígido y se eriza. Los niños muy pequeños pueden confundir fácilmente a un perro que muestra los dientes con un perro que sonríe.
Siempre pide permiso al dueño antes de que un niño acaricie a un perro, aún cuando conozca al animal. Nunca acaricies a un perro en la parte superior de la cabeza o con la mano abierta. Ambos gestos pueden resultar amenazantes y despertar una actitud defensiva en el animal.
Siempre se recomienda acercarse a los perros desde un ángulo y ofrecerles el dorso de la mano con el puño cerrado para permitir que el perro la huela. Si el perro no huele la mano o se distancia, lo mejor es ignorarlo y alejarse lentamente.
Cuando se les acerque un perro desconocido, los niños deben quedarse quietos como estatuas, con los brazos a los costados, las manos cerradas y nunca deben gritar. Enseña a los niños a evitar el contacto visual con el perro; en estos casos deben bajar la mirada y mirarse sus propios pies.
A medida que los niños se excitan, gritan y corren, los perros también se entusiasman y quieren sumarse a la diversión, lo que puede dar lugar a mordidas. Enseña a los niños que no deben sacarle los juguetes a un perro.
Los perros siempre intentarán alegremente recuperar el juguete y eso puede dar lugar a mordidas no intencionales en las manos y dedos pequeños de los niños.
Los padres o adultos a cargo siempre deben supervisar a los niños pequeños cuando están cerca de un perro. Si no es posible supervisarlos en forma activa, niños y perros deben estar separados.
Información de la Dra. Katrina Warren, veterinaria en Sidney, Australia. Ha participado en programas televisivos para mascotas en Australia y en el canal Animal Planet en Estados Unidos.
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