Cuando introducimos una tarjeta bancaria en una caja automática, una cabeza electromagnética revisa la banda oscura del reverso de la tarjeta. Dicha banda es una cinta magnética similar a la que se emplea en las grabadoras y tiene tres pistas en las que hay hasta 226 letras o números.
Una pista contiene el número de cuenta, otra el límite de disposición en efectivo y la tercera verifica que el número de identificación personal (NIP) sea el correcto.
Si marcamos correctamente en el teclado el número de identificación, el despachador, que está conectado a la computadora del banco, revisa si no se ha excedido el límite de crédito, que la cuenta no esté sobregirada y que la tarjeta no esté reportada como perdida o robada. Si todo está en orden, el despachador resta la cantidad solicitada al saldo inicial e inserta el saldo nuevo antes de expedir el dinero.
Las tarjetas telefónicas funcionan de modo muy similar: un analizador del teléfono revisa las pistas de la tarjeta para ver si aún tienen unidades sin usar. Después se borran los números apropiados de unidades al hacer la llamada.
Las tarjetas de crédito modernas llevan el nombre del titular, el número de cuenta y la fecha de expiración. Cuando se coloca la tarjeta en la máquina del vendedor, estos datos pasan a la computadora del banco o de la compañía otorgante del crédito, y en unos 15 segundos se verifica que la tarjeta no esté reportada como perdida o robada y que no esté excedida del límite de crédito. Si todo está en orden, la computadora autoriza la transacción.
Este proceso se llama transferencia electrónica de fondos en el punto de venta. En algunos lugares empezó a utilizarse en 1988. Estos sistemas abarcan también las tarjetas de cargo que se usan en lugar de cheques para realizar pagos, y que instantáneamente hacen el cargo en la cuenta bancaria del usuario.
Antes de que existiera la transferencia electrónica, los datos de la tarjeta de crédito tenían que verificarse por teléfono cuando las compras excedían de cierta cantidad.
La transferencia electrónica puede reducir el volumen de los fraudes con tarjetas de crédito, ya que en cuanto se reporta la pérdida de una de éstas la computadora cancela toda transacción posterior.
Las tarjetas con banda magnética están cediendo el paso a las tarjetas “inteligentes”, que dificultan más el fraude. Las tarjetas inteligentes contienen diminutos cerebros electrónicos. Fueron inventadas en 1974 por el francés Roland Moreno, y en 1988 había casi 4 millones de ellas en Francia.
El cerebro de estas tarjetas es un minúsculo chip de silicio, del grueso de una oblea. El chip lleva un registro del límite de crédito del usuario y contiene información de las transacciones realizadas.
Durante una operación, el vendedor coloca la tarjeta en una terminal y el chip realiza la verificación; no necesita consultar la computadora de la compañía o del banco acreedor.
La terminal de la tienda tiene información de las tarjetas perdidas y robadas, por lo que si se coloca una de ellas, la transacción se cancela automáticamente y la tarjeta se anula para que no se use otra vez.
Aunque las tarjetas inteligentes contienen toda la información de las transacciones, el usuario sólo puede consultarla en una terminal especial.
Las tarjetas superinteligentes eliminan esta desventaja: son similares a las calculadoras de energía solar y tienen una pequeña pantalla y un teclado, con los que el usuario puede revisar las transacciones y el saldo crediticio de su cuenta.
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