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Cómo hablar con tu médico

Ahora que los doctores están tan atareados, la comunicación eficaz es clave para recibir de ellos la mejor atención.

En algún momento, la mayoría de nosotros hemos expresado nuestra insatisfacción después de una consulta médica. Cada vez que escucho a alguien manifestar una inconformidad frente a cualquier persona que tenga el oído presto (excepto su doctor), ratifico mi convicción de que el problema se debe, en parte, a nuestra incapacidad de hablar abiertamente con las figuras de autoridad.

El sistema de atención sanitaria ha cambiado en muchos países del mundo en el transcurso de los últimos 10 años. Las estancias en los hospitales ahora son más breves, y la gente acude con mayor frecuencia a clínicas donde no es necesario hacer cita para entrar a consulta. Hasta cierto punto, este fenómeno se debe a que cada vez menos médicos generales aceptan pacientes nuevos. En el sistema actual, desempeñamos un papel clave en el cuidado de nuestra salud. A continuación encontrarás algunos consejos para expresar tus necesidades al médico y sacar el mayor provecho del tiempo en el consultorio.

 

Sé consciente de que el doctor también es un ser humano 

Solemos esperar demasiado de los médicos: que nos dediquen un tiempo razonable, que se comuniquen de manera eficaz, que estén de buen humor y que conozcan las respuestas a todas nuestras preguntas. 

Ahora bien, ¿satisfacen los doctores las expectativas de sus pacientes? Algunas personas responden de manera afirmativa a esta pregunta; sin embargo, la mayoría declara sentirse decepcionada. ¿Por qué? Puede ser que nuestras expectativas sean poco realistas, o que se presenten fallas en la comunicación.

Es frecuente toparse con personas para quienes los médicos son infalibles, pero no hay nada mejor que un diálogo franco para cambiar esa opinión. Percibir al médico como una persona ordinaria nos ayuda a tener expectativas más realistas.

Por ejemplo, en cierta ocasión una mujer acudió a consulta a causa de un resfriado, y el médico la atendió de mala gana porque consideró que le estaba quitando el tiempo. Ella se mostró sorprendida con esa reacción de enojo, y el doctor le ofreció disculpas al darse cuenta de su actitud. Entonces le explicó que esa semana había tenido una carga enorme de trabajo y que, además, estaba preocupado por su hija menor, que había caído enferma. La paciente entendió que el médico se mostrara reacio a las consultas innecesarias, y se dio cuenta de que él también podía tener problemas personales. 

 

Plantea lo que te Incomoda

Si existe algún procedimiento que te produzca molestia, no dudes en decírselo al médico. Tal vez te sientes incómodo o incómoda con las palpaciones de las ingles, los exámenes rectales o la exploración de mamas. Por regla general, el doctor se mostrará comprensivo y tomará las medidas necesarias para disminuir tu nerviosismo. Sin embargo, es recomendable que analices si tienes aversión a los procedimientos invasivos, lo cual es bastante común.

De ser así, trata de distraer tu mente hablando de otras cosas mientras te sometes a esos exámenes. Bromear un poco ayuda a que tanto el médico como el paciente se relajen. Si aun así no consigues tranquilizarte, quizá debas considerar la posibilidad de acudir a otro médico.

 

SI te sientes incomprendido o insatisfecho, exprésalo 

Aunque es importante manifestar nuestro sentir al médico, no todas las personas están dispuestas a escuchar críticas, sobre todo cuando van dirigidas a ellas. Resulta fundamental elegir el momento adecuado y hallar la manera de exponer el problema sin ser ofensivo. Como reza el dicho, se consigue más con una gota de miel que con un barril de hiel. Para que esto funcione, se requiere un ingrediente básico: la sinceridad.

Imagina la siguiente situación: tienes la impresión de que el médico no entiende con exactitud los síntomas que le describes, y además percibes en él una actitud obstinada y cerrada al diálogo. Tal vez no estés equivocado en tu apreciación; sin embargo, podrías comunicarte mejor utilizando frases como éstas: “Doctor, por alguna razón no logro describirle mis síntomas con claridad. ¿De qué otra forma podría explicarme para ayudarlo a entender lo que me ocurre?” Con esto darías pie a que el médico reconociera que no está en sintonía contigo y con tus necesidades. 

 

Aborda el tema del historial de salud familiar

A menudo olvidamos comunicar al médico información familiar esencial que podría afectar la interpretación de resultados de pruebas, el diagnóstico, el pronóstico e incluso el tratamiento. Existen muchos padecimientos en los que intervienen factores hereditarios, como las enfermedades cardiacas, las apoplejías (accidentes cerebrovasculares), los trastornos mentales y algunos tipos de cáncer. Informar al médico sobre estos antecedentes abrirá una línea de comunicación en torno a los síntomas a los que debes estar atento y las medidas preventivas que te conviene tomar. 

Imaginemos un diálogo hipotético: una mujer desea saber si corre riesgo de sufrir un ataque de apoplejía, de manera que hace una cita con su médica para plantearle su preocupación y pedirle consejo. 

—No sabía que en mi familia hubiera antecedentes de ataques de apoplejía, hasta que mi abuelo sufrió uno el año pasado —señala—. Mi madre me contó que su abuelo también murió por esa razón. 

—Entiendo —responde la doctora, quien toma notas—. Me alegro de que me esté informando de eso ahora. Más vale tarde que nunca. 

—Luego una amiga me comentó que el estrés crónico puede aumentar el riesgo de apoplejía —continúa la paciente—. Como yo estoy expuesta a mucha tensión en el trabajo, empecé a preocuparme.

—Creo que aún es muy pronto para que comience a preocuparse —le dice la médica para tranquilizarla—. Tener antecedentes familiares de accidentes cerebrovasculares no es una condena irremediable; además, hay muchas cosas que puede usted hacer para disminuir el riesgo. 

Entonces la doctora enumera algunos de los factores de estilo de vida que la paciente puede controlar. Finalmente, señala:

—Hizo bien en informarme sobre esta posibilidad. Me da un buen marco de referencia para trabajar juntas a fin de que pueda mantenerse lo más saludable que sea posible.

Cuando sale del consultorio, la paciente se siente aliviada y, además, se lleva mucha información precisa respecto a las apoplejías.

 

Informa con detalle al médico sobre tus síntomas

Es recomendable que tomes nota de cualquier cambio corporal que experimentes (por ejemplo, abultamientos, excrecencias en la piel o dolores persistentes sin causa aparente) y se lo comuniques al médico a la mayor brevedad posible. Hacer esto puede permitir el diagnóstico oportuno de padecimientos potencialmente graves y, además, constituye una buena oportunidad para que le cuentes tus preocupaciones al doctor.

 Muy pocas veces informamos al médico sobre los conflictos o las aflicciones personales que nos aquejan, a pesar de que pudieran estar mermando nuestra salud. Por ejemplo, los problemas emocionales pueden exacerbar la depresión, las migrañas, los dolores de espalda, el cansancio y las molestias estomacales.

—Doctor —dice un paciente—, mis dolores de cabeza se hicieron más intensos desde hace un mes, después de que mi esposa y yo nos separamos. Esto me causa problemas de concentración y está afectando seriamente mi trabajo. He estado tomando analgésicos de venta libre, como me sugirió usted la última vez que vine a consulta, pero no me han funcionado. Ya no sé qué hacer.

—Ya veo —contesta el médico—. No estaba yo enterado de su separación la última vez que nos vimos. En efecto, ese cambio en su vida personal muy probablemente aumentó su nivel de estrés, y tal vez sea lo que intensificó los dolores de cabeza. ¿Me permite revisarlo mientras me cuenta más detalles sobre lo que le ocurre?

Mientras el médico le toma la presión arterial al paciente, éste ahonda en su situación; describe sus sentimientos respecto a haberse separado de su esposa y las tensiones que afronta en el trabajo. Al final de la consulta, se siente más tranquilo.

 

Utiliza metáforas

Una forma eficaz de describir diversos grados de dolor físico o emocional es usar analogías. Los siguientes son sólo algunos ejemplos:

“Siento como si tuviera el hombro atravesado por una flecha”.

“Me duele el estómago como si me hubieran pateado el vientre”.

“Siento como si se me estuvieran incendiando los músculos”.

“Siento como si se me hubiera encogido el corazón a causa de la pena tan profunda que tengo”.

“Tengo un nivel de responsabilidad aplastante, como si llevara a cuestas un bulto muy pesado”.

Hay muchas otras palabras e imágenes que puedes usar para describir lo que te aflige. Lo importante es encontrar la manera de describir con exactitud cómo te sientes. 

Veamos otro ejemplo: después de sufrir una lesión en una pierna durante un partido de futbol, el paciente tiene la sensación de que la rodilla le va a explotar.

—Es evidente que le duele mucho —le dice el médico—. ¿En qué punto es más intenso el dolor?

—Aquí —responde el paciente, señalando un lado de la rodilla.

El médico palpa con mucho cuidado ese punto.

—Esta parte está bastante inflamada —señala.

—Siento que me arde, que me da punzadas —comenta el paciente—. Por favor, doctor, deme algo que me quite este dolor.

—Primero necesito saber lo intenso que es. ¿Podría describirlo con otras palabras, por favor?

—Siento como si me estuvieran perforando un nervio con un cuchillo.

—Entiendo. ¿El dolor se fue intensificando poco a poco?

—Sí, doctor, empezó como una molestia leve, pero luego, de repente, se hizo más intenso.

De esta manera, el paciente contribuyó a que el médico obtuviera un cuadro más preciso del dolor que lo aquejaba, lo que se tradujo en un tratamiento apropiado y una recuperación más rápida.

 

Recurre a la paráfrasis

La capacidad de reformular con otras palabras lo que el médico te dice durante la consulta es prueba de que sabes escuchar, y también una excelente manera de corroborar que comprendes sus explicaciones. Para ejemplificar este punto, consideremos el caso de una mujer que llevaba una vida muy activa y que de repente se sintió asaltada por dolores crónicos y bajos niveles de energía. Ya no podía hacer ejercicio ni practicar deportes con el mismo vigor que antes.

Con el paso del tiempo, encontró un médico que le diagnosticó fibromialgia, una afección que se caracteriza por dolores musculares crónicos, cansancio y confusión mental, entre otros síntomas.

—Asegúrese de hacer estiramientos antes de ejercitarse —le indicó el especialista—. También le recomiendo reducir la intensidad de su régimen de ejercicio durante un tiempo para ver cómo responde su cuerpo. —Le dio algunos folletos y agregó—: Aquí encontrará más información. Por favor, lea todo con cuidado en su casa y, si lo desea, retomaremos el asunto en la próxima consulta.

—Bien, a ver si entendí —respondió la paciente—: tengo que acortar mi rutina de ejercicio, que es bastante intensa, y en la cita siguiente informarle a usted sobre las reacciones de mi cuerpo, ¿no es así?

—Correcto. Su próxima consulta es dentro de dos semanas.

—¿Y va a ser la última vez que nos veamos, doctor?

—No, tendré que dar seguimiento a su caso al menos durante un tiempo —repuso el médico—. Existen muchas opciones que puede usted considerar, como asistir a un grupo de apoyo y modificar su alimentación. Por el momento, empiece con los folletos que acabo de darle.

Si escuchamos atentamente al médico durante nuestras interacciones con él, evitaremos los malentendidos y el desencanto, y obtendremos resultados más satisfactorios.

 

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