Por azares de la vida perdí todos los dientes. Un día, mientras limpiaba la dentadura postiza, mi nieta de cinco años se quedó mirándome y dijo:
—Abuelo, qué increíble tener unos dientes así. Si llegas cansado, puedes dejarlos en la mesa para que coman solos mientras tú descansas en la cama.
Pedro Pichardo, México
Cuando mi hija Gaby tenía tres años, además de ver en la televisión algunos programas infantiles, ponía atención a las noticias. También le gustaba jugar a que iba a la escuela; en un cuaderno hacía las tareas y me las entregaba para que las “revisara”.
En una ocasión, luego de ver que no había hecho la “tarea” en varios días, le pregunté:
—Oye, Gaby, ¿por qué no has hecho la tarea?
—¿Qué no oíste las noticias?—dijo—. Hay huelga de maestros.
Marcia Acurio, Ecuador
Nayantara, la hija de cinco años de mi hermana, estaba sentada muy molesta en su sillita mientras su abuelo navegaba entretenidamente por la Red cerca de ella. De pronto, el abuelo oyó decir a la niña:
—No me molestes.
Sorprendido, respondió:
—Pero no estoy haciendo nada que te pueda molestar. Ni siquiera te he dirigido la palabra.
—Eso es lo que me molesta —respondió Nayantara—: ¡que nadie me dirija la palabra!
Meera Walia, India
Mi madre pasó unas semanas con nosotros en casa, y un día acabó agotada después de jugar con nuestros escandalosos hijos.
—Estoy muy cansada, niños, pero ustedes pueden seguir jugando mientras tomo una siesta para recuperar las fuerzas —les dijo.
Uno de ellos replicó desconsolado:
—¡Pero eso puede llevar varias semanas, abuela!
Kav Parther, Australia
Como sucede con muchas personas que compran aparatos para hacer ejercicio en casa, los míos permanecieron intactos. Mi desidia quedó penosamente al descubierto un día que mi hija pequeña le estaba mostrando la casa a una amiga suya.
—Allí está el equipo de ejercicio de mi mamá. Nadie puede tocarlo
—dijo Elyse. Luego hizo una pausa para demostrar la seriedad de su comentario, y añadió—: ¡Ni siquiera ella!
Lynne Tomlinson, Canadá
Cuando mi hija de ocho años me preguntó de dónde venía, decidí que era tiempo de explicarle los hechos de la vida. Manejé el tema con mucho tacto y quedé muy complacida con mi explicación. Sin embargo, cuando terminé de hablar la niña se me quedó mirando con gesto confundido, y exclamó:
—¡Pero mi amiga Olga dice que ella viene de Rusia!
Shanthi Shankar, India
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
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