Los efectos especiales han humanizado las superproducciones de Hollywood. Descubre los secretos.
Karin Konoval es una actriz de 52 años de edad (este mes cumple uno más), ex bailarina y un orangután de 120 kilos de peso… aunque sólo en las películas. En la más reciente, El Planeta de los Simios: Confrontación, que acaba de estrenarse, interpreta el papel del rudo teniente Maurice. Para traer a la vida a su alter ego animal, la actriz tiene que ponerse un traje equipado con 40 pequeños “marcadores” que registran sus movimientos, los cuales son captados por decenas de cámaras. Un conjunto de hasta 50 marcadores adicionales colocados en todo su rostro traza cada mueca, gesto y atisbo de sonrisa.
Konoval se desplaza por el set de filmación apoyada en unos zancos o soportes para manos que, gracias al trabajo de más de 450 técnicos de efectos especiales, posteriormente se transformarán en brazos cubiertos de pelo. ¿Por qué tanto esfuerzo? Porque en el afán de que aparezcan animales reales en las pantallas de cine, se corre el riesgo de lastimarlos durante el proceso.
Por ejemplo, la película de 1978 Every Which Way but Loose (que se exhibió en Latinoamérica con el título de Pendenciero rebelde) tuvo como protagonistas al actor Clint Eastwood y un orangután llamado Clyde, el cual fue entrenado para mantenerse erguido y caminar (de modo antinatural) sobre sus piernas. Si el simio no se comportaba como debía durante el rodaje, supuestamente recibía golpes.
Aunque las condiciones han mejorado en las producciones fílmicas actuales, muchos animales mueren por maltratos y descuidos mientras están fuera de las cámaras.
El director Rupert Wyatt —quien ganó un premio de la organización PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales) por las innovaciones en imágenes generadas por computadora de la película El Planeta de
los Simios: (R)evolución, de 2011— argumentaría que el desempeño de un actor como simio es tan bueno como el de un animal. ¿Por qué? Porque actores como Karin Konoval hacen trabajo de investigación.
Antes de zambullirse en su papel en la nueva película, pasó algunas semanas observando a un orangután macho llamado Towan en el Zoológico de Woodland Park, en Seattle, Washington. Las visitas frecuentes le permitieron forjar un vínculo estrecho con él; en una ocasión incluso realizaron los mismos movimientos durante horas.
“Un día se acercó al vidrio y los dos apoyamos la cara en él, frente a frente”, recuerda la actriz. “Permanecimos así unos 20 minutos. Yo me quedé sin aliento mientras sus ojos recorrían mi rostro de arriba a abajo. Fueron esos 20 minutos lo que me permitió dar vida a Maurice”.