¿Cómo se crean imágenes y palabras con luz de neón?
A principios del siglo XX, al investigar la descarga eléctrica en el gas neón, observaron un rojo anaranjado que despedía este elemento.
Con la luz de neón se crean imágenes deslumbrantes y se forman nombres de marcas en anuncios de todo el mundo. Por medio de delgados tubos, se logra fácilmente que las luces de neón adopten la forma de letras y muchos otros intrincados diseños.
La llamada “descarga eléctrica a través de gases” produce la luz característica del neón. Los gases no son, en general, conductores de la electricidad, sino aislantes; se logra que la conduzcan reduciéndoles la presión y aplicándoles voltajes altos.
A fines del siglo XIX y principios del XX, al investigarse la descarga eléctrica a bajas presiones en el neón, que es un gas raro, se observó el fulguroso rojo anaranjado que despedía este elemento. Para lograr esta luz, se aplica electricidad en los polos de un tubo de vidrio lleno de neón.
Los electrones de la corriente fluyen de un polo a otro y, en su camino, chocan con los átomos de este gas. Así, los electrones de estos átomos salen despedidos de su órbita y adquieren energía adicional debido a los impactos, tal como una bola de billar la recibe y la transmite al ser golpeada por otra.
Al regresar los electrones a su órbita original, la energía excedente se difunde como radiación electromagnética. Tal radiación es de una frecuencia situada dentro del espectro de la luz visible y se ve como una luminiscencia de color rojo anaranjado.
Cuando se utilizan otros gases en los tubos ocurre un proceso similar. Pero los electrones emiten radiaciones de distinta frecuencia, que producen colores variados. El helio despide una luz dorada amarilla, y el criptón, una de tono violeta pálido. Se obtienen otros colores con mercurio y argón, así como con tubos coloreados.
Al atardecer y al amanecer, millones de faroles del alumbrado público se encienden y se apagan, según el caso; muchos de ellos son activados por la luz solar.
En su mayoría, los modernos interruptores cronométricos de los faroles tienen un reloj eléctrico cuya carátula giratoria mueve levas que encienden o apagan la luz a determinadas horas.
Dado que el Sol sale y se pone a diferentes horas durante el año, el alumbrado público también debe encenderse y apagarse a distinta hora; entonces los mecanismos deben ser ajustados según la estación del año.
Esto se controla en el interruptor cronométrico mediante un dispositivo automático que ajusta las levas de encendido y apagado mes con mes, para ajustarse a los cambios estacionales de la luz solar. Hace poco tiempo, unos ingenieros especializados inventaron una unidad fotoeléctrica de control para los faroles.
Esa unidad está dotada de una fotocelda que contiene un compuesto sensible a la luz, como el sulfuro de cadmio o el de silicio. Al amanecer, la luz que incide en la celda hace que los electrones fluyan de un átomo a otro, conduciendo electricidad al interruptor y haciendo que éste se desconecte.
Cuando cae la oscuridad, los electrones del compuesto se quedan inmóviles; entonces la corriente se detiene y las luces se encienden. Por lo tanto, la hora en que la corriente se activa y se interrumpe depende por completo de las condiciones de claridad u oscuridad del ambiente.