El tratamiento básico de aguas negras o residuales en ciudades como Londres y Washington ha cambiado poco con respecto a los métodos desarrollados a mediados del siglo XIX, si bien el volumen de aquéllas aumenta cada día.
En Washington, la capacidad original de una importante planta de tratamiento de aguas residuales (en Blue Plains) aumentó de 492 millones de litros diarios en la década de 1930 a 1,098 millones de litros en la de 1970, y desde entonces ha seguido aumentando.
Una red de desagüe, por lo general subterránea y que funciona por gravedad o por bombeo, lleva los desperdicios desde los excusados, lavabos y fregaderos de las casas y oficinas hasta las plantas de tratamiento.
Como en muchas ciudades los desagües también recogen las aguas de las lluvias, los aguaceros suelen provocar inundaciones, haciendo que las aguas negras salgan a la superficie. Es por eso que hoy los ingenieros civiles tratan de drenar las calles por otras tuberías.
En las plantas, las aguas negras fluyen a través de cribas que retienen objetos grandes como trapos y pedazos de madera, los cuales son triturados con máquinas y devueltos al torrente residual, o son llevados a otro sitio para quemarlos o enterrarlos.
Luego las aguas se bombean a través de unos canales filtradores, donde quedan retenidas las piedras y la arena; éstas se someten más tarde a depuración y lavado y se emplean para rellenar baches o en construcciones.
Las aguas pasan después a unos tanques de sedimentación preliminar, donde los desechos sólidos se depositan en el fondo y forman lo que se conoce como “fango crudo”.
El fango y el líquido separado siguen entonces rutas diferentes. En Londres, el líquido llega a otras plantas de tratamiento, en las que ciertos microbios desintegran en unas ocho horas la materia fecal que contiene.
Después, el líquido pasa por una sedimentación final, que separa los microbios para reciclarlos. El agua tratada queda lo suficientemente limpia para verterla a los ríos. El agua del Támesis se utiliza varias veces antes de ser canalizada al Mar del Norte.
En Estados Unidos, al agua se le agrega cloro en varias etapas para potabilizarla. Mientras tanto, el fango crudo se bombea a unos tanques de absorción en los que durante cuatro o cinco semanas los microbios transforman parte de él en un gas rico en metano; éste se entuba más tarde y se usa como combustible.
El resto del fango, ya seco, se vende a los agricultores como fertilizante o se descarga en el mar. En Blue Mountain, Pennsylvania, por ejemplo, dicho fango ha ayudado a reforestar las zonas erosionadas por la extracción de cinc.
Descubre por qué no debes quedarte sentado más de lo necesario.
La salud neurológica es una preocupación creciente en todo el mundo, con un notable aumento…
El sueño es un proceso biológico fundamental para la salud física y mental. Cuando este…
Aunque puede ser difícil de describir, este síntoma suele ser la señal de que algo…
Un microbioma intestinal saludable podría ayudar a las personas con EII, pero ¿deberían los probióticos…
Aprende consejos prácticos y encuentra 15 ideas fáciles para mantenerte en el camino hacia una…
Esta web usa cookies.