¿Cómo se intenta predecir los terremotos?
El 4 de febrero de 1975, los funcionarios de la provincia china de Liaoning, Manchuria, hicieron una advertencia urgente: era inminente un terremoto. Una serie de temblores menores ocurridos por la mañana parecía anunciar algo catastrófico. Se apremió a la gente para que permaneciera fuera de sus casas aun cuando era invierno.
El mismo día, poco después de las 7:30 p.m., se sintió un fuerte terremoto; se derrumbaron centenares de casas, pero como la gente estaba afuera hubo muy pocos heridos.
Éste fue uno de los primeros casos conocidos en los que se logró predecir un terremoto, y fue resultado de un programa iniciado por el gobierno chino en 1965 para tratar de reducir los terribles daños que causan estos fenómenos.
Pero el éxito de la predicción en parte fue un golpe de suerte. Los métodos usados desde entsonces no han logrado predecir los peores terremotos. No obstante, esto ha confirmado la importancia de contar con un pronóstico preciso.
En otros tiempos, los chinos, como muchos otros pueblos, creían que los terremotos podían predecirse por medio de la astrología o la observación de portentos naturales. Pero no hay nada realmente serio en su favor.
Los intentos modernos de predecir terremotos se basan en diversos cambios que ocurren en la corteza terrestre, que se acumulan para producir otro más grande. Por ejemplo, muchos terremotos son precedidos por una serie de sacudidas pequeñas, como en Liaoning. Pero estos movimientos aislados no son un medio infalible de predicción. A veces ocurren grandes terremotos sin aquéllos, y a veces esas sacudidas simplemente se desvanecen.
No existe un solo indicador confiable de que se aproxime un terremoto. Por ahora los sismólogos sólo pueden afinar las predicciones basándose en cuatro indicadores principales. El primero es la velocidad a la que viajan las ondas de choque por el suelo. Al acumularse presiones subterráneas, las que se ejercen en las rocas alteran la forma en que se desplazan las ondas de choque. Parece que su velocidad disminuye y después aumenta de nuevo precisamente antes del terremoto. El análisis de pequeñas explosiones y sacudidas previas puede revelar esos cambios.
El segundo indicador se basa en los cambios en el nivel de la superficie del suelo, el cual sube en ciertas partes al aumentar la presión por debajo. La región de la Falla de San Andrés, en California, se ha elevado 40 cm en 20 años.
El tercero es el aumento en la emisión de radón, gas inerte y radiactivo que se filtra desde el subsuelo todo el tiempo, pero cuya concentración parece aumentar antes de un terremoto.
Y el cuarto es cualquier cambio en el comportamiento eléctrico o magnético de las rocas cuando se acercan a su punto de ruptura antes de un terremoto.
Hoy los científicos pueden hacer predicciones sólo en términos estadísticos muy amplios. Afirman, por ejemplo, que hacia el año 2020 ocurrirá en Los Ángeles un terremoto que podría matar unas 20 000 personas.
Una sola alarma falsa puede hacer que se pase por alto una predicción válida, con lo cual se produce la catástrofe que se trata de evitar con la predicción.
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