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Hasta entonces, la gente había calculado la hora observando el movimiento de las sombras y la caída del agua.
El método más sencillo de calcular la hora y, probablemente el primero que se utilizó, consiste en observar la posición del Sol en el cielo.
En el tercer milenio a.C., los babilonios estudiaron el recorrido del Sol y dividieron el día y la noche en 12 partes, creando el día de 24 horas. De acuerdo con un sistema numérico inventado por sus matemáticos, subdividieron las horas en 60 minutos y los minutos en 60 segundos.
El siguiente paso fue erigir una columna, o gnomon, para determinar la hora en función de la longitud y la posición de la sombra que arrojaba.
Los mesopotamios ya utilizaban este sistema hacia el año 3,500 a.C., el reloj solar con una escala graduada se perfeccionó unos 2,000 años después. Y el reloj de agua se empleó por primera vez en Egipto hacia el 1,350 a.C.
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El reloj de agua más simple consiste en un recipiente con un agujero en el fondo por el que el agua se escapa lentamente. Al ir descendiendo de nivel, el agua va dejando al descubierto una serie de marcas que representan las horas.
Un reloj egipcio del siglo XIV a.C. dejaba escapar unas diez gotas de agua por segundo. La inclinación de los lados garantiza que el agua fluya siempre al mismo ritmo.
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