Cómo ser amable sin ser grosero en el intento
¿Cuándo fue la última vez que enviaste una nota de agradecimiento a un amigo que te invitó a cenar? Quizá nunca lo has hecho. Ya nadie es cortés.
Les preguntamos a nuestros amigos qué asuntos de etiqueta les plantean un reto, y luego pedimos a algunos expertos asesoría sobre la manera correcta de proceder. Si te gustan sus consejos, les puedes enviar una nota de agradecimiento. Eso sería un buen gesto.
“Un buen amigo tiene un hijo de 10 años que es un pequeño demonio. Cada vez que nos visitan, mi hija, de la misma edad que ese niño, termina llorando o imitándolo. No quiero verlos juntos nunca más”.
“Cuando era pequeña, el hijo de unos amigos de mis papás tomaba mis juguetes e invariablemente los rompía”, recuerda la psicoterapeuta Tessina. “Ante esta situación, mi madre decidió ayudarme: cuando ese chico iba a venir a la casa, ella escondía mis juguetes favoritos antes de que llegara”.
Esa señora era una madre juiciosa que entendía muy bien la situación (quizá por eso Tessina se convirtió en psicoterapeuta). Pero hay chicos malcriados que pueden sacar lo peor de los demás niños, y eso ocurre cuando pasan tiempo juntos.
Planea actividades durante las cuales los niños no puedan interactuar, como ir al cine. Sienta al diablillo la próxima vez que vaya a tu casa y ten una charla seria con él frente a sus padres: “Sólo quiero asegurarme de que conoces las reglas de esta casa para que nadie se lastime. Si golpeas esta mesa y rompes el cristal, podrías cortarte, ¡y tendrían que coserte la herida en urgencias!”.
“Salí a cenar con mis amigos y comí sólo un hot dog. Todos ellos pidieron paté, langosta y martinis, pero la cuenta se pagó a partes iguales”.
En Alemania “todos presuponen que las cuentas se pagan por separado”, dice Siobhan Callahan, una estadounidense que enseña inglés en la ciudad alemana de Bremen.
Eso podría despreocupar a las personas como yo, que tenemos que prepararnos antes de salir a cenar, a sabiendas de que la cuenta probablemente se dividirá en partes iguales y a pesar de que pediremos algo mucho menos costoso (por mil razones psicológicas, sociales y económicas) que todos los demás. Yo trato de pensar en ello como un impuesto a la diversión, el precio que debo pagar por socializar. Lo intento honestamente.
Archelle Georgiou, médica y empresaria de Minneapolis, Minnesota, ha hallado una forma elegante de evitar este problema. Si tus amigos comen y beben mucho, haz lo que hace ella. “Le pido a la mesera desde el principio que lleve mi cuenta aparte”, dice. “Es algo entre ella y yo, pero todos me oyen decirlo, y hasta ahora me ha funcionado muy bien”.
“El esposo de una amiga mía acaba de morir. No lo conocía muy bien, pero aun así lo lamento”.
Si sientes el impulso de enviar un mensaje de texto con un emoticón de cara triste sólo por hacer algo, contente; eso equivale a dar un “me gusta” a algo visto en Facebook. Sin embargo, todavía puedes ser cortés. Cuando se trata de expresar condolencias, “no hay límite de tiempo”, dice Anne Klaeysen, de la Sociedad de Cultura Ética de Nueva York. De hecho, a veces es más reconfortante para quien hace duelo recibir el pésame un poco después de la oleada inicial de atención, cuando la vida de todo el mundo ya ha vuelto a la “normalidad”.
Si entonces le envías una nota a tu amiga, incluso por vía electrónica, ella la apreciará más. Y, añade Klaeysen, será mejor si la nota incluye una breve anécdota sobre el difunto (pero que no termine con algo como “Y aún no me lo ha devuelto”).
“Mi primo es un pésimo conductor, y quiere que le preste mi auto por unas horas. ¿Debo ceder?”
No es una cuestión de generosidad, sino del tipo de daño que tu primo, tu coche o ambos podrían sufrir, así que no te sientas obligado a darle las llaves. Si tienes tiempo y disposición, ofrécete a llevarlo, o si tienes dinero, a pagarle un taxi; de lo contrario, sólo di: “¿El jueves? ¡Ese día voy a ocupar el coche!”, sugiere Jodi R. R. Smith, presidenta de la firma Mannersmith Etiquette Consulting.
Pero, hagas lo que hagas, añade, “no te sientas obligado a prestarle a nadie algo que es muy valioso e importante para ti”. Terminar cediendo no significa ser generoso, sino complaciente.
“Di: ‘Lo siento, pero no puedo’, sin más explicaciones”, señala la psicoterapeuta Tina Tessina. Pero si sientes la imperiosa necesidad de dar alguna excusa creíble, abstente de decir la dolorosa verdad: “¡Es que eres un peligro al volante!”.
En lugar de eso, usa una salida fácil, sé cortés; di algo amable pero firme, como “No tengo seguro”, aconseja Maggie Oldham, creadora de maggieoldham.com, un blog sobre las reglas de etiqueta modernas.
“No me invitaron a un evento al que esperaba recibir invitación”.
Enterarte de un evento al que al parecer asistirá todo el mundo menos tú (una boda, un bautizo o incluso una foto de grupo) porque nadie te ha invitado puede lastimar tu ego. ¿Qué hacer en un caso así?
Si el anfitrión no es alguien a quien conozcas bien, no lo tomes a pecho, aconseja el doctor Howard Forman, del Centro Médico Montefiore de Nueva York: podría haber limitaciones de espacio, de presupuesto o de otro tipo.
Ahora bien, si la hija de tu hermano se va a casar y el resto de la familia ya está invitada, entonces sí debes averiguar el motivo de la exclusión. Llama a tu hermano y con calma pregúntale si hay alguna razón por la que no recibiste invitación.
Quizá se equivocaron en algún dato al enviarla por correo o mensajería. Imagina lo aliviado que se sentirá tu hermano cuando sepa que tu silencio o enojo se debía a un simple error, y no a un desprecio deliberado.
Pero si en verdad hay una razón por la que no te invitaron, es probable que su relación esté dañada y debas intentar arreglarla. Sé cortés y proponle a tu hermano un “pacto de arrepentimiento”: si algún día se reconcilian, ambos lamentarán que no hayas asistido a ese evento.
Luego promete que te portarás bien, que llevarás un buen regalo, que no harás ningún brindis (o que lo harás) u otra cosa que tu hermano desee. Ése podría ser el inicio de una buena relación reparada.
“Voy a salir a cenar con una amiga que intenta bajar de peso”.
Nadie suspende una dieta sólo porque su amiga pide un filete gratinado cuando salen a cenar, dice el doctor Forman. La comida está en todas partes, así que si tu amiga quiere carne y queso, no necesita que se los pongas enfrente: puede conseguirlos donde sea.
Sin embargo, hay una cosa muy amable que puedes hacer cuando sales a cenar con una persona que está a dieta, dice la consultora Jodi R. R. Smith: no pedir postre.
El postre debería servirse con dos tenedores. Nadie espera que le ofrezcas un bocado de filete, pero es raro pedir una rebanada de pastel de chocolate sin ofrecer una probada (aunque sólo sea por cortesía) a todos en la mesa.
Otra cosa que puedes hacer es ser cortés y abstenerte de dar consejos de dieta. Cósete los labios antes de decir: “¡Ay, no le vas a poner ese aderezo a tu ensalada!, ¿o sí?”, o “¿Estás segura de que quieres eso?”, dice Karen Yankosky, una abogada que conduce un podcast sobre citas amorosas y relaciones. “No importa si tú tienes una cintura de modelo; sólo cierra la boca”.
“Unos amigos míos de otra ciudad van a venir a visitarme. Hace un rato llamaron para preguntarme si pueden venir con su perro”.
El doctor Forman comenta: “Si algo he aprendido en la vida es que uno nunca quiere lidiar con alguien que está en contra de los perros. Si unos amigos míos quisieran venir a mi casa con su perro, sería cortés y les preguntaría: ‘¿Dónde les gustaría que durmiera su animalito, y qué podemos darle de comer?’ Los perros son amigos muy importantes para la gente”.
Ahora bien, si eres alérgico o tu casa está llena de antigüedades frágiles, alfombras finas y cactus, puedes decírselo con tacto a tus amigos y esperar que capten la indirecta. “No eres dueño de una perrera”, dice Crystal L. Bailey, directora del Instituto de Etiqueta de Washington, quien, como podrás imaginar, no es una amante de los perros.
Pero tal vez la táctica más eficaz consiste en ser cortés y al mismo tiempo hacer creer a los demás que realmente te importa el bienestar de los canes. Cuando unos invitados de la doctora Georgiou le preguntaron si podían llevar a su casa a sus tres perros (sí, nada menos que tres), ella contestó: “¡Por supuesto!”.
Sin embargo, agregó que no estaba segura de que los perros la pasarían bien porque ella tenía también un perro y era muy huraño, así que los perros de sus amigos tendrían que quedarse encerrados en el cuarto de lavado casi todo el tiempo. “Como tenemos planeadas muchas cosas con ustedes para el fin de semana, los perros no la pasarían bien”, les dijo. En otras palabras, ¡los pobres perritos son lo más importante!
La doctora Georgiou quedó como una anfitriona amante de los canes, pero también como alguien que sencillamente no podía hacer nada más por esos bellísimos animales domésticos durante ese fin de semana. Se salió con la suya sin herir los sentimientos de nadie.
¿Cómo logras quedar bien y al mismo tiempo no herir los sentimientos de tus amistades o familiares?