¿Cómo una dama de la alta sociedad introdujo la vacuna de la viruela?
A principios de 1715, cuando contaba 26 años, lady Mary Wortley Montagu, hija del duque de Kingston, era la heroína de la alta sociedad londinense. Mary acababa de casarse y era famosa tanto por su inteligencia como por su belleza. Pero en diciembre de ese año un ataque de viruela malogró su belleza, dejándole la cara llena de señales y arrebatándole sus largas pestañas.
El veneno que puso fin a la enfermedad
La viruela, una afección vírica que produce fiebre y ampollas en la piel, era una de las enfermedades más contagiosas de Europa. En el verano de 1716 ?cuando la viruela castigaba a Turquía?, lady Mary viajó a Constantinopla con su marido, Edward Wortley Montagu, que había sido nombrado embajador, y su hijo de tres años, Edward.
Durante su estancia, Mary se interesó por las medidas preventivas que se tomaban contra la viruela. En una carta enviada a Inglaterra, Mary relataba que los turcos eran vacunados contra la enfermedad ?abriendo una cisura en la vena del paciente e introduciendo en ella la cantidad de veneno de viruela que cabe en la cabeza de un alfiler?. Este proceso recibía el nombre de variolación, del latín variola, ?pústul? o ?varicela?.
?La viruela, tan extendida y perniciosa entre nosotros, no causa aquí daño alguno gracias a la invención del injerto [inoculación]? que es el nombre que ellos le dan?
Lady Mary Wwortley Montagu, Turquía, 1716
Las observaciones de lady Mary no eran del todo exactas. La vacuna, una minúscula cantidad de líquido sacada de una pústula de viruela, no era inyectada en la vena, sino extendida sobre una herida superficial en la piel de una persona sana. Si todo salía bien, el paciente desarrollaría una viruela atenuada y benigna y se recuperaría sin que le quedase ninguna marca; a partir de entonces sería inmune a la enfermedad. Pero una dosis demasiado grande podía conducir a la muerte.
No obstante, en 1718 lady Mary hizo vacunar a su hijo Edward, que sobrevivió sin daño alguno. A su regreso a Inglaterra en 1721, la familia Montagu se encontró con que el país entero estaba sufriendo una severa epidemia de viruela, y lady Mary hizo que un médico británico a quien ella misma había enseñado la técnica turca vacunase a su hija de tres años. La actuación de lady Mary salvaría miles de vidas todos los años, pero aquella técnica sería reemplazada a finales del siglo por la vacuna del doctor Edward Jenner, mucho más segura.
Cruzada contra la viruela
Siendo médico rural en el oeste de Inglaterra, Edward Jenner oyó a una campesina discutir con una amiga suya sobre la viruela, la enfermedad más temida en la Inglaterra del siglo XVIII. ?Yo no puedo contraer esa enfermedad? dijo la campesina, ?porque ya he tenido la ?enfermedad de las vacas?. Años más tarde, cuando la epidemia se iba cobrando cada vez más víctimas, Jenner tomó la determinación de hallar un medio de combatirla.
La enfermedad de las vacas producía granos o viruelas en las ubres del ganado, que luego se reproducían de manera similar en las manos de las muchachas que ordeñaban las vacas. Jenner extrajo un poco de líquido de las pústulas de una muchacha afectada, Sarah Nelmes, y lo inoculó en la piel de un niño de ocho años, James Phipps. El joven desarrolló una sola pústula en la zona de la inoculación. Al cabo de tres semanas, el 1 de julio de 1796, Jenner inoculó a James una minúscula cantidad del pus de una pústula variolosa. El muchacho no se infectó. Durante los dos años siguientes, inoculó de manera similar a más de veinte personas. En 1798 Jenner publicó sus conclusiones en un breve tratado y acuñó la palabra ?vacuna?, derivada de ?vaca?. En el momento de su muerte, en 1823, la vacuna contra la viruela era ya un procedimiento rutinario y su guerra contra la enfermedad estaba a punto de alcanzar una victoria definitiva.
Cómo se hizo posible
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