Compresión abdominal y vómitos: ¿qué es lo que tengo?

Hace 10 años, una helada mañana decembrina, Gavin asistía un complicado parto de un ternero en su granja, ubicada en Escocia. El proceso se prolongó durante horas y cuando finalmente terminó, el ganadero se desplomó exhausto al suelo; también la vaca, que cayó sobre él.

Los gritos desesperados de auxilio de Gavin fueron escuchados por un granjero vecino, quien ató unas sogas a su tractor para poder mover al animal. Gavin estaba consciente, aunque sumamente adolorido. Lo transportaron en helicóptero al hospital de Dumfries, ubicado a 120 kilómetros.

Tenía golpes en las costillas y el abdomen, pero no parecía haber sufrido fracturas; su presión arterial era estable y se encontraba lo bastante lúcido como para responder preguntas. Luego de 12 horas en observación, el granjero, preocupado por sus animales, pidió volver a casa; el personal del hospital lo convenció de pasar ahí la noche.

A la mañana siguiente comenzó a vomitar grandes cantidades de un líquido verdoso proveniente del intestino delgado. Los médicos pidieron una segunda tomografía, que permitió detectar una obstrucción total de este conducto que no había sido posible ver.

Una cirugía abdominal exploratoria reveló que un tramo del intestino sufría una adhesión: una franja de tejido cicatricial que une otras dos superficies que suelen estar separadas. El 90 por ciento de estos episodios ocurren tras una cirugía abdominal, según Stuart Whitelaw; también pueden ser producto de una lesión.

“En este caso, es probable que Gavin haya recibido un golpe en el abdomen durante la niñez (un puñetazo o una caída) y lo haya olvidado”.

De no haberle caído una vaca encima, quizá la adhesión jamás habría sido un problema, dice Whitelaw. “No obstante, el animal comprimió su abdomen y, de manera muy extraña, el intestino entró en un espacio creado por la deformación”.

Era un problema en potencia letal. El intestino delgado podía obstruirse, detener el flujo sanguíneo y comprometer la integridad del interior del conducto. Esto permitiría el ingreso de bacterias al sistema circulatorio, lo que produciría sepsis y fallo orgánico múltiple. Lo mismo ocurriría de filtrarse bacterias a la cavidad abdominal por el intestino perforado.

Whitelaw inició una cirugía de emergencia para separar la adhesión y liberar la obstrucción, pero al examinar los demás órganos advirtió un pequeño tumor en el ciego (pequeña bolsa ubicada al principio del intestino grueso). Para extirparlo, cortó el lateral derecho del conducto afectado. Luego suturó los extremos y envió la muestra al laboratorio.

Gavin se recuperó rápidamente y, días después, pudo regresar a su granja a cuidar al nuevo ternero y a su madre.

Juan Carlos Ramirez

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